18

442 55 0
                                    

Sukuna llego a la estación de policia lo mas rapido posible. Yaga solicitaba su presencia, pero la manera en que el hombre hablo por teléfono lo puso nervioso.

La noche anterior había sido un completo desastre. Tanto Sukuna como Yuta habían sido descubiertos, pero ambos estaban preparados para enfrentar una situación así.

Una de las betas que los acompañaban comenzó a sospechar de su identidad y lo comunicó a Kashimo. Este, sin perder tiempo, ordenó que se deshicieran de ellos.

Los dos alfas infiltrados se vieron obligados a luchar contra las decenas de hombres que se les echaban encima. Por suerte, Sukuna solo recibió una puñalada que, afortunadamente, no afectó ningún órgano vital. Yuta, ágil y rápido, sufrió algunos golpes, pero nada serio.

Kashimo intentó escapar, pero todos los presentes en el lugar fueron arrestados. Yaga les había indicado que se fueran a casa y descansaran durante el día, por lo que la llamada de Yaga indicaba que los problemas aún no habían terminado.

Al entrar en la oficina, Sukuna sintió las miradas de todos a su alrededor, como si hubiera algo que no supiera. La tensión era palpable.

—Ryomen —la voz de Yaga resonó en la habitación mientras lo invitaba a pasar.

Dentro de la oficina estaban Yuta y dos oficiales adicionales. La atmósfera se sentía cargada y Sukuna solo podía esperar que no fuera algo grave. La mirada incómoda de Yuta y la tensión evidente en los oficiales solo aumentaban su preocupación.

—Siéntate.

—Dime, ¿qué sucede? —Sukuna no tenía intención de rodeos y se mantuvo de pie.

—Haz lo que te digo—ordenó Yaga con firmeza. Sukuna ignoró la orden, sabiendo que no sería productivo insistir.

—¿Qué pasa? ¿Alguno de esos idiotas habló?

—Kashimo no tardó en hablar. Nos proporcionó toda la información necesaria para tener a los Zenin bajo control, solo para reducir su condena —dijo Yaga. Sukuna se molestó al escuchar esto, pero se mantuvo en silencio; él también había hecho lo mismo, y no tenía derecho a juzgar.

—Entonces, ¿cuál es el problema?

Yaga y Yuta se miraron rápidamente.

—Nos llegó un mensaje para ti. No sabemos cuál es su propósito al ser enviado a la comisaría, pero necesitas verlo.

Sukuna se acercó confundido y observó las imágenes sobre el escritorio. Sus feromonas se dispararon inmediatamente, haciendo que los alfas presentes en la habitación se cubrieran la nariz debido al intenso olor que emanaba.

Las imágenes mostraban a Uraume atado a una silla, con moretones y rastros de sangre en su rostro. Sus ojos estaban llorosos y hinchados, lo que hizo que Sukuna apretara los puños de rabia.

—¿Qué demonios está pasando? —preguntó, alterado.

—No sabemos qué intención tienen con esto. Podemos usarlo en su contra, pero no creo que sea un mensaje para nosotros, sino para ti...

—¿Es tu omega? —preguntó Yuta con incredulidad.

Los ojos rojizos de Sukuna se posaron en él. —No, pero es un amigo...

Yuta lo miró con desconfianza.

—Parece que intentan atacarte en tus puntos débiles. Dime que el cachorro está bien —la preocupación en la voz de Yaga era evidente.

Sukuna pensó rápidamente. Yuuji... Megumi debía estar con ellos. Lo más probable era que estuvieran en peligro.

—Tengo que irme —dijo, dejando a los presentes preocupados.

Lazos incomprensibles. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora