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Todos escuchaban a Megumi hablar. Yuta se encontraba sorprendido al ver a su hermano tan tranquilo ante la situación. El omega siempre había sido una persona pacífica; odiaba a quienes se aprovechaban de los más débiles, y sobre todo a los alfas que utilizaban su posición para hacer lo que quisieran.

Gojo, en cambio, no estaba nada contento con lo que escuchaba. No era alguien con prejuicios, pero no quería que su hijo se metiera en problemas por culpa de Sukuna. Ambos habían intentado mantener un perfil bajo para protegerse de los Zenin, y Sukuna era simplemente un problema más.

—No quiero que esto afecte a nuestra familia, pero no me separaré de Sukuna —el omega estaba al borde de los nervios. Los dos alfas se veían molestos por sus palabras, y Toji no parecía sorprendido.

—Megumi, quiero que entiendas que esta situación no es buena para ti. Nuestro trabajo siempre ha sido protegerte.

Megumi sonrió cálidamente, apreciando la preocupación, pero Sukuna ahora era su alfa—. Entiendo, papá, pero no siempre tienen que estar detrás de mí...

Gojo alzó su mirada azulada para observar a su hijo. Sabía que Megumi no era de bromear o decir algo a la ligera, por lo que no había nada que pudiera hacer.

Volteó a ver a su esposo. Toji le dio un apretón rápido. No podían hacer nada.

—De acuerdo, pero por favor ten mucho cuidado. Y tú... —Sukuna observó a su suegro, que lo miraba con desdén, para luego suspirar pesadamente.

—Cuida de él. No me importa si eres más fuerte o más joven. Te mataré si lastimas a mi hijo.

—Jamás lo lastimaría, es mi omega y solo quiero hacerlo feliz...

Yuta lo miró con desconfianza.

—Eso espero, porque sé cómo usar un arma y no dudaré en hacerlo.

—¡Yuta! —tanto Megumi como Toji lo reprendieron, pero Yuta no bromeaba.

Una preocupación menos, se dijo Megumi. Aunque su familia no aceptaba del todo su relación, tampoco querían ocultar algo tan importante.

Ambos alfas salieron del departamento sin decir una palabra. Ni un "adiós" ni una despedida, solo se fueron. Megumi observó cómo se marchaban, sintiendo un leve dolor en el pecho. Sabía que estaban molestos, y aunque lo entendía, le dolía. Su familia siempre había sido su refugio. Su padre, siempre presente, lo había apoyado en todo momento, y Yuta, su hermanito, aunque ahora era más alto y fuerte, siempre sería un cachorro ante sus ojos.

Sus pasos se desvanecieron en el pasillo, y la atmósfera se sentía diferente, como si su decisión hubiera pesado en todo. Toji observo a su hijo en silencio desde la puerta, sus ojos reflejando una mezcla de comprensión, pero a la ves preocupación. No quería posicionarse en contra de nadie, entendía perfectamente el punto de vista de su esposo y de Yuta, pero también a Megumi. Sabía que el omega nunca había actuado de esa manera por nadie. Siempre había sido reservado, casi hermético cuando se mencionaba la posibilidad de una pareja, pero ahora... ahora había algo diferente en él. En esos ojos azulados que brillaban con una intensidad que no había visto antes.

Podría ser esposo, sí, pero ante todo, eran sus hijos. Y haría lo que fuera necesario para que su hijo mantuviera esa brillo en su mirada.

—Mamá...¿Estoy mal yo? No quiero que...

—No tienes de qué preocuparte —respondió suavemente, devolviéndole una sonrisa llena de comprensión—. Se les pasará. Aunque no lo creas, nos preocupamos por ti. No importa que ya seas un adulto.

Megumi solo asintió, tratando de no dejar que la tristeza lo invadiera más. Pudo sentir el brazo de Sukuna rodeándolo, y la calidez de sus feromonas envolviendo su cuerpo. Sukuna, sin necesidad de decir una palabra, estaba logrando tranquilizarlo.

Lazos incomprensibles. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora