Amistades eternas

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~Matías~

Como ha estado en calma, quisimos aprovechar la ocasión para desconectar. Algunos de nosotros, como Derrik, Ada, Jess, Stephan, Ezequiel y Paula, decidimos pasar unas semanas en la casa del bosque.

Con las primeras luces del día, la sentí removerse sobre mi pecho, emitiendo pequeños aullidos lastimeros, como si algo la hubiese asustado. Así que la desperté con suavidad.

-Amor, estoy aquí. Todo está bien -dije acariciando su mejilla. Ella guardó silencio y procuraba evadir mi mirada; la tomé de la quijada y me encontré con sus ojos tristes-. Sé que algo te sucede. ¿Por qué llorabas? Sabes que puedes contármelo.

-Lo sé, pero no es nada, no tiene importancia -respondió, escondiéndose en mi pecho como una niña atemorizada. Levanté su quijada y le dije:

-Tu sueño te ha hecho llorar, y eso lo hace importante para mí.

-Está bien, es... esa mujer. Soñé que me arrebataba a los bebés de mis brazos; luego los mataba a ellos y a ti por intentar detenerla -volvió a ocultarse en mi pecho, esta vez llorando a lágrima viva. La abracé con fuerza y le respondí:

-Estaremos bien, superaremos esto como todo lo demás. No me iré a ningún lado. Me encargaré de que nadie se acerque a vosotros y, mucho menos, les hagan daño. Nadie nos quitará a nuestros hijos, te lo prometo.

-Pero tienes prohibido morirte, ¿me oíste? -dijo.

-No te preocupes, siempre regresaré a ti -aseguré, dándole un beso en la cabeza. Permanecimos abrazados un largo rato, hasta que logró calmarse.

-¿Has dormido bien? -cuestionó, incorporándose con tono de preocupación. Desde que murió mi padre, cada vez que cierro los ojos lo sostengo en mis brazos mientras muere. En mis pesadillas, me pregunta por qué lo dejé morir y no lo salvé.

-Sí, lobita, no te preocupes. He dormido mejor al fin -Me escrutaba con una mirada incrédula, pero decidió no volver a preguntar-. ¿Cómo están los cachorros? -pregunté, cubriendo de caricias su barriga de cuatro meses.

-Muy bien, inquietos como su padre; además, me han dicho que tienen hambre -contestó haciendo pucheros, haciéndome reír a carcajada limpia. Colocándome a la altura de su vientre, posé un suave beso en él y dije:

-Hijos, ¿podréis esperar media hora? Papá tiene ahora mismo un apetito voraz y desea desayunar. -Alessandra me observaba con una sonrisa cautivadora. Me subí sobre ella con mucho cuidado y llené su rostro de besos; amo oír su risa contagiosa porque me da la vida.

-Ja, ja, ja, lobo malo, eso es hacer trampa; me haces cosquillas con la barba... detente, amor... -muerta de la risa, se revolvía bajo mi cuerpo.

La interrumpí:

-Ni hablar, estoy completamente enamorado de tu risa; déjame oírla aunque sea un rato pequeño -respondí imitando sus pucheros de hace un momento. En cuestión de segundos, el roce de nuestros cuerpos desnudos elevó la temperatura.

-Matías, te necesito dentro ahora -gimió, dándome una mirada lujuriosa.

-Grrr -gruñí. Look estaba dispuesto a tomar el control, pero me rehusé; no quería dañarla.

-Pero amor, no hagamos ruido, los chicos nos pueden oír -agregó ruborizada y sonriendo con cierta timidez.

-Que se fastidien. Llevo días escuchándolos a todas horas; si no son Derrik y Ada, son Stephan y Jess, o Ezequiel y Paula. Ahora les toca a ellos oírnos, que se aguanten -compartimos una carcajada contagiosa.
Consciente de que durante días ha dormido sin bragas ni sostén, manteniéndonos la mirada, entré en ella.

La Cara Oculta [Saga Resiliencia • 1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora