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Ryomen no sabe en qué momento llegaron a esto. Si le preguntaran cómo es que terminó en la esquina de la cama, a punto de caerse, con su cachorro y Megumi ocupando todo el espacio, nadie le creería.

Pero así eran las cosas. El pequeño Yuuji se encontraba acurrucado en el pecho del omega. Su respiración era tranquila; no parecía que había estado llorando la mayor parte de la madrugada.

Megumi estaba igual, dormía tranquilo, mientras mantenía una mano protectora sobre el pequeño cachorro. Y pues Sukuna... se encontraba en la esquina de la cama, porque aunque esos pequeños chicos lucían como unos ángeles, dormían muy mal.

No pudo negarse a la petición del omega. Pues su maldito alfa faldero saltó de felicidad por la petición. Claro que Sukuna, con su lado más racional, pidió permiso para quedarse y asegurarse de que era lo que el omega quería. El menor no se pudo controlar, aunque el otro lado de Megumi tampoco estaba tan disgustado.

Ambos se acostaron sin decir nada. Sabían bien que todo lo que hacían era por el bien de Yuuji y nada más.

La luz se filtraba a través de las cortinas, iluminando directamente el rostro del omega, que al sentir la luz se despertó de inmediato

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La luz se filtraba a través de las cortinas, iluminando directamente el rostro del omega, que al sentir la luz se despertó de inmediato.

Al despertar, siente el gran brazo de Sukuna sobre él y a Yuuji abrazándolos. Tal acción hace que su omega se derrita de emoción, pero por otro lado está más que avergonzado. Con mucho cuidado y tratando de no despertar a Ryomen, el menor intenta salir de los brazos del alfa, pero falla en el intento, ya que Yuuji, al sentir al omega moverse, se acurruca más contra él.

—Vamos, bebé, no me lo hagas tan difícil —dice Megumi, mientras trata de alejarse con más cuidado, pero cada vez Yuuji se apega más. Megumi suspira. Tendrá que quedarse así por un buen rato.

El menor observa con cuidado. Sukuna mantiene sus ojos cerrados, su brazo aún se mantiene en la misma posición. Casi siempre el mayor tiene una mirada burlona, pero en este momento se ve tan sereno. Su rostro se ve tan tranquilo, todas sus facciones se encuentran relajadas y Megumi, solo por un momento, piensa que Sukuna se ve extremadamente guapo. Y sus labios se ven muy apetecibles.

No sabe por qué últimamente se siente de esa manera. Tenía tres años de vivir en el mismo lugar y nunca había llegado a pensar en Sukuna como lo hace ahora. Hace años, cuando lo vio, se le hizo un tipo sumamente atractivo, pero claro que todo quedó ahí. Dejando de lado lo guapo que es el alfa, el hombre tiene cien mil defectos más.

No es amable, es un cínico, mujeriego; podría decir que es un infiel, pero no le consta. Desde el momento en que hirió su "orgullo" de alfa, el mayor se volvió un completo fastidio.

Además, siempre llevaba a diferentes omegas a su apartamento y nunca sintió algún sentimiento de celos. Solo le molestaba el ruido por las madrugadas, pero fuera de eso, nada.

De seguro sus hormonas andan alborotadas. Hace mucho que no pasa su celo con alguien. Su omega quiere reproducirse y por eso su apego a Yuuji. Si bien pasaría un celo, está más que seguro de que no quiere hijos de por medio.

Lazos incomprensibles. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora