Capítulo 19

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Jake

Estoy de pie frente a la imponente mansión de mis abuelos, aún recuerdo perfecto la primera vez que pise esté lugar. Mis abuelos nos trajeron a Emma y a mí a esta casa, un refugio frío y distante que nunca logró reemplazar la calidez de la sencilla casa de mamá. Siempre me sentí fuera de lugar en esta mansión, como un extraño en un museo donde cada habitación está decorada con recuerdos de un pasado al que no pertenezco.

Hoy, sin embargo, no es el sentimiento de extrañeza lo que me invade, sino una ira hirviente que se ha acumulado durante mucho tiempo. Estoy furioso con Elena, mi abuela, por haberme separado de Alex. Ella lo hizo, y ahora sé toda la verdad. Ya no puedo seguir permitiendo que controle mi vida.

Avanzo hacia la puerta principal con pasos decididos, mi mente fija en lo que tengo que hacer. Los sirvientes me reciben con la misma deferencia de siempre, pero yo no estoy de humor para cortesías.

—¿Dónde está mi abuela? —pregunto, mi voz más dura de lo que esperaba.

Una de las sirvientas me dirige una mirada de preocupación antes de responder.

—Está en el salón, señor Jake, tomando el té.

Sin decir nada más, me dirijo hacia el salón, mis pasos resonando en el mármol del suelo. Cuando llego a la entrada, la veo allí, sentada en su silla favorita, con la espalda recta y una elegancia que siempre ha ostentado como un escudo. Está tomando su té con la calma de alguien que cree tener todo bajo control.

—¿Qué estás haciendo aquí, Jake? —me pregunta Elena con una frialdad que hace que mi ira hierva aún más.

No pierdo el tiempo con formalidades.

—Ya sé todo —digo, sintiendo cómo cada palabra se carga de la rabia que he reprimido por tanto tiempo—. Sé que obligaste a Alex a dejarme. Sé que lo hiciste romperme el corazón para que pudiera tener una vida según tú.

Elena levanta la mirada, sus ojos entrecerrándose en una expresión de desdén.

—No sé de qué estás hablando, Jake —dice, su voz tranquila, pero puedo notar un ligero temblor en ella.

—No mientas más —le grito, incapaz de contenerme—. Alex me dijo todo ¡Basta de mentiras!

Elena deja su taza de té con un golpe seco sobre la mesa, su mirada se endurece.

—¿Ese delincuente tuvo el descaro de acercarse a ti de nuevo? —pregunta con un tono que me enferma.

—¡Alex no es ningún delincuente! —le respondo, sintiendo cómo mi ira se transforma en indignación—. ¿Por qué lo hiciste, abuela? ¿Por qué me separaste de él?

—Por que solo quería lo mejor para ti —responde Elena, con una firmeza que parece salir de lo más profundo de su ser—. Después de que casi mueres por su culpa, no estaba dispuesta a arriesgar tu vida nuevamente. Alex no es digno de ti, Jake. Nunca lo fue y nunca lo será.

—¡Basta con eso! —le digo, alzando la voz—. No es tu decisión quién es digno de mí. Esa es mi decisión, y solo mía. Ya no te haré caso más, nunca más.

Elena me mira con una mezcla de sorpresa y desprecio, como si no pudiera creer que me atreva a desafiarla.

—¿Estás pensando en volver con él? —me pregunta, sus ojos brillando con una furia contenida.

—Nunca lo dejé de amar —respondo con firmeza, sintiendo cómo cada palabra sale de mi boca con una convicción que no había sentido en mucho tiempo.

—Ni se te ocurra hacer esa estupidez —me advierte, su voz ahora llena de veneno—. Si lo haces, no obtendrás ni un centavo de mí. No recibirás nada de esta familia.

—¿Otra vez esa misma amenaza? —le digo, sintiendo un retorcido deja vu—. ¿Crees que eso me importa? No me asustaste hace un año, y ahora no será diferente.

