EL PRIMERO DE MUCHOS FIERA

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Después del desayuno, nos dirigimos a la playa. El ambiente seguía distendido y relajado, algo que me alegraba después de los últimos días cargados de tensión. Brook y yo caminábamos juntos, disfrutando del sonido de las olas y el sol que bañaba la arena. Una vez allí, nos acomodamos en un par de toallas mientras el resto del grupo se distribuía a nuestro alrededor.

Pasó un rato hasta que Hank, que es de culo inquieto, decidió que era hora de darle un poco de acción a la mañana. Se fue al hotel y volvió con una pelota de fútbol bajo el brazo. 

—¡Venga, chavales! —gritó—. ¿Quién se apunta a un partidito?

No hizo falta decir más. Nos levantamos de inmediato y formamos dos equipos. Brook, Hank, Mara, Raven y yo quedamos en un equipo. En el otro estaban Jasper, Vega, Blaze, Gael y Lynx.

Antes de comenzar, Jasper se acercó a Vega, que estaba estirando un poco, y le preguntó con una expresión preocupada: 

—Si te sientes cansada o te mareas, me lo dices, ¿vale?

Brook, que estaba a mi lado, soltó una carcajada y le dijo a Jasper: 

—Vas a ser un gran padre, capullo.

Jasper sonrió y le lanzó una mirada a Vega que decía más que mil palabras. No me pasó desapercibido cómo la atmósfera se volvió más ligera con ese pequeño intercambio. A veces, Brook tenía esa capacidad de desarmar a la gente con su humor.

El partido comenzó con risas y una competencia sana. Aunque no éramos profesionales, todos poníamos lo mejor de nosotros. En un momento dado, Brook se las arregló para esquivar a Gael y a Blaze, y con un toque rápido, marcó un gol.

Sin pensarlo, corrí hacia ella, la levanté en el aire y la besé. 

—¡Eres la mejor, fiera! —le dije entre risas, disfrutando de la sensación de tenerla en mis brazos.

Seguimos jugando un rato más, pero en un momento vi cómo Brook se apartaba del partido y se dirigía hacia un par de niños que estaban mirándonos sentados en la arena. El niño y la niña, que no debían tener más de seis años, la miraban con curiosidad. Intrigado, me acerqué para ver de qué iba la cosa, aunque no entendía lo que estaban diciendo.

Brook se agachó para ponerse a su altura, les sonrió y ellos empezaron a hablarle en no se que idioma. 

—Πώς σας λένε; (¿Cómo os llamáis?)

El niño, con una sonrisa, respondió:

—Είμαι ο Νίκος, και αυτή είναι η δίδυμη αδερφή μου, η Θάλεια. (Soy Nikos, y ella es mi hermana gemela, Thalia).

—Α, είστε δίδυμα! (¡Vaya, sois gemelos!) —dijo Brook, claramente disfrutando de la interacción—. Είστε εδώ για διακοπές; (¿Estáis aquí de vacaciones?)

Thalia, con esos ojos grandes y llenos de curiosidad, asintió antes de señalarme.

—Αυτός ο άντρας που είναι μαζί σου... (Ese chico que está contigo...) —dijo tímidamente—. Είναι πολύ όμορφος. Είναι γιος του Δία, του θεού του Ολύμπου; (Es muy guapo. ¿Es hijo de Zeus, el dios del Olimpo?)

Brook soltó una risa suave, y Vega, que también escuchaba la conversación, no pudo contener la suya. Yo, en cambio, me quedé con cara de desconcierto, sin entender lo que decían.

—¿Qué han dicho? —pregunté, sin entender el chiste que compartían Brook y Vega.

—Oh, nada importante —dijo Brook con una sonrisa traviesa—. Solo que no les gustas nada. Dice que eres muy feo, que los griegos son más guapos que tu. 

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