CAPITULO 24

3 2 0
                                    

En el reino de Pyros la sequía avanzaba, dejando su huella en cada rincón. El rey Namjoon había decidido que era hora de actuar. Consciente de la desesperación que enfrentaban las aldeas más afectadas, ordeno enviar provisiones a cada aldea.

—Debemos mostrarles que no están solos —dijo Jin con determinación mientras se ofrecía para acompañar a los que llevarían las provisiones. 

— Yo también quiero ir, Padre. La gente necesita ver que sus príncipes están dispuestos a luchar por ellos —afirmó JHope. 

El rey permitió que los príncipes fueran cada uno con un séquito de guardias que los protegieran de cualquier peligro. 

—Recuerden mantenerse alerta —les advirtió su padre al despedirlos.

—Lo haremos, padre —respondieron ellos. 

Cada príncipe tomó una ruta diferente. Suga se fue al este. JHope al oeste. Jin al norte y Jimin al sur.

Con su grupo de guardias a su lado, Suga montó su caballo y partió hacia el este, llevando consigo provisiones esenciales para los aldeanos que luchaban por sobrevivir. 

Ya empezaba a oscurecer cuando llegaron a la segunda aldea. Avanzaban por los caminos polvorientos, y después de varias horas de viaje, llegaron a una aldea que había sido devastada por la sequía. Los rostros de los aldeanos reflejaban desesperación y sufrimiento. Suga se sintió impulsado a actuar rápidamente.

—¡Aquí están las provisiones del castillo! —exclamó mientras comenzaba a repartir alimentos y agua entre los aldeanos agradecidos. Sin embargo, mientras trabajaba, la flecha se clavó justo en el saco de alimentos que estaba entregando a un anciano. 

—¡Bandidos! —gritó uno de los guardias mientras señalaba hacia el bosque cercano.

Un grupo de hombres armados emergió entre los árboles, sus ojos llenos de malicia. Suga sintió cómo la adrenalina corría por sus venas; sabía que debía proteger a su séquito y a los aldeanos.

—¡Formen filas! —ordenó Suga con voz firme mientras desenvainaba su espada.

Los bandidos cargaron hacia ellos con ferocidad, pero Suga no se dejó intimidar. Con un movimiento rápido de su mano, comenzó a manipular las sombras a su alrededor. Las sombras se alargaron y tomaron forma, convirtiéndose en figuras oscuras que atacaron a los bandidos desde todos lados.

—¡Ahora! —gritó Suga, mientras las sombras envolvían a sus enemigos, desorientándolos y haciendo tropezar. Sus hombres aprovechan la confusión para atacar con valentía.

Suga luchaba con destreza; cada movimiento era preciso y calculado. Las sombras danzaban a su alrededor como si tuvieran vida propia, protegiéndolo mientras él defendía tanto a sus hombres como a los aldeanos aterrorizados.

A pesar del caos del combate, Suga mantuvo la calma. Sabía que debía actuar rápido; no solo estaba en juego su vida, sino también la esperanza de aquellos que dependían de las provisiones.

Con un último esfuerzo concentrado, hizo que las sombras se abalanzaran sobre el que parecía ser el líder de los bandidos, atrapándolo en un abrazo oscuro e implacable. El hombre gritó mientras caía al suelo, incapaz de liberarse del poderío sombrío que lo mantenía inmovilizado.

—¡Atrápenlos! —ordenó Suga a sus hombres mientras continuaban luchando contra el resto del grupo enemigo. Con la ayuda de las sombras y la valentía inquebrantable de sus guardias, lograron repeler el ataque.

Cuando finalmente todo quedó en silencio y los bandidos huyeron despavoridos hacia el bosque, Suga respiró hondo para recuperar el aliento. Miró alrededor; los aldeanos comenzaron a salir de sus escondites atónitos ante lo que acababan de presenciar.

—¿Está bien, su alteza? —preguntó uno de los guardias mientras se acercaba preocupado.

—Sí —respondió Suga mientras sacudía la cabeza para despejarla. —Pero debemos seguir adelante; hay más aldeas que necesitan nuestra ayuda.

—Su alteza, pueden pasar la noche aquí y descansar —dijo el anciano. —Tenemos sanadores que pueden curar las heridas de sus hombres, y así continuar su camino mañana. 

Suga agradeció la hospitalidad de hombre y hizo un vistazo a sus hombres; efectivamente, algunos estaban heridos aunque no de gravedad. Así que decidió quedarse esa noche mientras los atendían. Allí fueron recibidos con sonrisas cálidas y lágrimas de gratitud por parte de los aldeanos que habían estado esperando ansiosamente ayuda.

Suga sintió una profunda satisfacción al ver cómo sus esfuerzos estaban marcando una diferencia tangible en la vida de aquellos que habían sufrido por la sequia. Aunque había enfrentado peligros inimaginables ese día, sabía que cada sacrificio valdría la pena si eso significaba traer esperanza nuevamente al reino.

Más temprano ese mismo día, el príncipe JHope llegaba a otra aldea del oeste. Fue recibido con miradas agradecidas pero cansadas. Los aldeanos estaban ansiosos por recibir ayuda y escuchar palabras de aliento. JHope comenzó a distribuir las provisiones y a ofrecer consuelo a quienes lo rodeaban.

Sin embargo, mientras se encontraba en medio de la entrega, un grito desgarrador resonó en el aire. Otro grupo de bandidos había emboscado a su séquito, atacando con ferocidad.

—¡Protejan al príncipe! —gritó uno de los guardias mientras luchaban contra los atacantes.

JHope no dudó ni un segundo; desenvainó su espada y se lanzó al combate. Su entrenamiento en esgrima le permitió moverse con agilidad entre los enemigos, defendiendo a sus hombres mientras buscaban repeler el ataque.

A pesar de su valentía y habilidad en combate, los bandidos eran numerosos y feroces. En medio del caos, varios hombres resultaron heridos gravemente. Al verlos caer, surgió el instinto sanador de Jhope; sabía que debía actuar rápidamente.

Concentrándose en sus habilidades curativas, comenzó a sanar a los heridos uno por uno. Cada toque de sus manos les devolvía algo de fuerza, pero también drenaba su propia energía vital. A medida que sanaba a cada hombre caído, sentía cómo su propio cuerpo se debilitaba.

Finalmente, después de una feroz batalla que pareció durar horas, lograron ahuyentar a los bandidos. Sin embargo, Jhope estaba exhausto; había utilizado casi toda su energía para salvar a sus hombres.

— Príncipe… ¿Está bien? —preguntó uno de los guardias mientras se acercaba tambaleándose.

—Estoy bien… Solo necesito descansar un momento —respondió con voz entrecortada, sentándose débilmente.

Los aldeanos comenzaron a organizarse rápidamente para atender al príncipe y sus hombres. Mientras tanto, él se dejó caer al suelo exhausto.

Una joven aldeana corrió hacia él con agua fresca y lo ayudó a levantarse un poco. 

—Debe descansar, su alteza —le dijo suavemente mientras le ofrecía el agua.

—No puedo… las provisiones —murmuró Jhope antes de perder el conocimiento.

Cuando despertó más tarde, estaba rodeado de rostros preocupados pero agradecidos. La joven aldeana sonreía aliviada al verlo despertar.

—Su alteza, ha hecho mucho por nosotros, —dijo ella suavemente. —Gracias a usted y tus hombres hemos podido salvar nuestras vidas. 

Mientras recuperaba fuerzas en la calidez del hogar comunitario donde lo habían llevado para descansar, supo que había tomado la decisión correcta al venir aquí.

PYROS Reino en Llamas [#starpop2024]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora