~Nikolay~
Fui nombrado alfa hace veinte años; actualmente mi edad es de treinta y ocho. Después de ver morir a mi hermana Alisa, me convertí en una persona apática. Me sentí un fraude al no poder salvarla y. obviamente, me culpé de su muerte. En mi trigésimo cumpleaños, obedeciendo a mi padre, inicié mi periplo en busca de mi luna antes de relevar a papá en su cargo como líder. Pero no conté con que recibiría una llamada angustiada de Alexey, mi beta, dándome la peor noticia de todas; habían asesinado a mi padre. Una manada que decidió tomarse la libertad de atacar mi pueblo. Papá pereció en dicha batalla con honor, tras salvar a nuestra gente.
En su despedida, prometí que vengaría su muerte. Así que recabamos información de la manada que lo asesinó, les di caza y, ante los ojos de su alfa, erradiqué a toda su gente y luego lo maté de la misma manera que él lo había hecho con mi padre. Le arranqué miembro a miembro, así quien fuese conocedor de mi venganza pensará dos veces causar daño a mi familia.
Dejé de buscar a mi alma gemela porque, debido a mi mala suerte, di por sentado que estaba maldito y que nunca tendría descendencia. Pero estaba muy equivocado. Actualmente, tengo una hermosa mujer con la que me voy a casar hoy mismo, quien fue secuestrada por sus amigas hará una semana para una despedida de soltera. Mientras me encargaba de los preparativos finales, junto a nuestra nana y mi beta, preparándome para recibir a los invitados, entre ellos a mis sobrinos, y cuñado. Tres sujetos a los que aporrearé en cuanto los vea, porque de nuevo debo enterarme por terceros que sus vidas volvían a correr peligro y no me llamaron.
~Scott~
Antes de tomar nuestro vuelo hacia la República Altai Rusia, cometí la idiotez de llamar a Nikolay. Al colgar la misma después de decirle que salíamos de Camden temprano, me zumbaron los tímpanos por unos largos segundos debido a los incesantes gritos de mi cuñado. Agradecí a la diosa que aún estuviéramos por abordar el avión, así Nikolay tendría tiempo suficiente de calmarse, evitándonos recibir un derechazo de su parte, mis hijos y yo. Solo le deseo que, en esta nueva etapa, vuelva a ser aquel muchacho risueño que una vez conocí.
~Jessica~
Durante el cumpleaños de Samantha, al comienzo de la noche, fui de las primeras en llegar y poco después aparecieron Ada, Derrik y su beta. Yo estaba a un lado del salón, y él pasando el arco de la puerta; nuestras miradas se conectaron y fue cuando lo supe, percibiendo un agradable aroma a naranjos. Él es mi mate. A pasos agigantados, sin importarle la presencia del resto de la gente, se aproximó con actitud dominante, se aferró a mi cintura recostándonos en la pared más cercana. Nos fundimos en un beso dulce y delicado.
-Grrr, mía -musitó en mis labios.
A lo largo de la festividad, fue claro y conciso: dijo que quería conocerme, ir despacio, pero que sería muy feliz si aceptaba su invitación de mudarme junto a él a Colmillo Blanco.
Es atlético, de metro noventa, piel bronceada, cabellera color café y con un corte militar. Tiene 20 años, grandes ojos azul zafiro, su nombre es Stephan; como ya había deducido, es el beta de Derrik.
Al rayar el alba, quiso acompañarme a casa, no aceptando un "no" por respuesta; aunque encantada, dije que sí, pues su compañía me hacía sentir muy cómoda. Pensándolo bien, y dada las horas que eran, escribí un mensaje a mis padres para que supieran que me encontraba bien. Pude imaginar el entusiasmo de Stephan al decirle que me quería quedar con él.
Logramos dormir un par de horas hasta que Derrik nos despertó con golpes en la puerta del dormitorio de Stephan. Al parecer, tenían una reunión programada que no podían dejar pasar; incluso, en la culminación del día no salieron a comer. Así que Ada y yo decidimos pasear por el mercado de la manada, y fue cuando se me ocurrió una idea.
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La Cara Oculta [Saga Resiliencia • 1]
Manusia SerigalaMi nombre es Matías. Desde que era un niño, he conocido el peso del dolor y la pérdida. Crecí sabiendo que algún día sería Alfa, entrenándome para llevar sobre mis hombros la carga de mi manada. Pero nada pudo prepararme para el giro que tomaría mi...