Extra I.

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Eros.

El viento es frío y corta mi piel, pero ni siquiera me molesta. Camino entre las lápidas, mi mirada fija en el suelo, como si intentar evitar ver todo lo que hay a mi alrededor fuera a hacer que el dolor se desvaneciera. Pero no lo hace. El cementerio siempre ha tenido algo sombrío, pero hoy, todo se siente más pesado, más difícil de soportar.

Me detengo frente a la tumba de mi padre, toco la piedra con los dedos, las letras gastadas por el tiempo, como si al tocarlas pudiera sentir algo más allá de la fría superficie.

—¿Qué dirías si estuvieras aquí? —murmuré casi sin darme cuenta.

El peso de la culpa me aplasta. Siempre pensé que me lo merecía todo. La rabia, el dolor, la distancia.

—Me arrepiento tanto —las palabras salen solas, como si al decirlas pudiera aliviarme, aunque sé que no es así—¿Por qué no te escuché? ¿Por qué no te hice caso? Si tan solo hubiera hecho lo que me pedías...

Me quedo mirando la lápida, como si pudiera encontrar alguna respuesta en las letras que forman tu nombre.

—Si tan solo hubiera hecho caso, tal vez estarías aquí. Tal vez las cosas habrían sido diferentes.

Mis manos se aprietan en puños, y la rabia crece dentro de mí.

—Te dije que no me importaba lo que pensabas, que lo único que quería era estar con Scarlet—Cierro los ojos, pero las palabras ya están fuera, ya no puedo detenerlas.—Mira cómo terminó todo, papá.

Dejo escapar una risa amarga, casi sin darme cuenta, y me siento en el borde de la tumba, mirando el horizonte, buscando algo para distraerme. Pero no hay nada.

—Me marché y dejé que todo se fuera al diablo. Pero ahora, aquí estoy, atrapado en un vacío que nunca termina.

Me pongo de pie, respiro hondo, intentando calmar la agitación que me quema por dentro.

—Me prometí no volver a confiar en nadie, no volver a ser vulnerable. Y aquí estoy, ¿eh? Con un corazón hecho pedazos. Tal vez nunca vuelva a ser el mismo, tal vez ya lo he perdido todo.

Me quedo en silencio un momento, como si esperara algo.

—Sé que no merezco tu perdón. Sé que no te lo pedí nunca, ni siquiera te lo pedí cuando te fuiste—.Mi voz se quiebra un poco, pero no me importa. —Pero... ¿sabes, papá?  me arrepiento de no haberte hecho caso. Y me arrepiento de no haberme quedado. No lo sabía entonces, pero lo sé ahora.

Me doy la vuelta y comienzo a caminar. Mis pasos suenan en la grava, pero me siento más vacío que nunca. Como si ni siquiera fuera capaz de entender lo que ha pasado, de ver más allá del dolor que me consume.

—Lo he perdido todo, papá. Y tal vez nunca pueda perdonarme.

                                 ***

Salí del cementerio, el peso de la culpa aún presionando mi pecho, y decidí caminar un poco, dejar que el aire fresco me despejara. No tenía un destino claro, solo dejaba que mis pies me guiaran. Pronto, entré en una cafetería. Necesitaba un poco de café, algo para despejarme de todos esos pensamientos oscuros que no dejaban de invadir mi cabeza.

En Cada Atardecer Donde viven las historias. Descúbrelo ahora