Realidad

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Dios la tomó del menton para que lo mirara, obligándola a abrir los ojos.

- Tienes que reaccionar, Amma, está es la realidad, está es la niña que siempre fue, la que es y siempre será

Amma temblaba, no lo terminaba de asimilar.

- ¿Dónde crees que encontró el dije?

- ¿De qué hablas?

Dios besó la frente de Amma con cierta rudeza y en ella se proyectaron imágenes de Tara sacando el dije a escondidas mientras velaban a un hombre.

Amma no pudo más y se apartó de él, pero Dios la tomó del brazo y la mantuvo cerca.

- Esa es la niña por la que te sacrificaste, Amma

Amma no soportó más, pues Dios no se detuvo ahí, siguió mostrándole la realidad de la niña que ella había salvado y ayudado desde que la encontró.

- ¡Basta!

Dios la tomó del menton con cierto dominio y pertenencia.

- No, no voy a parar, no ahora, no hasta que entiendas que te sacrificaste por alguien que no lo valía, ¿Por qué aún lo niegas?

- ¡Porque esa no es Tara!

Dios pareció desesperarse y la empujó contra la pared y la acorraló contra está, unos de sus brazos se mantenía en su cadera, presionandola contra la pared mientras la otra seguía en su mentón.

- Si no aceptas la realidad, la realidad acabará contigo

- ¡Mientes!

- ¡Soy Dios!, soy todo lo que tú quieras pero no un mentiroso, no podría mentir

- Mientes en muchas cosas

- Pero no a ti, no podría mentirte

Amma estaba frustrada, la actitud de Dios la tenía confundida, actuaba tan dominante y posesivo, pero a la vez solía mostrar ternura y protección, no sabía que pensar, pero si que hacer.

- Eres un maldito obsesivo

Dios frunció el seño y Amma notó el porque.

- Pensé que había limpiado esa boca tuya -Dijo acercando su rostro más al de él.

Amma intentó retroceder, pero nuevamente le era imposible, estaba nuevamente a su merced, así que hizo lo único que se le ocurría hacer.

Lo miró con desafío a los ojos, esos ojos profundos y dominantes, los cuales eran hermosos, pero también un símbolo de peligro.

- Supongo que tendré que hacerlo bien está vez

Antes de que Amma pudiera preguntar qué quería decir con eso, él apretó más el agarré en su cadera y la acercó más a él.

«Mierda...»

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