36 [PARK SUNGHOON]

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¿Quién era realmente Sunghoon? Durante toda su vida, había soportado el peso del bullying. Era constante, implacable, y todo por algo que no podía ni quería cambiar: su mamá era, en realidad, su papá. Creció bajo el amor de dos padres, dos hombres que lo apoyaban en todo, que luchaban contra el mundo por él. A pesar de los problemas, de las miradas juzgadoras y los susurros a sus espaldas, a Sunghoon no le faltaba nada en casa. Pero fuera de ese refugio, la vida era otra cosa.

Después del desastre con las sustancias, después de tocar fondo, todo había comenzado a reacomodarse lentamente. Su padre no había dejado de visitarlo, de sentarse junto a su cama, de tomarle la mano cuando las noches se volvían más largas y oscuras. Estaba ahí, siempre. El cansancio visible en sus ojos, las ojeras que marcaban su rostro, pero nunca se quejaba. El amor de su padre era algo tangible, inquebrantable, una fuerza que lo mantenía a flote cuando todo lo demás parecía querer arrastrarlo hacia el abismo.

Sunghoon había retomado su vida, o al menos, eso intentaba. Asistía a clases, intentaba cumplir con sus responsabilidades. Era responsable en los estudios, pero odiaba algunas materias con un fervor que lo empujaba al fracaso, reprobando una y otra vez. Se aburría fácilmente, y su mente solía perderse en otros lugares, buscando algo que no encontraba en las aulas. Aun así, incluso en esos momentos de desconexión, había alguien que siempre lo observaba desde la distancia.

Heeseung. Su cabello rojizo era inconfundible, un faro entre la multitud. Y Sunghoon siempre lo reconocía, incluso antes de abrir los ojos por completo. Ese día no fue diferente. Una sonrisa débil curvó sus labios cuando la luz del día entró por la ventana, cegándolo brevemente mientras sus ojos se acostumbraban al brillo.

—¿Otra vez tú? —murmuró, su voz ronca por el sueño, parpadeando contra la claridad que lo envolvía.

Heeseung estaba de pie al lado de la cama, una sonrisa amable iluminando su rostro. En sus manos sostenía una canasta de flores amarillas, y la fragancia llenaba la habitación, invadiendo los sentidos de Sunghoon de manera casi abrumadora.

—Hoy es 21 de septiembre —dijo Heeseung, con esa voz suave que siempre parecía cargada de emociones contenidas—. Estamos a tres días de que llegue el otoño.

Sunghoon frunció el ceño, confundido. No recordaba que ese día fuera especial, ni entendía por qué Heeseung le traía flores. Pero entonces sintió el calor subir por su rostro, enrojeciendo sus mejillas cuando la respuesta cruzó su mente. ¿Por qué flores? ¿Qué significaba eso? Quiso apartar esos pensamientos, pero Heeseung, como si pudiera leerlo, se acercó aún más. Su mano encontró el cabello de Sunghoon, acariciándolo con una ternura tan delicada que lo desarmó por completo. Sus miradas se cruzaron, y por un momento, el mundo exterior dejó de existir.

—Lo has hecho bien —susurró Heeseung, sus palabras pesadas con una suavidad que hería—. Tu mamá me dijo que te irás... Estoy aquí para despedirme.

Las palabras golpearon el pecho de Sunghoon con la fuerza de una verdad que había estado evitando. Su partida. Francia. Sus padres ya lo habían decidido, y por las mismas razones que él prefería no pensar, huir parecía la única opción. Las amenazas se habían vuelto insostenibles, y sus padres no querían arriesgarse más. Pero el peso de la realidad cayó sobre él en ese instante, cuando las manos de Heeseung se deslizaron hasta sus mejillas, cálidas y temblorosas. Antes de que pudiera procesarlo, Heeseung inclinó su rostro y sus labios se posaron sobre los suyos.

No fue un beso apasionado. No hubo prisa, ni urgencia. Fue algo mucho más profundo. Un adiós disfrazado de cariño. Los labios de Heeseung eran suaves, y el beso estaba impregnado de todas esas palabras que ninguno de los dos había dicho. Había un amor silencioso en ese gesto, un amor que había estado allí desde hacía mucho, aguardando. Sunghoon cerró los ojos, dejando que sus manos encontraran el camino hacia la nuca de Heeseung, atrayéndolo más cerca. En ese momento, lo necesitaba más de lo que estaba dispuesto a admitir.

𝘚𝘛𝘙𝘈𝘕𝘎𝘌R 𝘓𝘖𝘝𝘌 ❤️ SUNKIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora