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Megumi se encontraba frustrado. Ya habían pasado dos semanas desde que comenzó a cuidar de Yuuji, y las cosas con Sukuna se habían complicado. El alfa ahora lo evitaba, y a un que los momentos de tensión habían aumentado con los días, ninguno daba el paso. Pronto comenzaría el celo del menor y eso lo traía mas irritado de lo normal ya que quería pasarlo con el alfa. Megumi, sin disimulo, había estado invitando al hombre a pasar el celo con él, pero Sukuna parecía no darse cuenta de sus intenciones. Todo comenzó con pequeñas cercanías que ponían ansioso al alfa, además de dejar ciertas prendas en su apartamento, como camisas y abrigos. Era un llamado omega al igual que estaba marcando territorio dejando en claro que es el omega de ese hogar.

El Megumi del pasado se sentiría avergonzado, pero ahora solo quería ser el único omega para el alfa.

Megumi se encontraba en el apartamento de Sukuna cuidando del pequeño. Desde el incidente de su ataque de pánico, el omega había empezado a pasar más tiempo allí con la excusa de que el cachorro prefería ese lugar, pero la realidad era que lo único que podía calmar sus nervios era el olor de Ryomen.

Era fin de semana y Yuuji estaba dormido. El alfa había salido de emergencia hace tres horas, y el reloj marcaba ya las seis de la tarde. Lo más probable es que estuviera en camino de regreso. Sin nada más que hacer, Megumi se recostó en el sofá de la sala, aspirando el aroma que llenaba el gran departamento. ¿Debería ser más directo con el alfa? Megumi ya no podía ocultar lo que sentía por ese hombre, que con el paso de los días había cambiado su actitud. Le atraía fuertemente. Sabía que Ryomen no era un alfa con un buen historial, pero ¿las personas pueden cambiar, verdad? Antes podía notar las intenciones del alfa y cómo lo miraba con lujuria. Ahora, el hombre ni siquiera se acercaba; podía percibir su nerviosismo, y más de una vez lo había encontrado mirándolo, solo para ver cómo el mayor desviaba la mirada avergonzado. Una de las cosas que más le gustaba de él era la manera en que sus mejillas se ruborizaban y empezaba a tartamudear.

Al recordar esos momentos, una sonrisa asomó en los labios del omega. Tal vez era momento de hablar apropiadamente.

El sonido del timbre resonó. Debería ser Sukuna. Aunque le pareció un poco extraño, ya que el alfa tenia una copia de las llaves y el conservado las originales, permitiéndole entrar cuando quisiera.

Megumi se arregló un poco el cabello antes de abrir la puerta, pero para su sorpresa, no era Sukuna. Era un omega...

Un chico un poco más bajo que él, con el rostro pálido y unos grandes ojos

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Un chico un poco más bajo que él, con el rostro pálido y unos grandes ojos... ¿rosados o púrpuras? No podía distinguirlo bien debido a la poca luz del pasillo. Un aroma a frutos rojos llegó a su nariz, aunque pronto se tornó más amargo. Megumi, al percibirlo como una amenaza, comenzó a liberar feromonas también.

—Mmm... ¿Hola? —Megumi fue el primero en hablar al ver que el omega solo lo miraba fijamente—. ¿Qué necesitas?

Uraume desvió la mirada y esbozó una sonrisa falsa.

Lazos incomprensibles. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora