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Japón, Tokio (2015)

Un joven de 17 años recorría las solitarias calles de Tokio. Ese pequeño alfa, con tanta inmadurez en la cabeza, había dejado la comodidad de su casa para convertirse en un hombre.

Las peleas con su padre eran cada día peores. La escuela nunca fue su fuerte; era un total chico problema. Odiaba que su padre lo comparara día a día con su hermano gemelo.

Jin siempre fue el orgullo de su padre: el chico más dulce que se podía conocer, con buenas notas, presidente de su clase y, sobre todo, un buen hermano.

Ryomen Itadori nunca odió a su hermano; de hecho, lo admiraba de cierta forma, pero fue su padre quien hizo que su relación de hermanos se quebrara. Aún recuerda las últimas palabras que su padre le dijo: "Y recuerda que para ti estoy muerto", y sin más, el chico salió de su casa, no sin antes dar una última mirada a su gemelo que solo bajo la cabeza.

El dinero que tenía ahorrado estaba a punto de acabarse; lo más probable era que terminaría pidiendo perdón de rodillas al viejo y regresaría a casa.

Ojalá hubiera regresado...

El chico se sentó en una de las bancas del parque. Era tarde en la noche y la mayoría de las personas se dirigían a sus hogares. Suspiró pesadamente cuando sintió la presencia de alguien más.

— No deberías estar en tu casa, niño.

Un hombre de edad avanzada se sentó a su lado. Su cabello blanco por la vejez y las arrugas en su rostro llamaron la atención, pero lo que más destacó fue su vestimenta.

— ¿A usted qué le importa? Mejor váyase al asilo de donde se escapó — el hombre solo pudo reír ante tal ocurrencia.

— Solo soy un pobre viejo que quería hablar contigo. Pensé que eras otro vagabundo sin comida. Veo que no, me retiro — Sukuna, al escuchar la palabra "comida", se interesó.

— Espere, tal vez lo sea...

Oh, Sukuna, debiste no aceptar esa comida.

El chico comía su hamburguesa tranquilamente en compañía del viejo. Ya habían entablado una conversación; el hombre parecía un mafioso. Lo supo desde el momento en que observó a los hombres vestidos de negro a su alrededor. La ropa pulcra y los anillos en sus dedos lo dejaban en claro.

— Veo que no tienes a dónde ir. ¿Qué te parecería trabajar para mí? Ganarás muy buen dinero.

Sukuna lo pensó; era eso o morir de hambre. Sabía que involucrarse con la mafia era algo que no se debía ni considerar. Pero tal vez las palabras de ese hombre, la deliciosa comida y la oferta de tener algo y dejar de mendigar en las calles resultaron tentadoras.

El pequeño alfa solo respondió con un corto "sí".

Dos años después...

Tokio, Japón (2017)

La sangre se había salpicado sobre su camisa blanca. Sukuna, que ahora no tenía ni un rastro de inocencia, se encontraba terminando el encargo de su jefe.

Cuando se unió a la mafia, nunca pensó que pasaría por tanto dolor. Al principio era un inexperto que, después de sus entrenamientos, terminaba con los dedos morados y marcas en su cuerpo, pero con el tiempo las marcas dejaron de aparecer y se había convertido en un hombre. No solo eso, sino en una máquina de matar.

El jefe le tenía una estima enorme, pues se había convertido en uno de sus mejores hombres. Dinero y mujeres era todo lo que lo rodeaba.

La vida parecía darle al menos una oportunidad para vivir. Solo estaba encargado de dar advertencias, cobrar préstamos e intimidar a los deudores y eliminar las plagas... Sabía que la organización tenía otros negocios, pero ese no era su problema.

Lazos incomprensibles. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora