Capítulo 34

308 44 13
                                    

No olvides dejar un voto y/o un comentario. Me gustaría que la historia crezca en la plataforma y eso solo puedo lograrlo con la ayuda de ustedes. ¡Gracias! ♥


DALTON

—Cass, estás temblando —me dirijo a la pelirroja que intenta escurrir su larga cabellera. Un chorro de agua cae sobre el lavabo de la cocina, sin embargo, es solo una pequeña porción de la cantidad de lluvia que absorbió. Su vestimenta es prueba de eso: un charco se está formando a su alrededor.

—No pasa nada. Es agua.

—Te vas a enfermar —menciono preocupado—. Tienes que quitarte la ropa.

—Eh... ¿Quieres que me quite la ropa? ¿Aquí?

—No, no. Aquí no —respondo nervioso—. Hazlo en el baño. Puedes tomar una ducha caliente si quieres. Te buscaré ropa seca. ¿De acuerdo?

—Bien —acepta a regañadientes—. Será lo mejor —reconoce, después de largos minutos insistiendo con que «solo debía escurrirse un poco el agua y se arreglaría por sí sola». De ninguna manera. No. No lo hará. No dejaré a esta chica morir de frío.

Aún no entiendo que es lo que la trajo hasta aquí con tanta prisa... Aunque estoy prácticamente seguro que se trata de Frankie. Ella ha visto algo en él que los demás no; como si pudiera entender que solo es un chico de quince años que necesita contención y que lo animen. Desde la habitación, escucho el sonido de la ducha. Respiro aliviado. Un baño caliente hará que se recomponga en poco tiempo. Solo espero que mañana no le de un resfriado o será completamente mi culpa. Mientras espero, rebusco en las estanterías algo de ropa. Un pantalón de chándal negro y la camiseta más pequeña que pude encontrar. Me acerco a la puerta para dejárselo, pero esta se abre y aparece Cassia envuelta en un toallón. Está radiante con el cabello húmedo y la piel repleta de pecas. Los labios húmedos y las mejillas enrojecidas por el baño caliente. Debo hacer un esfuerzo doble para no ponerme a balbucear como un imbécil.

—Lo siento, Cass —volteó ligeramente. Tengo que obligarme a apartar la mirada—. Ten. Ropa.

—Ey, no pasa nada —murmura relajada. Sonríe. ¿Esto le divierte?—. No estoy desnuda, Dalton. Puedes mirar —dice del mismo modo. Tramposa. Invocar la palabra «desnuda» no ha sido justo de su parte. Ahora todo lo que puedo pensar es que solo un simple toallón impide que lo esté.

Jesús. Voy a morir.

—Si, está bien. Vístete, por favor. Estaré en el cuarto —huyo tan rápido como puedo. Me siento un hijo de puta por tener todos aquellos pensamientos sobre Cassia. Sin embargo, siguen ahí. Más despiertos que nunca. No sabía que podía desear tanto ver a una mujer desnuda.

Hago un par de respiraciones mientras intento calmarme. No puedo hacerlo por completo. No cuando la mujer más hermosa que conocí está en casa a mitad de la noche y acaba de mostrarse ante mis ojos con nada más que un maldito toallón blanco. Es una tortura. Minutos después, oigo la puerta del baño abrirse y ella reaparece en la habitación con ese aura tan maravillosa que podría detener una guerra.

—¿Estás bien?

—Sí. Ahora sí —contesta animada—. Tenías razón sobre la ducha.

—Espera. Falta algo —extiendo un sweater de hilo marrón. Ella lo acepta y enseguida se lo pone—. ¿Mejor?

—Mucho mejor —sonríe y entonces, sin más, larga:— ¿Por qué me estabas evitando, Dalton? —Su sinceridad me deja sin palabras. Fue al punto, sin vueltas y me estoy sintiendo un cobarde por haber ignorado todo y cada uno de sus llamados como si fuera la peste. Ella no lo merecía. Bajo la mirada, incapaz de darle una respuesta concreta—. Estoy preocupada por Frankie, por ti. Por los dos. ¿Qué pasó?

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Jan 14 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Las heridas que sanamosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora