32. Leo Keinstin

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٬٬⠀Leo Keinstin⠀─

Leo observaba a Nate desde una posición en la multitud, su rostro inmutable mientras su amigo y líder hablaba con la firmeza de alguien dispuesto a enfrentar cualquier amenaza. Aunque sus ojos seguían cada movimiento de Nate, su mente estaba en otro lugar, en un tiempo que preferiría olvidar, pero que sabía que nunca podría.

Cuando Nate terminó su discurso y comenzó a bajar del escenario, Leo aprovechó la oportunidad para mezclarse con la gente que comenzaba a dispersarse. Caminaba con la familiaridad de alguien que había hecho esto muchas veces antes: perderse entre las sombras, volverse invisible. Era una habilidad que había perfeccionado durante los años en los que había trabajado para la organización. Una organización que ahora, tras haber dejado todo atrás, lo perseguía como un espectro.

Cinco años atrás...

El sonido de las botas de combate resonaba en el túnel subterráneo donde Leo y su equipo avanzaban. Eran cinco hombres, cada uno entrenado hasta el límite de la resistencia humana, cada uno con una especialidad que los hacía letales. Leo había sido el líder del grupo, el cerebro detrás de las operaciones más delicadas de la organización. Sabía cómo sacar el máximo provecho de cada hombre a su mando, y cómo lograr que una misión imposible se convirtiera en un éxito asegurado.

Ese día en particular, habían recibido una misión sencilla: infiltrarse en una instalación militar ubicada en una nación sin nombre del este de Europa. Su objetivo era un general de alto rango que había estado coordinando esfuerzos para resistir la expansión de la organización en la región. La orden había sido clara: no debía quedar rastro del hombre, ni de su familia, ni de sus aliados. La organización no permitía disidencias, y Leo y su equipo eran los encargados de garantizarlo.

Cuando llegaron al complejo, Leo revisó la información una vez más. Conocía cada rincón del lugar, cada punto ciego de las cámaras, cada paso de los guardias. El tiempo era esencial, y sabían que solo tenían una ventana de veinte minutos para ejecutar el trabajo antes de que las fuerzas de seguridad pudieran responder.

──Nos dividimos en dos equipos ──había dicho Leo con su voz fría──. Equipo uno, conmigo. Eliminamos los objetivos primarios. Equipo dos, cubran nuestra salida y aseguren la retirada.

El plan se llevó a cabo a la perfección. Leo y los dos hombres que lo acompañaban se movían como sombras, letales y precisos. Cada enemigo que encontraban era neutralizado sin hacer ruido, cada puerta se abría sin activar las alarmas. Cuando finalmente llegaron a la oficina del general, Leo no perdió tiempo. El hombre no tuvo oportunidad de suplicar, no hubo palabras. Un disparo en la cabeza y todo había terminado para él.

Pero entonces, justo cuando Leo estaba a punto de dar la señal para retirarse, escuchó un sonido que lo paralizó por un segundo. Un sonido suave, apenas audible, que provenía de un pequeño armario en la esquina de la habitación. Leo se acercó lentamente y lo abrió con cautela, sabiendo que no había espacio para errores.

Dentro, encontró a una niña, no mayor de ocho años, abrazando una muñeca con una mano mientras se cubría la boca con la otra para no gritar. Sus ojos enormes estaban llenos de terror al ver a Leo, al hombre que acababa de asesinar a su padre frente a sus ojos.

Leo no sabía cuánto tiempo estuvo allí, parado, mirando a la niña. Todo su entrenamiento, todas las misiones que había realizado, lo habían preparado para cualquier situación, pero no para esto. No para el momento en que tendría que enfrentarse a la humanidad de su propia alma. Sabía lo que la organización esperaría de él. Sabía lo que debía hacer. Pero en ese instante, algo dentro de él cambió.

──Tienes que salir de aquí ──le dijo a la niña en voz baja, empujándola suavemente hacia la puerta trasera que daba al exterior.── Corre, y no mires atrás.

Los Estigmas de Nate Edevane (+18) #1 EDLD ✔️ [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora