Capítulo 27

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Jake

El domingo por la mañana comienza como cualquier otro día tranquilo. Me despierto antes que Alex, algo que rara vez ocurre. El sol apenas se filtra por las cortinas, y por un momento me permito disfrutar de la paz que me rodea. Alex está profundamente dormido a mi lado, su respiración tranquila, su rostro relajado, y siento una oleada de calidez y gratitud. No hay lugar en el mundo en el que preferiría estar.

Mi teléfono vibra en la mesita de noche, sacándome de mis pensamientos. Al desbloquearlo, veo un mensaje de mi abuela. Mi corazón se acelera, y por un momento, me siento abrumado por la mezcla de emociones que ella siempre provoca en mí. Leo el mensaje y, aunque había esperado este momento, la confirmación me deja una sensación agridulce: "Has sido desheredado. No recibirás ni un centavo más."

Sus palabras son cortantes y frías, como siempre, pero no me afectan como ella probablemente esperaba. Respiro hondo y dejo el teléfono a un lado. Siempre supe que este día llegaría, y aunque la idea de perder ese respaldo financiero podría haberme asustado en otro tiempo, ahora no me preocupa. He llegado a un punto en mi vida en el que soy capaz de sostenerme por mi cuenta, y no necesito nada que venga con las condiciones y manipulaciones de Elena.

Miro a Alex, que aún duerme, y una sensación de seguridad me inunda. Con él a mi lado, sé que podemos superar cualquier cosa.

Después de un rato, Alex comienza a moverse y finalmente se despierta. Se despereza lentamente, sus ojos encontrándose con los míos, y una sonrisa adormilada se dibuja en su rostro.

—Buenos días —murmura, acercándose para besarme suavemente.

—Buenos días —respondo, dejando que la calidez de ese beso borre cualquier preocupación.

Decido no mencionarle lo del mensaje de mi abuela por ahora. Hoy es un día para nosotros, para disfrutar de la compañía mutua y centrarnos en nuestro futuro, no en el pasado.

Pasamos la mañana planeando cómo adaptar el departamento para vivir juntos. Alex y yo decidimos empezar con nuestra habitación, eligiendo juntos los colores de la pintura y las decoraciones. Es una sensación extraña y maravillosa, construir un espacio que compartiremos, que será nuestro hogar.

—Creo que deberíamos pintar esta pared de un azul suave —sugiere Alex mientras mezcla la pintura.

—Me gusta la idea —respondo, observándolo trabajar con tanta concentración. Hay algo increíblemente atractivo en verlo así, tan comprometido con hacer de este lugar un hogar para ambos.

Comenzamos a pintar, y a pesar de mis esfuerzos por mantener todo limpio, Alex logra mancharme con una brocha llena de pintura. El frío del líquido en mi mejilla me toma por sorpresa.

—¡Oye! —exclamo, viendo cómo una sonrisa traviesa aparece en su rostro.

—Ups, lo siento —dice, aunque sus ojos brillan con una diversión que dice lo contrario.

Decido vengarme, tomando un poco de pintura en mis dedos y aplicándola en su rostro. Alex se ríe, y pronto estamos inmersos en una batalla de pintura. Nos perseguimos por la habitación, manchándonos y riendo a carcajadas. Nuestro husky, Alex, se une al caos, corriendo de un lado a otro con nosotros, moviendo la cola con entusiasmo.

El juego se convierte en algo más, en un recuerdo que sé que atesoraré. Cada risa, cada toque, cada mirada entre nosotros se siente como un ladrillo más en los cimientos de la vida que estamos construyendo juntos.

Finalmente, cuando ambos estamos cubiertos de pintura y nuestras energías se han agotado, nos recostamos en el suelo, uno al lado del otro, mirando al techo.

—Creo que hemos hecho un desastre —comento entre risas, viendo las huellas de nuestras travesuras en las paredes y el suelo.

—Un desastre hermoso —responde Alex, tomando mi mano y entrelazando sus dedos con los míos—. Será una buena historia para contar cuando tengamos visitas.

Me giro hacia él y lo miro a los ojos, esos ojos que siempre me han hecho sentir como en casa. No importa lo que ocurra fuera de estas paredes, aquí, con él, siempre estaré bien.

Después de un largo día, decido darme una ducha para quitarme la pintura. El agua caliente se siente increíble contra mi piel cansada, y me permito cerrar los ojos, dejando que mi mente vague. Pienso en el futuro, en lo que nos espera a Alex y a mí, en la vida que estamos construyendo juntos. Por primera vez en mucho tiempo, no me siento asustado, sino emocionado por lo que vendrá.

Estoy tan inmerso en mis pensamientos que no escucho a Alex entrar al baño hasta que lo siento detrás de mí, sus brazos rodeando mi cintura y su cuerpo cálido presionándose contra el mío.

—Necesitaba un poco de compañía —dice en voz baja, su aliento acariciando mi oído.

Sonrío, apoyándome en él.

—¿No conoces el concepto de privacidad? —pregunto juguetonamente.

—La privacidad ya no va con nosotros —responde, su tono suave pero lleno de intención—. Te conozco completamente, Jake, cada parte de ti.

Sus palabras están acompañadas por besos suaves en mi cuello, haciendo que mi piel se erice bajo su toque. La calidez de su cuerpo, el sonido del agua corriendo, el aroma de su piel, todo se combina para crear un ambiente que me envuelve por completo.

—Alex... —susurro, sin poder evitar la necesidad que comienza a arder dentro de mí.

—Te amo, Jake —dice, su voz ahora más profunda, más cargada de deseo.

Me giro hacia él, y en ese momento, todas las palabras sobran. Nuestros cuerpos se encuentran bajo el agua caliente, y lo que comienza como un simple abrazo se convierte en algo más, en una expresión física de todo lo que sentimos el uno por el otro.

Hacemos el amor en la ducha, y es como si todo lo demás se desvaneciera. Solo existimos nosotros, en este momento, en este espacio. Cuando finalmente nos detenemos, ambos respirando con dificultad, me siento más conectado a él que nunca.

Alex y yo salimos de la ducha, y mientras nos secamos, no puedo evitar sentir una profunda gratitud por tenerlo a mi lado. El día ha sido largo y agotador, pero también ha sido uno de los mejores de mi vida. Nos tumbamos en la cama, y antes de quedarme dormido, me acurruco en su pecho, sabiendo que no hay lugar más seguro ni más cálido que este.

En ese momento, me doy cuenta de que no necesito la aprobación de mi abuela ni su dinero. Con Alex a mi lado, soy más rico de lo que jamás podría haber imaginado.


Chico Malo, Corazón RotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora