Capítulo 25

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Los ojos cafés habían estado fijos en los hierros frente a ella durante casi un minuto, tratando de asimilar lo que Freen le había dicho que hiciera. Confiaba en Freen, sin embargo, su verdadero miedo la golpeó justo en la cara: ¿Y si no pudiera hacerlo?

-¿Qué tal si lo intentamos más tarde? -preguntó Rebecca y Freen se rió suavemente-.

-¿Qué acordamos en Navidad, hmm? -preguntó levantando una ceja, pero sin perder nunca la sonrisa-.

-Que este año caminaría antes de que llegara la primavera -dijo Rebecca y Freen asintió-.

-Exactamente. Y para eso necesitas comenzar a entrenar en la barra paralela.

Rebecca se lamió los labios pensativamente antes de mirar a Freen con miedo.

-¿Y si no puedo?

-Tu puedes -dijo con vehemencia-. Tus brazos ya están fuertes para soportar tu peso, ahora necesitamos trabajar más tus piernas.

-¿Por qué mis brazos se sienten bien y mis piernas todavía no?

-Nuestras piernas requieren más fuerza de nuestra parte, lo conseguirás -insistió Freen pacientemente-. Para que en unos meses podamos ir a la piscina de tu casa, quiero que estés bien, si no, no voy.

Rebecca curvó la boca y miró la barra antes de volver a mirar a Freen.

-¿No habrá Freen en traje de baño o bikini? -preguntó y Freen contuvo la risa-.

-No Freen en traje de baño o bikini -dijo irreductiblemente, lo que provocó un largo suspiro por parte de Rebecca-.

-¿Me enseñarás a nadar? -Rebecca era inteligente, quería negociar-.

-Sí, pero necesitas superar la barra.

-Si me caigo, ¿no te reirás? -preguntó avergonzada-.

-No te caerás. Estaré justo detrás de ti, lista para abrazarte -informó Freen y Rebecca tomó un respiro antes de asentir-.

-Muy bien, Ilévame con ella -pidió-. Quería, a toda costa, volver a caminar, quería los viajes que Freen le prometió. Quería poder tener la libertad de ducharse sola, de poder subir sola la bendita escalera, poder acostarse sola, porque aunque esto era algo que podía hacer, su mamá siempre la ponía a dormir.

No es que se quejara, pero había días en los que realmente quería estar sola.

Ese era un sentimiento nuevo en los últimos días, después de todo ella siempre había odiado estar sola, pero tener gente encima de ella todo el tiempo estaba empezando a molestar un poco a la chica, pero no le diría nada a nadie, ella no quería ser desagradecida.

Freen ajustó la silla de ruedas frente a la barra y extendió ambos brazos hacia ella, haciendo que la castaña tomara sus manos. Habían pasado tres semanas de Navidad, pero ya extrañaba a Freen durmiendo a su lado, porque la verdad era que Freen contaba las mejores historias, sin embargo, lo que llamó la atención de Rebecca fue la elocuente voz de Freen, llena de vida, haciendo que cada personaje se entendiera a la perfección..

-¿Lista? -preguntó Freen y Rebecca tragó fuerte, pero aun así asintió-. A la cuenta de tres harás lo que te dije, ¿de acuerdo?

-Bien -dijo Rebecca preparándose-.

-Uno... -Freen comenzó a contar, tratando de mantenerse serena, pero sus entrañas estaban angustiadas y ansiosas-.

-Dos... -Rawe se acercó un poco más, no podía esperar por eso-.

-Tres -dijo finalmente al ver a Rebecca dar un paso adelante y, con la ayuda del ligero tirón de Freen, la chica se puso de pie-.

Rebecca miró sus piernas sintiéndose diferentes, muy diferentes de lo que alguna vez había sentido antes. Sus ojos se humedecieron y una enorme sonrisa llenó su rostro, haciendo que Freen siguiera la expresión.

-Estoy de pie, Freen... -dijo Rebecca, todavía incrédula-. Sabía que no caminaría, que aún le quedaba un largo camino por recorrer. ¡Por supuesto que lo sabía! Freen ya se lo había explicado, pero el hecho de que fuera capaz de sostenerse por su propio peso era magnífico y no podía medir el alcance de sus sentimientos.

Freen sonrió ante la emoción en los rostros de Rebecca y Rawe, pero las mariposas en su estómago vinieron a visitarla tan pronto como Rebecca apretó sus manos con más fuerza y la acercó. Su rostro se levantó unos centímetros y sus ojos subieron, siguiendo sus pestañas, sólo para encontrar los orbes cafés fijos en ella, tan brillantes como siempre.

Freen estaba en una especie de trance, hasta que escuchó a Rebecca decir algo nuevamente:

-Soy mas alta que tu -dijo Rebecca sonriendo simplemente, haciendo que Freen tragara saliva debido a la proximidad de las dos-.

Por supuesto que no besaría a Rebecca o viceversa, ni siquiera habían intercambiado otro beso después del primero y, incluso si lo hubieran hecho, era plenamente consciente de que Rawe las observaba. Lo que hizo que Freen sintiera que su presión arterial bajaba fue la sensación de tener a Rebecca parada tan cerca, una mejora real y clara: una señal de que las cosas no estaban paralizadas.

-Si, no es muy difícil ser más alto que yo, ¿sabes? Teniendo en cuenta que no soy alta -dijo Freen, riendo suavemente, sintiendo a Rebecca aferrarse más fuerte a ella en busca de apoyo-.

-Siempre me pregunté si sería más alta -dijo Rebecca sonriendo-. Sigues siendo hermosa desde aquí arriba.

Claro, todavía hubo momentos en los que Freen se sonrojó mucho ante los cumplidos de Rebecca. Eran cumplidos inocentes, pero de todos modos hicieron que su corazón latiera con fuerza. El aclaramiento de la garganta de Rawe hizo que Freen se sonrojara aún más, concentrándose en lo que realmente debía.

-Está bien, iré detrás de ti y te guiaré -dijo Freen, sosteniendo la cintura de Rebecca y yendo detrás de ella. La pelinegra empujó un poco la silla hacia atrás y se acomodó sobre el cuerpo de la más alta, con sus manos sujetando firmemente la piel de su cintura-. Agárrate a las barras, Bec -Y así lo hizo la niña, llevando sus manos blancas a los barrotes-.

-De hecho, sostengo mi propio cuerpo con mis brazos -dijo Rebecca emocionada al ver que Freen no era más que un apoyo-.

-Ahora quiero que camines. Aplica todo el peso que tus piernas puedan soportar, pero presta atención a tus brazos, ellos te sostendrán cuando sus piernas no puedan.

-Te vas a quedar allí, ¿no? -preguntó Rebecca-. ¡Mami, voy a caminar! -exclamó entusiasmada-.

-Estaré contigo todo el tiempo -dijo Freen, esperando que Rawe besara el rostro de su hija sobre la barra antes de alejarse nuevamente-.

Todo el tiempo Rebecca hizo todos los ejercicios sin quejarse, poniendo el máximo esfuerzo en todo, pero llegó un momento en que su cuerpo estaba extremadamente cansado y no pudo aguantar mucho más. Freen supo leer sus movimientos, colocándola nuevamente en la silla. A pesar de su evidente cansancio, Rebecca parecía tan feliz que terminó tomando la mano de Freen y plantándole un beso en la delicada piel.

-Gracias, Freen -dijo alegremente, haciendo sonreír a Freen ante el gesto-.

-Gracias por intentarlo. Ahora necesito continuar el trabajo, tengo algunos pacientes más. Te veo mañana por la mañana -dijo Freen, pues ya era parte de su rutina visitar a Rebecca y Rawe todos los días-. Vayan con Dios -dijo, inclinándose para dejar un beso en el rostro de Rebecca, sin embargo, se sorprendió cuando la chica giró su rostro, haciendo que sus labios se encontraran-.

Freen se sonrojó tan pronto como se alejó y sus ojos automáticamente se dirigieron a Rawe. ¿Pensó la mujer mayor que cuando estaban solos hacían esto?

Cielos, la vergüenza la venció por completo.

-Eh, yo... -la risa tranquila de Rawe contradecía la aparente vergüenza en su rostro-.

-Vete, cariño. Está bien -dijo Rawe y Freen asintió, tomando la mano de Rebecca y depositando un beso allí-.

-Nos vemos, princesita -dijo sutilmente al ver a Rebecca asentir frenéticamente-.

-Nos vemos mañana, Freen -dijo Rebecca, haciendo sonreír a Freen antes de irse.


A pesar de la evidente vergüenza, todavía podía sentir un hormigueo en los labios y un latido acelerado del corazón.


Sin darse cuenta, una sonrisa apareció en sus labios.

En un parpadeo [FreenBecky]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora