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Megumi se quedó aturdido por un momento, se vistió lo más rápido posible. La habitación olía fuertemente a feromonas de excitación; su celo era esa semana. Era obvio que reaccionaría de esa manera ante el alfa. Tenía días intentando que captara sus intenciones, pero aun así no dejaba de pensar en el bochornoso encuentro

Después de que Sukuna y él se separaron, la vergüenza lo invadió por completo. Ambos chicos se despidieron torpemente, sin decir nada más.

Megumi ahora se encontraba en la escuela, pero no había dejado de pensar en lo que había sucedido en la mañana. Se maldecía por haberse dejado llevar.

—Sabes, es normal que ocurra eso. ¿Están saliendo, no? No es nada fuera de lo común —decía la omega rubia mientras sostenía al cachorro, que jugaba con sus pulseras. Megumi la miró mal—. Oye, no me mires así. El sexo no es malo; además, en algún momento tiene que pasar.

El chico llevó sus manos a su rostro, suspirando pesadamente.

—Quiero pasar mi celo con él, pero no sé si sea demasiado pronto para dar ese paso —pausó—. Además, no creo que mis padres quieran cuidar a Yuuji para que tengamos sexo. Sería vergonzoso.

Megumi solo podía imaginar la cara de su madre si le pidiera ese favor. Podía escuchar claramente el reproche que le daría por andar de hormonal y abandonar a su cachorro.

—No tienes que preocuparte por eso; yo te lo cuido. Además, mi Choso no capta las indirectas que le mando —se podía escuchar la decepción en la voz de la chica. Ella realmente deseaba tener hijos—. Sería un ganar-ganar.

Megumi lo pensó. No es que desconfiara de la chica, pero era algo que tenía que hablar con Sukuna. Además, no sabía si él aceptaría su propuesta. Sabía que lo más probable es que Sukuna reaccionara así porque su celo se acercaba. Sukuna siempre había mantenido una distancia con él.

"Pero le gusto, ¿no? Debería sentirse atraído hacia mí", pensó Megumi, golpeándose mentalmente. Ya habían confesado sus sentimientos; no era tiempo para dudar.

Sukuna se encontraba tenso; quería llegar hasta el final con el omega

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Sukuna se encontraba tenso; quería llegar hasta el final con el omega. Su olor, su mirada lascivia,  que tenía en ese momento...

Adoraba a su cachorro, pero ¿por qué tenía que despertarse en ese momento?

Trató de concentrarse en el trabajo, pero le era imposible; solo con recordar a su chico sobre la cama, se excitaba.

Sus compañeros observaban detenidamente al alfa. Su olor delataba que no estaba bien. Sabían que era normal que el trabajo lo frustrara, pero su olor se estaba volviendo sofocante.

—Oye, viejo —habló uno de sus compañeros, llamando su atención. Sukuna volteó y le dio una mala mirada—. Tus feromonas están siendo molestas. Nos irritas, y las omegas se sienten un poco aturdidas.

Lazos incomprensibles. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora