Capítulo 21. Sufrir

300 49 24
                                    

Recuerda el pánico, el terror de ser arrastrado por una fuerza que no podía controlar ni aunque lo intentara. Recuerda el dolor, el modo en que su cuerpo fue sacudido, fue tan brusco y tan rápido que no se dio cuenta de qué pasó exactamente; pero, sobre todo, recuerda buscar en medio de la casi inconsciencia, desesperadamente, a Izuku.

Recuerda haberlo visto, con las manos sobre su cabeza, sangrando por todos lados, con el rostro cortado y pequeños trozos de vidrio incrustados en su precioso rostro. Recuerda, haber dicho su nombre, rogando al cielo, con todo su corazón, que estuviera bien, que estuvieran bien.

Cuando sus ojos volvieron a abrirse, lo primero que hizo fue tomar una fuerte respiración, su cuerpo se impulsó hacia arriba inmediatamente e igual de rápido volvió a caer, por el dolor que le atravesó el pecho.

—¡Katsuki! —era la voz de su madre.

Ella se acercó hasta él, le puso las manos en el pecho vendado de arriba a abajo y lo miró, con ojos llenos de angustia.

—No te muevas, ya vuelvo.

—¿Dónde está? —fue lo primero que dijo, casi afónico, con la garganta seca y rasposa.

Mitsuki se detuvo, lo miró extrañada y dijo:

—No te preocupes por nada, ya vuelvo.

Pero fue extraño para la rubia, que aunque ella le había asegurado que todo estaba bien, Katsuki siguiera preguntando:

—¿Cómo está? ¿Está bien? ¿Dónde está?

Justo entonces, Masaru, su padre, que no estaba muy lejos, miró dentro de la habitación rápidamente. Ambos padres comenzaron a armar un alboroto casi tan grande como el que Katsuki estaba montando solo en su habitación, intentando levantarse y jalando los cables que monitoreaban sus signos vitales.

Cuándo una enfermera y el doctor Inasa entraron rápidamente, Katsuki los reconoció, se aferró a Yoarashi desde su bata y preguntó lo mismo que no paraba de repetir.

No importó cuánto intentaron hacerlo quedarse quieto, entre dos doctores y varias enfermeras no estaban consiguiendo nada. Katsuki estaba en medio de una especie de crisis de ansiedad que no le permitía ser consiente de su propia delicada condición, por lo que los doctores optaron por volver a dormirlo.

—Necesito verlo... —decía, mientras Shinso y Yoarashi le sujetaba contra la cama, su voz aletargada era claro signo de que los calmantes estaban surtiendo efecto —saber que está bien... Quiero verlo... Izuku...

Cuándo el cuerpo del alfa se relajó de nuevo, todos en la habitación suspiraron.

Inasa revisó rápidamente que todo estuviera en su lugar, que las heridas no se hubieran abierto y que sus signos estaban estables.

Cuándo por fin volteó, tuvo un mal presentimiento, desde el momento en que vio como la señora Bakugo tenía la mandíbula desencajada de, lo que él pensó sería: puro coraje.

Ella se volteó hacia su esposo y comenzó a decirle:

—Lo que dijo Ochaco es cierto, Katsuki iba con un omega en el auto.

—No sabemos a quién se refiere, cariño.

—Es más que obvio Masaru, Katsuki no estaría así de preocupado solo por un omega cualquiera. La regañé por insinuar que mi hijo era un infiel y resulta que es cierto.

—Cariño, tranquila.

Inasa frunció el ceño. ¿Qué rayos estaba pasando?

Dispuesto a encontrar a la susodicha, salió de la habitación para buscar a la doctora cuando, escuchó un fuerte jadeó proveniente de una habitación, unos números más al fondo.

Anatomia según IzukuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora