Alastor despertó lentamente, con la mente aún algo nublada por los restos de la pesadilla. Sin embargo, en lugar de la inquietud habitual que solía sentir después de esos sueños, algo diferente lo recibió al volver en sí. El peso cálido y reconfortante sobre su pecho lo hizo sonreír inconscientemente. Charlie estaba aferrada a él, sus brazos alrededor de su torso y su respiración suave contra su cuello.
Alastor observó a la princesa con ternura, tomando un momento para disfrutar de la paz que emanaba de ella. El contraste entre la angustia de su sueño y la serenidad de la realidad era reconfortante. Intentó moverse para levantarse, pero Charlie, sin abrir los ojos, se aferró más fuerte a él, murmurando en un tono soñoliento:
—Cinco minutos más... —pidió, como una niña pequeña que no quería despertar.
Alastor dejó escapar una suave risa, divertida y enternecida por la insistencia de Charlie. Con un suspiro resignado, decidió concederle esos cinco minutos, recostándose de nuevo y acomodándose con cuidado para no despertarla completamente.
—Muy bien, princesa —murmuró Alastor en voz baja, su tono cargado de afecto—, pero solo cinco minutos.
Charlie, aún en su estado de sueño, sonrió ligeramente al escuchar su voz y se acurrucó más cerca, buscando la comodidad que solo él parecía ofrecerle en ese momento. Alastor cerró los ojos, permitiendo que la tranquilidad del momento lo envolviera, dejando que esos cinco minutos se convirtieran en un pequeño oasis de calma en medio del caos que solía ser su existencia.
El silencio se prolongó, y por un instante, Alastor casi se permitió volver a dormirse. Pero un pensamiento cruzó su mente, algo que lo hizo abrir los ojos de nuevo. No podía permitirse dejar que el día pasara de largo. Había cosas por hacer, y aunque disfrutar de la compañía de Charlie era tentador, no podía ceder completamente al deseo de prolongar el momento.
Con delicadeza, Alastor deslizó una mano por la espalda de Charlie, acariciando suavemente para despertarla sin sobresaltarla.
—Charlie... —susurró en su oído, su voz aún suave pero más firme—. Es hora de levantarse.
Charlie hizo un pequeño sonido de protesta, aferrándose a la camisa de Alastor, pero finalmente abrió los ojos, parpadeando lentamente mientras lo miraba. Su expresión era somnolienta pero feliz, y aunque claramente no quería levantarse, sabía que Alastor tenía razón.
—Ya sé... —dijo con una sonrisa perezosa, apartándose un poco para mirarlo a los ojos—. Pero me gusta tanto estar así contigo.
Alastor esbozó una sonrisa torcida, levantando una ceja mientras la observaba.
—Lo sé, pero tenemos un día largo por delante, princesa. No querrás que todo el hotel nos encuentre así, ¿o sí?
Charlie rió suavemente, una risa que resonaba con dulzura en la habitación. Finalmente, se estiró con un suspiro y se sentó en la cama, aún con una expresión algo soñolienta.
—Tienes razón... —admitió, aunque la diversión en su tono era evidente—. Pero no me importaría demasiado si eso ocurriera.
Alastor se levantó con elegancia, tomando una postura más formal aunque su sonrisa aún perduraba.
—Lo sé, Charlie. Y eso es precisamente lo que me preocupa —dijo en tono juguetón, extendiendo una mano para ayudarla a ponerse de pie.
Charlie aceptó la mano de Alastor, pero antes de levantarse por completo, lo jaló hacia ella, plantándole un beso fugaz en la mejilla y con una sonrisa juguetona en el rostro, sus ojos brillando con una chispa de picardía. Alzó una ceja y, en un tono coqueto, le dijo:
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La Maldición de tu Amor (Charlastor)
RomansaDespués de la guerra contra los exorcistas y la remodelacion del Hotel, Charlie y los demás integrantes del staff se preparaban para la reignaguracion Sin embargo, surgió una nueva amenaza de las profundidades: un ser misterioso y formidable que po...