La amiga de los monstruos

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Coraline no era tonta. Sabía que entre los cuatro ella era quien lo había tenido más fácil, no la aventura más sencilla, pero si la vida más tranquila

Incluso cuando la mayoría del tiempo solo despotricaba sobre su vida o los problemas con sus padres. Pero muy en el fondo sabía que realmente era afortunada. Tenía unos padres trabajadores y amorosos, varias comodidades, y realmente sus problemas nunca habían pasado de las diferencias que un preadolescente tenía con sus padres

Ahora con catorce años solo podía rearfirmase en silencio que de verdad su vida había sido bastante afortunada

Porque justo ahora, herida y exhausta, viendo con horror e impotencia el martirio por el que estaban pasando sus amigos, solo deseaba poder cambiar de lugar con ellos, de la manera que sea, con tal de que las voces crueles dejaran de atormentar a sus muchachos

Los tres adolescentes se retorcían de forma miserable en el suelo, soltando lágrimas, apretando los dientes, jalandose el cabello, o clavándose y arañandose con sus uñas. Desesperados por sentir algo más que el dolor que los estaba torturando

––¡LIBERALOS YA! ¡PEDAZO DE MIERDA!––enfurecida y desesperada, la peliazul gritó hacia el cielo, sabiendo que el ser que orquestaba todo este juego podía oírla

La risa de Pitch resonó en cada rincón del bosque, calando en sus huesos y estremeciendo cada fibra de sus nervios con miedo. Pensó que tal vez el coco le diría algo, alguna burla o una pista oculta, pero no dijo una sola palabra, tan pronto llegó su desagradable risa esta se desvanecío. Esta era la última prueba de todo el tétrico juego, y el titiritero planeaba dejarlos morir torturados

La muchacha resopló y dejó salir un pequeño gritó de frustración, hubiera ido a desquitarse con un árbol, pero los gritos y gruñidos de sus amigos la obligaron a concentrarse en el problema

Se acercó corriendo al trío en el suelo, se arrodillo a un lado de Huevo, quien estaba más cerca de ella, lo tomó de los hombros con la intención de zarandearlo. Pero apenas lo tocó, una fuerza abrupta la empujó lejos de los muchachos, se quejó al sentir el fuerte golpe en su espalda, se obligó a recuperarse pronto para enfocarse en los chicos. Al verlos nuevamente se encontró con tres figuras bizarras hechas de la misma arena negra que les ha ocasionado problemas desde un principio, estos espectros tenían la forma de sus amigos, pero más grandes y amenazantes, con rostros deformados en muecas malvadas. Cada figura se inclinaba sobre los tres muchachos, susurrando de una forma tan inaudible para ella que podría jurar que simplemente movían la boca sin emitir sonido alguno, pero las muecas compungidas de sus amigos le decían todo lo contrario

Volvió a levantarse y tratar de acercarse a los chicos, pero cada vez que se aproximaba las figuras de arena negra la atacaban, obligandola a mantener distancia si no quería acabar más magullada de lo que ya estaba. Pero no podía dejarlos así

––¡Oigan idiotas! ¡¿Me oyen?! ¡Chicos soy yo!––empezó a gritar y a moverse alrededor de ellos, manteniendo algo de distancia por las sombras siniestras

Siguió así por unos minutos, gritando e intentando que su voz llegara a sus amigos, pero parecía que todo era en vano, sin importar que tanto gritará o que tan fuerte, ninguno parecía escucharla, y las risas burlonas que le lanzaban esas sombras le confirmaban que sus intentos no estaban llevando a nada

Se estaba desesperando y enojando en partes iguales, por lo tanto no estaba pensando con la cabeza fría, solo pensaba en ayudar al trío. Así que, no pensó en lo que le pasaría, o si se iba a arrepentir, su cuerpo solo se movió por instinto

Infló de aire sus pulmones, apretó sus puños con fuerza y corrió sin importarle nada de nada, sin importarle que las sombras la empujaban y golpeaban con violencia, se abalanzó sobre Kubo y se aferró a él, abrazando su espalda y cerrando sus ojos con fuerza, llamando a su compañero mientras las sombras lastimaban su espalda, sus brazos y sus piernas. Sintió que se desmayaria en cualquier momento, que moriría ahí mismo, pero solo siguió llamando a sus amigos hasta quedarse sin aire

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