CAPÍTULO 21

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Salí de allí con las muñecas adoloridas y tomé un taxi. Me dirigí a casa de Erick, ansiosa por contarle todo lo que había pasado. Cuando llegué, toqué el timbre, pero no salió nadie. Esperé un rato, pero nada. Un vecino se acercó a mí y me dijo:

"Lo siento, señorita. Erick no está en casa. Se fue hace un par de horas y no ha regresado".

Me sentí confundida y preocupada. ¿Dónde podría estar Erick? ¿Por qué no me había avisado que se iba a ir?

"¿Sabe dónde podría estar?", le pregunté al vecino.

El vecino se encogió de hombros.

"No lo sé, señorita. Lo siento".

Me quedé allí parada, sin saber qué hacer. No tenía a dónde ir, ni a quién recurrir. Max me había amenazado, y ahora Erick no estaba. Me sentí sola y vulnerable.

Decidí esperar un rato más, por si acaso Erick regresaba. Pero mientras esperaba, no pude evitar pensar en lo que Max me había dicho. ¿Me estaría vigilando? ¿Estaba en peligro?

Me fui a casa y decidí no contarle a nadie lo que había pasado. No quería preocupar a mis seres queridos ni darles detalles de la terrible experiencia que había vivido con Max.

Al día siguiente, fui a casa de mis padres. Estaban preocupados por mí, ya que sabían que había estado pasando por un momento difícil después de la ruptura con Max.

"Hija, ¿cómo estás?", me preguntó mi madre, abrazándome.

"Estoy bien, mamá", le dije, tratando de sonreír. "Max me engañó con Scarlet. Eso es todo".

Mi padre frunció el ceño.

"¿Ese sinvergüenza?", exclamó. "No te merecía, Rebeca. Eres mucho mejor que él".

Mi madre me acarició el cabello.

"No te preocupes, hija. Ya pasará. Encontrarás a alguien que te ame de verdad.

Asentí, agradecida por su apoyo. Pero dentro de mí, sabía que había omitido una parte importante de la historia. La parte en la que Max me había secuestrado y amenazado. No estaba lista para compartir eso con nadie. Aún no.

"Y Scarlet... ¡cómo se atreve a hacerte esto!", exclamó mi madre, indignada. "Era como otra hija para mí".

Me encogí de hombros, tratando de calmarla.

"Está bien, mamá. Vamos a olvidar eso", le dije. "Además, creo que ella se quedó con Max en Nueva York. Mejor así".

Mi madre asintió, aunque aún parecía molesta.

"Sí, mejor así. No mereces a alguien que te haga daño, Rebeca. Tú mereces alguien que te ame y te respete".

Me sonreí, agradecida por su apoyo.

"Gracias, mamá. Me siento mejor sabiendo que estás aquí para mí".

Mi madre me abrazó fuerte.

"Siempre estaré aquí para ti, hija. No importa lo que pase".

En ese momento, me sentí agradecida por tener una familia que me amaba y me apoyaba. Era hora de dejar atrás el dolor y seguir adelante.

"Y ¿dónde está el nuevo integrante de la familia? ¿Dónde está el pequeño Víctor?", pregunté, recordando que mi hermana había tenido un bebé recientemente.

Mi madre sonrió y se levantó para ir a buscarlo.

"Está durmiendo en su habitación. Quería que descansara un rato. Pero ven, te lo traigo", dijo.

Regresó con el pequeño Víctor en brazos, que estaba dormido pacíficamente. Lo tomé en brazos y lo besé en la frente.

"Es tan lindo"

Me senté en el sofá con el pequeño Víctor en brazos, sintiendo una sensación de paz y felicidad. Después de todo lo que había pasado, estaba agradecida de estar con mi familia.

"Sí, es un amor", dijo mi madre, sonriendo. "Al fin lo conoces. Ya era hora de que lo abrazaras y lo besaras".

Me reí y besé de nuevo al pequeño Víctor, que seguía durmiendo pacíficamente en mis brazos.

"Es tan pequeño y delicado", dije. "Me encanta".

Mi hermana se acercó y se sentó a mi lado.

"¿Verdad que es un ángel?", preguntó, sonriendo.

Asentí, sin poder dejar de mirar al pequeño Víctor.

"Es el ángel de la familia", dije.

Todos nos reímos y pasamos un rato disfrutando de la presencia del pequeño Víctor, sintiendo gratitud y amor.

"Ya, ya, ve a acostarlo para que duerma tranquilo", le dije a mi madre, mientras le pasaba al pequeño Víctor.

Y me volví hacia mi hermana:

"Mateo, el todavía está chiquito y también necesita de tu atención. ¿Cómo se tomó la noticia? ¿No se puso celoso por su hermanito?"

Mi hermana se rió.

"Al principio, un poco", admitió. "Pero luego se enamoró de Víctor. Ahora es su 'hombrecito' y lo cuida mucho".

Me sonreí, imaginando a Mateo cuidando a su hermanito.

"Es tan dulce", dije. "Me alegra que se llevaran bien".

Mi hermana asintió.

"Sí, es un alivio. Y Mateo está aprendiendo a ser un gran hermano mayor".

Mi madre regresó a la habitación, sonriendo.

"Víctor ya está durmiendo. Y Mateo está jugando en su habitación, esperando que le prestes atención", dijo.

Me levanté para ir a ver a Mateo, emocionada de pasar tiempo con mis sobrinos.

LA MIRADA QUE LO CAMBIÓ TODO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora