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En la cafetería del hospital, la atmósfera estaba impregnada de un silencio peculiar, uno que parecía acentuar el cansancio de las almas que deambulaban por ahí, las luces fluorescentes bañaban el lugar con una claridad que contrastaba con la oscuridad que muchos llevaban por dentro, incluyendo a Jimin, quien se desplomó en una de las sillas, como si el peso del mundo estuviera aplastando sus hombros.

Nayeon, quien había estado observándolo con una mezcla de preocupación y compasión, se sentó frente a él, sus ojos recorriendo cada detalle de su rostro. Jimin tenía el cabello despeinado, y las ojeras marcaban profundas sombras bajo sus ojos, testigos mudos de noches sin descanso y días llenos de angustia, parecía que la vida se había encargado de despojarlo de toda su vitalidad, dejándolo como un espectro de lo que alguna vez fue.

Jimin, sintiendo el escrutinio de Nayeon, levantó la mirada y esbozó una sonrisa triste, como si intentara suavizar la tensión con un gesto que no alcanzaba a disimular el dolor que lo consumía.

—¿Me veo horrible, cierto? —dijo con un tono que pretendía ser jocoso, pero que se quebró al final—. Seguro estoy demasiado demacrado.

Nayeon suspiró buscando las palabras adecuadas mientras observaba cómo Jimin intentaba mantener una fachada de fortaleza, sus ojos, aquellos ojos oscuros y brillantes que solían irradiar confianza, ahora parecían estar a punto de derrumbarse bajo el peso de todo lo que estaba enfrentando. No era solo cansancio físico lo que lo atormentaba; era el agotamiento emocional, el miedo constante de perder a la persona que amaba, el temor de que todo lo que había construido con Yoongi se desvaneciera como un sueño al despertar.

Nayeon tomó un sorbo de su café, buscando el coraje para decir lo que sabía que Jimin necesitaba escuchar, aunque fuera difícil. Finalmente, con un tono suave, casi maternal, le dijo:

—Te ves demasiado cansado, Jimin. —Sus palabras flotaron en el aire, cargadas de una sinceridad que no podía ser ignorada—. ¿De verdad no puede ayudarte alguien? Necesitas dormir. No puedes seguir así, te estás destruyendo.

Jimin bajó la mirada hacia la mesa, donde sus dedos jugueteaban nerviosamente con el borde de su taza, sus pensamientos giraban en espiral, recordando todas las noches que había pasado en vela, cada minuto que había contado mientras esperaba algún signo de mejoría en Yoongi, alguna señal de que todo volvería a ser como antes. Pero cada día que pasaba, el cansancio se acumulaba, y la esperanza se volvía más difícil de mantener.

—El doctor me dijo que le darían el alta a Yoongi esta noche —murmuró, su voz apenas audible, como si al decirlo en voz alta se hiciera más real—. Quizá podré descansar, pero hasta más tarde, cuando sepa que Yoongi está seguro a mí lado, después de eso, tal vez duerma setenta y dos horas…

Nayeon frunció el ceño, sus ojos llenos de preocupación, sabía que Jimin estaba poniendo toda su esperanza en ese alta, como si fuera el final de una batalla que ya había cobrado demasiado de él, no obstante también sabía que el camino que seguía no sería fácil, que la recuperación de Yoongi era solo el comienzo de un nuevo desafío. Aun así, no podía culparlo por aferrarse a esa pequeña chispa de esperanza, esa luz al final de un túnel oscuro y aterrador.

—Jimin, no puedes esperar tanto —dijo con suavidad, inclinándose un poco hacia él—. Yoongi te necesita fuerte, y para eso tienes que cuidarte. No puedes seguir ignorando tus propias necesidades, porque al final, ambos saldrán lastimados.

Jimin apretó los labios, sus ojos llenos de lágrimas no derramadas. Sabía que Nayeon tenía razón, pero la idea de dejar a Yoongi, aunque fuera por un breve descanso, le resultaba insoportable, cada vez que cerraba los ojos, lo único que veía era a Yoongi en esa cama de hospital, vulnerable y perdido, y sentía que su lugar estaba a su lado, sin importar el costo.

HOPE|• Yoonmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora