Confesión

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~Matías~

En vista de lo último acontecido y del hecho de que me corresponde acoger a una manada externa en mi pueblo, no he querido escatimar en guardias. Ellos me informan puntualmente cada hora si todo va bien o si ha habido algún inconveniente en sus zonas asignadas. Sin mencionar que nos mantenemos alerta debido a la insistencia del alfa Ernesto Santoro por llegar hasta Adriano o mi luna.
A las doce horas, nos reunimos en la entrada de la aldea para cambiar el turno con los siguientes guardias. Un aullido no muy lejano captó nuestra atención. Guardé la calma al ver a Matthew bajar de un GMC Terrain 2022 rojo granate, ayudando a bajar a dos gemelos y a una mujer de tez clara que acunaba en brazos a un bebé. Alrededor aparcaron un gran número de autos de los que bajaban muchas familias.

-Ya hemos hablado de esto, ya saben qué hacer. Quiero que lleven a estas mujeres, niños y ancianos a los sótanos subterráneos bajo las viviendas. Sus maletas reorganícenlas en las casas huéspedes, donde se les instalará una vez pongamos fin al problema que nos atañe en estos momentos con los Santoro.

-Enseguida estará todo listo -respondieron al unísono.

-Alfa Matías -dijeron a mi espalda.

-Matthew -respondí, extendiendo la mano para un firme apretón.

-Gracias por ayudarnos.

-Solo cumplo con mi deber; si no nos cuidamos entre nosotros, nuestra especie se extinguiría -contesté.

-Muchas gracias. Me presento, soy la luna de esta manada; mi nombre es Xia White y ellos son nuestros hijos -intervino su mujer.

-Es un honor conocerles -respondí con un ligero apretón de manos. Me agaché en cuclillas frente a sus hijos y dije-: Bienvenidos, pequeños alfas. Tengo un supersecreto que contarles; ¿quieren saber de qué se trata? -pregunté.

-Sí -respondieron con timidez.

-Verán, resulta que mi Nana acaba de hacer unas ricas galletas de chocolate y no podré comérmelas todas. ¿Me ayudarían? -pregunté. Ellos abrieron sus ojos con un brillo especial que solo da la ilusión e inocencia. Levantaron la vista hacia su padre y preguntaron al unísono:

-¿Podemos ir, papi?

-Si me prometen que se van a portar bien -respondió Matthew.

-Lo prometemos -contestaron sus hijos.

-Vengan conmigo, tenemos una zona de juegos que les encantará -intervine. Cada uno me tomó de una mano y juntos nos pusimos en camino hasta uno de los sótanos que habíamos acondicionado con una zona para los más pequeños. Con la única intención de mantenerlos con una sonrisa amplia y con la mente ocupada hasta poder volver a la normalidad.

Observaba maravillado cómo la multitud de pequeñas cabecitas rodeaban a Nana Rose, que, junto a una pequeña bandeja de galletas de pepitas de chocolate, se sentaba en medio del círculo que habían formado para contarles viejas leyendas sobrenaturales.

-¿Cuál de ellos es tu hijo? -preguntó Matthew a mi derecha, con los brazos cruzados.

-¿Qué?

-¿Cuál es tu hijo? -volvió a preguntar.

-No, creo que estás equivocado. No tengo hijos por ahora. Es una idea que realmente espero poder hacer realidad en un futuro próximo. Pero, como podrás darte cuenta, la situación en la que nos encontramos ahora mismo no es la adecuada para tener a mis hijos, donde la vida de su madre está puesta constantemente en peligro -respondí, dando un largo suspiro.

-Lo lamento. Por experiencia sé lo doloroso que es ver a la mujer que amas sufrir. Entre las manadas llegan rumores de lo que habéis vivido -comentó.

La Cara Oculta [Saga Resiliencia • 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora