~Fabricio Santoro~
Nunca me he considerado un hombre paciente, en absoluto, y mucho menos cuando se trata de lidiar con una mujer. La gente puede definirme como quisquilloso, arisco, petulante, embustero y malintencionado. ¿Me importan sus opiniones sobre mi persona? Para nada.
Desde muy pequeño, siempre quise un lugar en mi manada Luna Oscura; después de todo, ¡soy el hijo de un alfa! Pero, maldición, ¿por qué no puedo tener todo lo que deseo? Y por si fuera poco, mi hermano, el gran Angelo, parece que me ha arrebatado todo aquello que yo ansiaba.Me marché en busca de un lugar adecuado para mí, donde pudiera encajar. No pasó mucho tiempo hasta que entré como nuevo miembro del tan temido "Consejo de Alfas". Con el curso del tiempo, me llegó la noticia de que Angelo pereció en batalla, lo cual me hizo sentir dichoso; su mujer había fallecido antes. Solo quedó mi sobrino Ernesto, muy parecido a mí, pero igual de mentecato que su padre. Confabulamos uniendo nuestras fuerzas, y el muy idiota acabó muerto.
No soy de los que se apegan fácilmente a las personas, pero cuando se trata de la familia, la venganza es imperativa, al menos para guardar las apariencias y no ser el hazmerreír de tu círculo cercano.
En cuanto al amor, nunca he sido de los que creen en las almas gemelas. ¿Para qué atarse a una sola persona cuando el mundo me ofrece infinidad de posibilidades para escoger cuándo y cómo me plazca? Eso de las conexiones profundas, compartir toda una vida "hasta que la muerte nos separe" no es lo mío. Lo que yo deseo es libertad, sin compromisos, sin promesas, sin restricciones. Quiero tomar lo que quiera y cuando quiera, sin explicaciones ni complicaciones.
Regresando a Olivia, la molesta bruja con aires de superioridad: al no recibir ninguna noticia suya, envié a un par de mis guardias para buscarla. No sé nada de ella, no me preocupa su seguridad; solo me interesa saber cómo le está yendo con aquello que le pedí hacer por mí.
[En Camden.]
~Matías~
Han transcurrido dos días desde que desperté. Todos me recibieron con gran entusiasmo. Después de saludar a todos, fui a verla, pues los chicos me dijeron en qué habitación estaba.
Por las muecas que hacía y lo agitada que se ponía, me di cuenta de que no tenía un buen sueño. Me arrodillé a su lado, coloqué un mechón rebelde de su cabello tras su oreja, deposité un suave beso en su mejilla y le susurré:
—Lobita, ya estoy aquí. Estaremos bien; pronto acabará todo. Te amo, mi luna.
Besé su vientre, ya con un embarazo de dos meses. Antes de ponerme en pie, percibí una lágrima bajar por su rostro. Sequé su mejilla, uní nuestros labios en un dulce beso y me retiré, dejándola descansar mientras me informaba de cómo continuaba todo. Me dirigía a mi despacho cuando alguien llamó mi atención.
—Matías —dijo Connor, interceptándome por el camino hasta mi oficina. No había podido verlo aún; cayó en mis brazos dándome un abrazo fraternal, pues así es como lo considero, un hermano—. ¿Cómo estás? —cuestionó.
—Me duele el cuerpo todavía, pero en pocos días estaré como nuevo. ¿Cómo está tu padre? —contesté.
—Su herida está sanando; ahora lo que me preocupa es su mente. Sabes que arrastra fantasmas del pasado, entre ellos la muerte de mamá. Me siento estúpido por no saber cómo ayudarle —respondió.
—Oye, no te atormentes. Lo mejor que puedes hacer ahora es permanecer a su lado; habla con tu padre cada vez que sientas que debes hacerlo. Te aseguro que eso le ayudará a volver.
—¿Pero qué le pasará a su mente? —preguntó con tristeza.
—No lo sé, lo siento. Ojalá tuviera una mejor respuesta para tu pregunta; me temo que solo nos queda aguardar. Pero no nos pongamos en lo peor todavía. Hermano, debo irme. Por mucho que quiera acompañarte, tenemos que dar sepultura a los que han perdido la vida. Regresa con tu padre, tendrás guardias en el pasillo; me niego a dejaros solos a alguno, con esa bruja demente suelta por ahí. Me llevaré a algunos chicos a recoger los cuerpos y apilarlos frente a esta casa para darles una merecida despedida.
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La Cara Oculta [Saga Resiliencia • 1]
WerewolfMi nombre es Matías. Desde que era un niño, he conocido el peso del dolor y la pérdida. Crecí sabiendo que algún día sería Alfa, entrenándome para llevar sobre mis hombros la carga de mi manada. Pero nada pudo prepararme para el giro que tomaría mi...