En ese momento, escucho unos pasos acercándose. Me doy la vuelta y veo a mi abuelo Thomas entrando en el salón. Es un hombre alto, de cabello canoso y una expresión siempre serena, aunque ahora noto un destello de confusión en sus ojos.

—¿Qué está pasando aquí? —pregunta, su voz profunda y tranquila como siempre.

—Abuelo... —digo, tratando de calmarme un poco—. Conocí a alguien en la universidad, alguien de quien me enamoré. Pero abuela hizo todo lo posible para separarnos. Ella... le dijo a Alex que me rompiera el corazón, que se alejara de mí para siempre. Todo para que pudiera seguir controlando mi vida.

Elena se levanta de su silla, su rostro enrojecido por la furia.

—Ese chico del que habla Jake es un malviviente —le dice al abuelo Thomas, su voz aguda—. Puso en riesgo la vida de nuestro nieto, ¡y no voy a permitir que vuelva a hacerlo!

Antes de que mi abuelo pueda responder, yo intervengo, sintiendo cómo las palabras se arremolinan en mi interior, listas para estallar.

—¡Ya soy mayor para decidir lo que quiero y a quién quiero en mi vida! —le grito, mi voz resonando en las paredes del salón—. ¡Tú no puedes decidir eso por mí!

—No es digno de un Addams —repite Elena, como si eso fuera la única justificación necesaria para destruir mi felicidad.

Finalmente, mi abuelo pierde la calma. Su voz se vuelve dura, más de lo que jamás la había escuchado.

—Elena, estás repitiendo lo mismo que con nuestra hija —dice, su tono grave, lleno de dolor reprimido—. No puedo creer que después de lo que pasó con Stela sigas pensando de esta manera. ¿Acaso olvidaste lo que le hiciste? La empujaste fuera de esta casa, fuera de nuestras vidas, todo porque creías que sabías mejor que ella lo que era bueno para ella.

Elena palidece al escuchar el nombre de mi madre, como si fuera un recordatorio de sus errores pasados.

—Thomas, eso no es justo... —intenta decir, pero mi abuelo no la deja terminar.

—No quiero perder a nadie más como perdimos a Stela —continúa él, su voz quebrándose un poco—. Perdimos a nuestra hija por que no pudo soportar tu control, tu constante desdén por las personas que amaba. Se fue de casa por que no podía vivir bajo tu sombra, y ahora... estás haciendo lo mismo con Jake.

Mi abuela se queda en silencio, su rostro una máscara de confusión y dolor. Por primera vez, parece darse cuenta de las consecuencias de sus acciones, pero yo no puedo sentir ninguna lástima por ella. Estoy demasiado furioso, demasiado herido.

—No voy a dejar que destruyas mi vida —le digo, con una calma que me sorprende—. No me importa tu dinero, no me importa tu aprobación. Solo quiero vivir mi vida, con la persona que amo.

El silencio en el salón es denso, pesado. Mi abuelo me mira con tristeza, pero también con algo que parece ser respeto. Finalmente, él asiente, como si hubiera tomado una decisión.

—Jake tiene razón, Elena —dice, su voz suave pero firme—. Es su vida, y tiene derecho a vivirla como él quiera. Ya hemos perdido demasiado por no entender eso. No quiero que nuestra familia se rompa más de lo que ya está.

Elena no responde. Solo se queda allí, en silencio, como si estuviera luchando contra una verdad que no quiere aceptar.

Yo, por mi parte, ya no tengo nada más que decir. Me doy la vuelta y salgo del salón, dejando atrás la mansión y todo lo que representa. Mi corazón aún está pesado, pero al menos ahora siento que estoy caminando hacia algo mejor, algo más verdadero.

Mientras salgo por la puerta principal, una cosa es clara: esta vez, no voy a dejar que nadie me aleje de Alex.

Chico Malo, Corazón RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora