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Heeseung estaba atrapado en un torbellino emocional que lo consumía lentamente, su vida se había convertido en un teatro de máscaras donde cada día desempeñaba un papel que no le pertenecía. La perfección que los demás admiraban en él era, en realidad, una prisión invisible, un yugo que lo mantenía en un estado perpetuo de insatisfacción. Cuando conoció a Sunghoon, no fue por casualidad, sino por una necesidad desesperada de romper con esa monotonía asfixiante. Sunghoon, con su apariencia perfecta y su aura de misterio, representaba una oportunidad de escapar, un riesgo que Heeseung estaba dispuesto a tomar, aunque no imaginaba que el precio sería tan alto.

Desde el primer día, Heeseung había planeado todo como un juego. Pero no era un juego de azar; era una apuesta calculada, donde el objetivo era desafiar al destino, jugar con fuego y ver si podía salir ileso. Quería ver si lo que sentía por Sunghoon era real o simplemente una ilusión más en su vida llena de apariencias. Sin embargo, a medida que pasaban los días, la incertidumbre comenzó a carcomerlo. No se trataba solo de un capricho pasajero; había algo en Sunghoon que lo atraía, algo que lo desafiaba y lo hacía sentir vivo de una manera que no había experimentado antes.

Las pequeñas interacciones con Sunghoon lo confundían. Cada vez que lo veía concentrado en sus estudios, cada vez que lo encontraba charlando animadamente con Jay, o en esos momentos en los que parecía formar un vínculo casi fraternal con Niki, Heeseung sentía un nudo en el estómago. Sunghoon buscaba a Niki constantemente, por razones que parecían insignificantes, y eso solo aumentaba su desconcierto. ¿Qué era lo que realmente quería Sunghoon? ¿Por qué, a pesar de todo, esa mirada suya seguía desarmándolo cada vez?

Una noche, después de una fiesta llena de luces y sonidos ensordecedores, Heeseung no pudo más con la duda que lo corroía. Lo confrontó en su dormitorio, con una mirada tan intensa que parecía capaz de atravesar el alma. Sunghoon se acercó a él, como si no se diera cuenta de que estaba invadiendo su espacio personal. Había desesperación en sus ojos, una emoción cruda que Heeseung no esperaba ver.

—¿Por qué siempre lo llamas? —la voz de Heeseung era casi un susurro, pero cargada de una intensidad que lo sorprendió incluso a él mismo.

Sunghoon lo miró, y en ese instante, todo lo que había estado conteniendo salió a la superficie. La pregunta de Heeseung lo desarmó. No era el momento, no era el lugar, pero era imposible evitarlo. Antes de que pudiera responder, Heeseung lo empujó hacia la cama con un gesto firme, dejando claro que no iba a dejar pasar esto sin una respuesta.

—¿Te gusta Niki? —La voz de Heeseung temblaba, una mezcla de celos y miedo que no podía controlar.

Sunghoon evitó su mirada, pero ese silencio fue más elocuente que cualquier palabra que pudiera haber dicho. Heeseung sintió que algo dentro de él se rompía.

—Lee, ¿qué demonios te pasa? —intentó zafarse, pero Heeseung lo sujetó con fuerza, inmovilizándolo contra la cama. Sus manos atraparon las de Sunghoon y las mantuvieron firmemente por encima de su cabeza.

—¿Es verdad? —insistió Heeseung, acercándose más, hasta que sus rostros casi se tocaron—. Siempre es Niki.

Sunghoon trató de alejarse, pero el peso de Heeseung lo mantenía en su lugar. Su voz se elevó en un intento desesperado de ocultar su propia vulnerabilidad.

—¡Mira, Lee, ubícate! Nosotros no estamos saliendo, y si estoy aquí en tu maldito dormitorio, es porque...

Antes de que pudiera terminar, Heeseung lo soltó bruscamente, soltando un bufido de frustración. Se alejó de él, como si necesitara espacio para procesar lo que acababa de pasar.

—Eres una mierda —murmuró, cruzando los brazos y recostándose en el respaldo del sillón—. Vamos, dime si es verdad o no.

La rabia y la confusión en la voz de Heeseung hicieron que Sunghoon explotara.

𝘚𝘛𝘙𝘈𝘕𝘎𝘌R 𝘓𝘖𝘝𝘌 ❤️ SUNKIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora