CAPÍTULO XXIII

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La noche había caído finalmente sobre el Hotel Hazbin después de un día agotador. El incidente con Alastor bebé había dejado a todos los huéspedes en un estado de alerta, pero Charlie se había encargado de hablar con cada uno de ellos, explicando la situación y la necesidad de mantenerlo en secreto. Afortunadamente, todos lo entendieron y se comprometieron a no decir nada. Nadie había resultado gravemente herido, y todos seguían en una sola pieza, lo cual ya era una ganancia.

Ahora, Charlie llevaba a Alastor en sus brazos, acunándolo mientras se dirigía a la habitación que compartían. Alastor, agotado después del caótico día, se había quedado profundamente dormido en sus brazos. Su pequeño rostro estaba tranquilo, y por un momento, Charlie se permitió sonreír, aliviada de que las cosas no hubieran terminado peor.

Sin embargo, al llegar a la puerta de su habitación, se encontró con Vaggie, quien parecía estar intentando entrar.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —le preguntó Charlie, tratando de mantener la calma mientras la ira se acumulaba en su interior.

—Entrar a mi habitación, duh —respondió Vaggie, cruzándose de brazos con un tono desafiante.

—¿Estás bromeando? —Charlie le lanzó una mirada fría—. Tú ya no eres mi pareja, así que no vas a compartir habitación conmigo. Ahora la comparto con Alastor, y hablando de él, no quiero verte cerca de él después de lo que intentaste esta mañana.

Vaggie apretó los dientes, su mirada llena de frustración, pero no dijo nada. Solo bufó, dio media vuelta y se marchó hacia otra habitación, dejando a Charlie sola.

Charlie entró en la habitación, cerrando la puerta suavemente detrás de ella para no despertar a Alastor. Lo llevó hasta la cama, acostándolo con cuidado entre las sábanas. Observó su rostro tranquilo y no pudo evitar pensar en lo que había sucedido ese día. A pesar de todo el caos, había algo en él que la enternecía profundamente.

Se sentó al borde de la cama, sus pensamientos divagando. ¿Qué pasaría si alguna vez tuviera hijos con Alastor? ¿Serían tan adorables como él lo era ahora? La idea le causó una mezcla de emociones. Por un lado, no podía negar que había algo increíblemente dulce en la idea de tener una familia. Por otro lado, la realidad de quiénes eran ambos, de las vidas que llevaban, hacía que esa idea pareciera casi imposible.

Suspiró, acariciando suavemente el cabello de Alastor mientras él dormía. El futuro era incierto, pero había una cosa que sabía con certeza: haría todo lo posible por protegerlo, por asegurarse de que estuviera a salvo, sin importar lo que ocurriera.

Charlie se recostó junto a él, cubriéndolo con la manta, y cerró los ojos. Los pensamientos continuaron girando en su mente, pero pronto el cansancio la venció. Mientras se quedaba dormida, solo podía pensar en lo extraño e impredecible que se había vuelto su vida, y cómo, a pesar de todo, había algo profundamente reconfortante en la pequeña figura que dormía a su lado.

En plena madrugada, el Hotel Hazbin se vio sumido en un caos inesperado. El silencio de la noche fue abruptamente interrumpido por el llanto agudo y desesperado de Alastor, que resonaba en cada rincón del hotel, despertando a todos los que dormían.

Charlie se despertó sobresaltada, sus ojos todavía pesados por el sueño, y vio a Alastor retorciéndose en la cama a su lado, llorando a todo pulmón. Con los nervios a flor de piel, se incorporó rápidamente, tratando de calmarlo.

—Shhh, Alastor, tranquilo… todo está bien —susurró, acunándolo en sus brazos y meciéndolo suavemente, aunque la desesperación empezaba a apoderarse de ella. Pero su intento no estaba funcionando; Alastor seguía llorando, y el sonido parecía volverse más fuerte con cada segundo que pasaba.

La Maldición de tu Amor (Charlastor)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora