CAPITULO XX

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Durante las siguientes semanas, el Hotel Hazbin experimentó un periodo de calma inesperada. Los cursos de rehabilitación mejoraron notablemente, con varios residentes mostrando avances significativos en su comportamiento. Nuevos inquilinos llegaron, mientras que algunos, habiendo alcanzado cierto progreso, se despidieron del hotel. Charlie, sintiéndose más confiada, dejaba a veces a Ángel Dust a cargo de los cursos para poder acompañar a Alastor en su programa de radio. Esta nueva rutina se volvió común, y Alastor aceptaba con gusto la compañía de Charlie, tanto en el estudio como fuera de él. Charlie no ocultaba su afecto, y le coqueteaba constantemente a Alastor con besos y abrazos. Para sorpresa de todos, Alastor correspondía a esos gestos de manera sutil, pero innegable.

Sin embargo, en las sombras de la aparente tranquilidad, la mente de Alastor era un campo de batalla. Los juegos mentales de Lucius no cesaban, atacando sus sueños y perturbando su paz. Alastor, que ya había perdido el sueño, decidió enfrentar el problema con su característica determinación. Pasaba las noches en vela, estudiando antiguos grimorios y pergaminos olvidados, buscando formas de fortificar su mente. Empezó a practicar el arte de levantar escudos psíquicos y hechizos de claridad, con la esperanza de mantener a raya las intrusiones de Lucius.

A medida que se adentraba más en estos oscuros estudios, Alastor se encontró con rituales y conocimientos que bordeaban lo prohibido, pero no vaciló. Sabía que debía fortalecer su mente no solo por él mismo, sino también para proteger a Charlie, a quien empezaba a ver como una luz en su mundo cada vez más sombrío.

Mientras tanto, Charlie comenzaba a notar el cansancio en Alastor. Aunque él siempre mantenía su sonrisa y actitud jovial, ella percibía un cambio sutil, una sombra en sus ojos. Decidida a ayudar, empezó a pasar más tiempo con él, incluso fuera del programa de radio, intentando animarlo con su presencia. Sin embargo, cada vez que intentaba hablar sobre lo que le preocupaba, Alastor desviaba el tema con su usual astucia, sin dejar que Charlie se acercara demasiado a la verdad.

Pero Alastor sabía que Lucius no se detendría. Cada noche, los ataques psíquicos eran más intensos, más personales. Lucius lo tentaba, lo desafiaba, intentando quebrar su espíritu. Alastor respondía con una férrea voluntad, pero cada enfrentamiento le dejaba una cicatriz invisible, profundizando la batalla interna que libraba en solitario.

A medida que los días pasaban, la tensión se acumulaba. La calma del hotel contrastaba fuertemente con la tormenta dentro de Alastor. Sabía que el enfrentamiento final con Lucius se acercaba, y que debía estar preparado para cualquier eventualidad. Sin embargo, por primera vez en mucho tiempo, Alastor sentía que no estaba solo en esta lucha. Aunque no lo admitiría en voz alta, la presencia constante de Charlie, su afecto, y su insistencia en estar a su lado, le proporcionaban una fuerza renovada, una razón más para resistir.

Con su mente en constante estado de alerta, Alastor continuó su entrenamiento, consciente de que la batalla más difícil aún estaba por llegar. Pero en lo más profundo de su ser, una pequeña parte de él comenzaba a preguntarse si realmente podría mantener su fachada impenetrable frente a la marea creciente de emociones que Charlie despertaba en él.

Una tarde, después de una larga jornada en el estudio de radio, Charlie y Alastor salieron juntos, caminando por las calles sombrías de la ciudad. Charlie, siempre atenta a los detalles, notó que Alastor parecía más cansado de lo habitual. Sus ojos, normalmente llenos de vitalidad y astucia, parecían apagados, y había una tensión inusual en su semblante.

—Alastor, ¿qué te pasa? —preguntó Charlie con suavidad, tomando su brazo mientras avanzaban—. Te he notado muy cansado estas últimas semanas. ¿Hay algo que no me estás diciendo?

Alastor esbozó una de sus sonrisas características, intentando disipar la preocupación de Charlie.

—No es nada, querida —respondió con ligereza—. Solo un poco de fatiga acumulada, pero nada de qué preocuparse.

La Maldición de tu Amor (Charlastor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora