Anhelando el hogar

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El chico de un ojo veía pasar a las distintas personas que iban y venían en esa estación del metro mientras él mismo andaba a pasos desganados. Tomó asiento en una banca que se encontraba vacía, se quitó la gorra negra y la dejo en suelo, sacó su cuaderno y se acomodó el shamisen entre los brazos

Empezó a hojear el cuaderno con rapidez, deteniéndose en la hoja indicada. No le hacia mucha falta la partitura, pero prefería tenerla a mano

Saco el plectro del bolsillo de su chaqueta y respiró hondo para empezar

Tocó los primeros acordes mientras meneaba la cabeza con los ojos cerrados

Un niño soñaba con vivir en su tierra
Pero los de arriba con su avaricia
La envenenaron con la guerra

Ese niño creció, maduró y aprendió
Que no todos los hombres son de buen corazón
Que los desalmados solo roban la alegría y el amor
Y que sus sueños no bastaban para echarlos

Su madre lo vio y lloró
"Mi amor aquí ya no hay nada que hacer"
El joven la miró y unas lágrimas soltó
"Mamá qué dices, aquí es donde quiero envejecer"

Y yo decía, ¿Cómo carajos se hace esto?
Dejar mi casa, mi familia, mis afectos
Dejar mi tierra y mis amigos
¿Por qué no todos se vienen conmigo?

Y yo lloré, grite y patalee
Pero la vida me lo hizo entender
Agarre mis canciones y mi equipaje
Me fui con mala cara y no de viaje

Y me fui
Me fui
Con mi cabeza llena de dudas
Pero me fui

Siguió la melodía en su shamisen mientras marcaba el ritmo con su pie izquierdo, suspiró para intentar mitigar el dolor en su garganta, producto de las ganas de llorar.

En su dilema interno, entre seguir con la canción o detenerse y esconderse para llorar, el tintineo característico de las monedas lo sobresaltó. Abrió los ojos medio asustado y se encontró con unos orbes verdosos viéndole atentamente

Un joven extendía su mano hacia la gorra, le había dejado una monedas

El muchacho de ojos verdosos tenía los ojos cristalizados, pero le sonreía a medias, con compasión

––Yo también tuve que dejar mi casa––mencionó con un hilo de voz el joven

El joven soltó un suspiro tembloroso, sintiendo su ojo llenarse de lagrimas y el malestar en la garganta acentuarse. Le sonrío de la misma forma

––¿Hace poco?––

El muchacho negó con la cabeza––Ya voy a cumplir un año...pero todos los días quiero regresar––unas lagrimas se escaparon de esos vidriosos olivos

El pelinegro se sorbio la nariz y se tragó un sollozo, dejó su instrumento en la banca y volvió a sonreirle al otro chico. De la misma forma que su madre le sonrío cuando se fue, con el corazón destrozado, pero con calidez

––Creo que los dos necesitamos un abrazo––dijo con voz temblorosa el de parche

El ojiverde soltó un sollozo mientras asentía, antes de envolver sus brazos al rededor del japonés, quien lo abrazo con el mismo sentimiento

El sentimiento de pérdida y añoranza por volver a casa

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La canción original es de Reymar Perdomo, yo solo la adapte para esto

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