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El lugar era todo un desastre. Patrullas y ambulancias por doquier. El accidente había cobrado la vida de muchas personas, entre ellos la familia Itadori. Jin Itadori había muerto en el impacto. Por otro lado Kaori, la mujer yacía en el suelo mientras sus ojos trataban de mantenerse abiertos, pero por inercia se cerraron por completo.

—Yuji... Mi Yuuji estarás bien.—fueron las últimas palabras que la mujer pudo decir antes de dejar el mundo. Ambos habían sido víctimas de un accidente automovilístico regresando de su cena de aniversario.

Los Itadori no tuvieron la oportunidad de despedirse de su pequeño bebé de 3 meses. Quién diría que una pequeña noche fuera de la rutina les saldría cara.

Ahora los agentes de policía se encontraban frustrados. El pequeño había sido llevado a un orfanato. Pensaron que al ser un bebé, sería más fácil llevar la adopción. Que equivocados estaban.

El pequeño bebé de ahora cuatro meses no comía y lloraba la mayoría del tiempo. Hasta para las cuidadoras era más complicado cada día cuidar del pequeño. Le hacía falta su madre.

—Señor ya no se que más haremos, si el cachorro continúa de esa manera—pausó por un momento—morirá—terminó por decir la dueña encargada del lugar.

—Entiendo perfectamente, pero este niño no tiene a nadie más—dice el oficial—sus padres no dejaron ni un contacto, que más podemos hacer.

Si bien los Itadori no habían dejado ni un contacto de emergencia, lo cual era extraño. Al revisar el pequeño departamento donde vivían lo único que pudieron encontrar fue la dirección y número de un hospital donde el padre de Jin permanecía, pero no podían cederle la custodia por más que fuera un familiar, no se encontraba en las mejores condiciones.

—Tendré que visitar al viejo de nuevo, se que el sabe a quien podríamos llamar—suspiró—que deje todo ese drama familiar por un momento.

—Tendré que visitar al viejo de nuevo, se que el sabe a quien podríamos llamar—suspiró—que deje todo ese drama familiar por un momento

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—Ya les dije oficiales, no tengo idea de donde pueda estar ese bastardo que tengo por hijo—decía por décima vez Wasuke. Si bien no era mentira del todo.

Su hijo Jin lo visitaba casi siempre y trataba de que arreglara las cosas con Ryomen, pero era en vano los dos tenían un orgullo inquebrantable.

—Lo sabemos señor Itadori, pero también sabemos que Jin mantenía contacto con su hermano—el oficial trataba de sonar tranquilo, pero estaba más que desesperado—No encontramos ni un número de teléfono.

—Ese niño viviría mejor en un orfanato que con ese bueno para nada—decía el mayor con gran enojo.

—Señor entendemos que esté molesto, pero su nieto está muriendo—suspira—no quiero sonar grosero, pero entienda que usted no tiene más tiempo y su nieto quedará desamparado.

Wasuke piensa tienen razón. Su enfermedad está muy avanzada y el olor de sus feromonas es cada vez más débil para mantener al bebé tranquilo.

—Bien—dice ya resignado—No se donde está, pero si les sirve el bastardo se cambio el nombre. Ahora se encuentra como Ryomen Sukuna—termina por decir—No les será difícil encontrarlo. Es el gemelo de Jin.

—Lo encontré señor—habló uno de los tantos oficiales—Ryomen Sukuna, 26 años, soltero, trabajo en

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—Lo encontré señor—habló uno de los tantos oficiales—Ryomen Sukuna, 26 años, soltero, trabajo en... no puede ser.

—¿Qué sucede?.—pregunta.

—Trabaja en el departamento policial de Tokio—termina por decir.

Lo que le faltaba. Si bien lo habían encontrado, pero ahora tenían otra preocupación, un trabajo de esa magnitud no era lo que esperaban. Servicios sociales los cuestionarían.

—El destino nos odia.

—Tranquilo Suguru, no creo que tengamos problemas con eso—pausa—estoy segura que cuando vea que se trata de su lindo sobrino, hará lo mejor que pueda.

Esperemos...

Lazos incomprensibles. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora