CAPÍTULO XXX - Todo Acaba

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Lucius ya había recuperado todo su poder. Las cadenas que lo mantenían bajo el control de Lucifer se habían debilitado con cada día que pasaba, hasta el punto en que, con un simple gesto, las rompió como si no fueran más que cuerdas frágiles. Con una sonrisa de triunfo en su rostro, sintió cómo la energía oscura lo envolvía nuevamente, restaurando su antigua gloria. Sabía que no era prudente actuar de inmediato; no era un tonto. Prefería jugar su carta con paciencia, darles a sus enemigos una sensación de falsa seguridad antes de atacarlos con todo lo que tenía.

Una semana después

El Hotel Hazbin, normalmente lleno de caos y bullicio, estaba inusualmente silencioso. La mayoría de los residentes se había marchado al Barrio Caníbal, dejando solo a los de siempre: Husk, Ángel Dust, Niffty, Vaggie, Alastor y Charlie. El ambiente era tenso, como el aire cargado antes de una tormenta. Cada uno estaba alerta, sintiendo la presencia de algo que aún no podían identificar.

De repente, el silencio fue roto por un estruendo que sacudió los pisos superiores. El sonido hizo que todos se detuvieran, congelados por un segundo. Alastor, el primero en reaccionar, golpeó el suelo dos veces con su bastón. Una sombra oscura, como una extensión de su propia esencia, comenzó a moverse bajo sus pies, deslizándose con rapidez hacia las escaleras, ascendiendo como una serpiente silenciosa.

Los demás intercambiaron miradas nerviosas. Husk bebió un trago de su licor, pero sus ojos no se separaron de la sombra mientras subía. Pasaron unos momentos que parecieron eternos. Finalmente, la sombra regresó, deslizándose hacia Alastor, y levantó los brazos en señal de que no había encontrado nada.

—Bueno, pues… —Ángel rompió el silencio, sonriendo con picardía—. Parece que solo es un ratón en el ático. Aunque, claro, con el tamaño del ruido, tal vez sea el mismísimo Dios moviendo muebles.

Justo cuando iba a soltar su habitual remate sarcástico, unos golpes secos y fuertes resonaron en la puerta principal. Un sonido tan agudo que hizo que todos se quedaran inmóviles. La tensión aumentó al instante.

Alastor, siempre calmado, se ajustó el sombrero con una sonrisa retorcida y caminó hacia la puerta. Sin prisa, giró el pomo y abrió. Al otro lado, estaba Lucius, de pie, con una expresión que exudaba confianza, poder y una oscura intención.

—No hay pan duro —dijo Alastor, con una sonrisa de pura malicia—. Vuelve el sábado.

Y sin más, cerró la puerta de golpe, volviendo su atención hacia los demás. Con un simple movimiento de su mano, les hizo una señal para que se prepararan. Sabía perfectamente que no habían visto lo último de Lucius.

El silencio apenas duró unos segundos antes de que nuevamente se escucharan golpes en la puerta. Esta vez, con más fuerza, más insistentes. Alastor suspiró, ajustándose el abrigo con gesto teatral y abrió la puerta de nuevo, esta vez con una sonrisa aún más fingida.

—¡Qué grata sorpresa! No te había visto bien antes. Debo haberme confundido con otro pecador... —dijo, su tono rebosante de sarcasmo.

Lucius soltó una risa fría y escalofriante, con los ojos entrecerrados.

—Tu carisma sigue intacto. No has cambiado nada, Alastor.

—Algunas cosas nunca cambian, querido amigo —respondió Alastor, inclinando levemente la cabeza—. Aunque, debo decir, parece que has tenido un par de mejoras.

—Sí, algunas cosas sí cambian —replicó Lucius, su tono más bajo, pero lleno de amenaza—. Como ya te mencioné, te has ablandado un poco. Ya no eres el mismo demonio que temían. Ahora… tienes debilidades.

Alastor no respondió, solo sonrió con su mirada fija en Lucius, manteniendo su compostura, pero claramente atento a cada movimiento.

Lucius, sin perder más tiempo, aplaudió dos veces. El eco de sus palmas resonó por todo el hotel. Detrás de él, de las sombras más profundas, comenzó a emerger un ejército. Pecadores, pero no cualquier tipo de pecadores. Sus ojos vacíos, las caras deformadas por expresiones vacías y sus cuerpos rígidos. Estaban siendo controlados, esclavos de la voluntad de Lucius. Una marea de cadáveres vivientes, un ejército de zombis infernales.

La Maldición de tu Amor (Charlastor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora