CAPÍTULO 25

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"Sí, sí, claro que quiero! Me encantaría", dije, emocionada, y me lancé a besarlo.

Holden sonrió y me abrazó, devolviendo el beso con pasión. Sentí como si el mundo se detuviera en ese momento, solo estábamos nosotros dos, perdidos en nuestro amor.

Los pétalos de rosa, el champán y los libros se convirtieron en un recuerdo borroso, mientras nos sumergíamos en el beso. Era como si todo el universo se hubiera alineado para que estuviéramos juntos.

Finalmente, nos separamos, sonriendo y jadeando. Holden me tomó la mano y me miró a los ojos y dijo:

"Eres la mujer que siempre había querido para mí. Desde que te vi, sentí muchas cosas... no sabía qué me pasaba, porque nunca me había pasado. Yo era más como un tipo de encuentros casuales, pero contigo todo es diferente, Rebeca. Me encantas, amo todo de ti".

Su voz era llena de emoción y sinceridad. Me sentí conmovida por sus palabras, y mi corazón latía con fuerza.

"Amo tu sonrisa, tu risa, tu manera de ver la vida... amo tu inteligencia, tu pasión, tu bondad. Amo todo de ti, Rebeca", continuó.

Me sentí abrumada por la intensidad de sus palabras. Nadie me había hablado así antes.

"Holden...", intenté decir, pero me quedé sin palabras.

Él sonrió y me acercó a sí.

"No necesitas decir nada, Rebeca. Solo sé que te amo, y que quiero pasar el resto de mi vida contigo".

Me sentí flotar en un mar de felicidad, sabiendo que había encontrado al hombre que me amaba por quien soy.

Nos sentamos, pedimos la cena y hablamos un rato, disfrutando de la compañía mutua. Luego, llegó el mesero con nuestros platos y, mientras comíamos, Holden me dijo:

"Te diré un dato curioso sobre mí. Soy mitad italiano y mitad londinense. Mi papá es de aquí, de Londres, y mi mamá es italiana".

"¿En serio?!", le pregunté con emoción, sorprendida por la revelación.

"Pues sí", me respondió Holden, sonriendo.

Y yo, sin pensarlo, le dije:

"Y yo te diré un dato curioso sobre mí. Estoy obsesionada con Italia, su idioma, su cultura... y los italianos, por supuesto. Es más, si en este momento mismo llegara un italiano y me pidiera que me casara con él, lo haría".

Holden se rió y me miró con una sonrisa pícara.

"Pues parece que el destino nos ha unido", dijo, tomándome la mano.

Me sentí emocionada y feliz, sabiendo que compartíamos una conexión especial. Y en ese momento, supe que mi obsesión con Italia había llevado a algo mucho más profundo y significativo.

Pero tú no eres italiano legalmente", le dije, sonriendo con picardía.

Holden me miró con una mirada de indignación, fingiendo estar ofendido.

"Luego, se rió y me dijo: "Bueno, es lo que hay, novia. Lo aceptas o lo dejas".

Lo miré seria, intentando mantener la expresión, y le dije: "Lo dejo".

Holden se quedó en silencio, con una cara de sorpresa y decepción. Pero solo por un momento.

De repente, me eché a reír a carcajadas y le dije: "Es broma, obvio que lo acepto! Deberías a ver visto tu cara, jajaja".

Holden se rió también, aliviado, y me abrazó.

"Me mataste", me dijo, sonriendo. "Pensé que me habías rechazado".

Me reí aún más, disfrutando del momento y de la conexión que compartíamos.

"Nunca te rechazaría", le dije, mirándolo a los ojos. "Te amo, italiano o no".

Terminamos de comer y le dije a Holden que me esperara, que iría al baño. Cuando regresé a la mesa, vi que Holden estaba discutiendo con una mujer. Me acerqué un poco más para escuchar lo que pasaba, manteniendo una distancia prudente.

La mujer intentaba tocar a Holden, pero él la rechazaba. Le decía que se fuera, que ya habían hablado de eso hace mucho tiempo, que lo suyo eran solo encuentros casuales, nada más. La mujer se negaba a irse y le decía "¿Por qué ella sí y yo no?".

Holden se frustró y le dijo que ya se lo había dejado claro, que no quería problemas con su novia (conmigo). La mujer se lanzó sobre él, intentando besarlo, pero Holden no le correspondió y se alejó.

En ese momento, Holden me vio y se puso pálido. Se acercó a mí y me dijo: "Mi amor, no es lo que parece, te lo prometo, créeme".

La mujer se rió y dijo: "Claro que es lo que parece, nos acabamos de besar".

Me acerqué a la mujer, le di una cachetada y le dije: "Esto es para que aprendas a respetar a los hombres ajenos. Te está diciendo que te vayas, que solo tenían encuentros casuales. ¿No entiendes? ¡Eres una zorra! Lárgate y deja a mi novio en paz".

Holden me agarró la mano y la entrelazó con la suya, y le dijo a la mujer: "Ya escuchaste a mi novia, Juliet. Vete".

La mujer se fue, mirándonos con rabia, y nosotros nos quedamos allí, mano a mano, sabiendo que nuestro amor era más fuerte que cualquier obstáculo.

Holden intentó disculparse, pero lo interrumpí.

"No te disculpes, amor. No es tu culpa que ella sea una zorra. Lo que sí es tu culpa es no saber elegir bien", le dije con una sonrisa pícara.

Holden me miró y me dijo: "Pero te elegí a ti, así que elegí bien".

Me aguaron los ojos con esa declaración. Me puse de puntitas y le di un beso apasionado.

"Te amo, mi mitad italiano", le dije.

Pagamos y salimos del restaurante. Luego nos fuimos al cine y la pasamos genial. La noche fue perfecta, solo nosotros dos, disfrutando de la compañía mutua.

Mientras veíamos la película, Holden me tomó la mano y me la acarició suavemente. Me sentí segura y amada.

Después del cine, caminamos un rato bajo las estrellas, disfrutando del fresco nocturno.

LA MIRADA QUE LO CAMBIÓ TODO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora