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Sukuna estaba fuera de sí. Yuta y Gojo tampoco podían contener su enojo. Megumi y su cachorro habían sido secuestrados.

Sukuna se encontraba en su oficina cuando lo sintió. Un dolor punzante lo atravesó, y de repente, la calidez que le indicaba que su omega estaba a salvo desapareció. La angustia lo consumió de inmediato.

La última vez que alguien había visto a Megumi y Yuuji fue en la cafetería de la universidad. Sin embargo, la institución se negaba a proporcionar las grabaciones de seguridad, poniendo trabas y excusas. No hacía falta ser un genio para saber que estaban encubriendo algo, y la frustración de Sukuna crecía con cada segundo que pasaba.

Gojo estaba abrumado , y su ira estaba dirigida directamente hacia Sukuna.

—¡Todo esto es tu culpa! —exclamó, acercándose y golpeando al alfa en el rostro. Yaga y Toji intervinieron de inmediato al notar que Gojo estaba a punto de lanzar otro golpe.

—¡Basta, Satoru! Sukuna no tiene la culpa de esto, no es el momento para pelear.

Gojo lo miró con furia.

—¿No tiene la culpa? Todo estaba bien hasta que él apareció... No trates de defenderlo.

Toji lo miró con indignación. Gojo no estaba siendo racional.

—Alfa —dijo Toji con calma, refiriéndose a Gojo—. Entiendo tu desesperación como padre, yo también estoy preocupado, pero golpear a Sukuna no solucionará nada. Los únicos culpables son los Zenin.

—Tiene razón, Satoru —intervino Yaga—. Todo esto es culpa de Naobito, así que Sukuna no tiene nada que ver.

El alfa permaneció en silencio, resignado. Decidió salir de la habitación. No podía permitirse perder el tiempo peleando mientras su hijo podría estar muerto.

Yuta observó a su padre y se acercó a él.

—¿Qué sucede?

—Prepara todo. Vamos a buscar a tu hermano...

Toji observó a su esposo salir de la habitación

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Toji observó a su esposo salir de la habitación. Más tarde, hablaría con él sobre lo sucedido. Mientras tanto, Sukuna se abrazaba la cabeza con desesperación.

—Es mi culpa —murmuró Sukuna, su voz cargada de angustia.

Toji lo miró, confundido.

—El estaba viviendo una vida normal, pero lo arruiné todo...

El alfa apretó los puños con fuerza, intentando contener las lágrimas. No quería llorar, y mucho menos frente a la madre de su omega.

—No es verdad, Sukuna. No te culpes por eso —dijo Toji con firmeza—. Nuestra familia siempre ha estado en peligro. Tal vez no como ahora, pero en algún momento sabía que algo así podría suceder.

Toji se acercó y le dio un pequeño abrazo al alfa, que trataba de contener sus lágrimas. Toji sabía que Sukuna estaba a punto de romperse.

—Te pido, por favor, que encuentres a mi hijo. Es lo único que te pido...

Lazos incomprensibles. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora