~Ezequiel~
Nunca fui un buen chico. Cuando mi padre me encontró y me dio esta nueva vida como vampiro, perdí totalmente el control de mí mismo. Me uní a la familia real de vampiros, y juntos cometimos horribles atrocidades. Mi padre, Aiden Jones, el primero de nuestra especie, junto a mi hermano Charlie, se dedicaron a diezmar pueblos enteros. Al principio, no me opuse, hasta que un día me encontré con un pequeño de no más de cinco años, atemorizado y escondido bajo su cama. Esa mirada fue la que me hizo detenerme a pensar y preguntarme: ¿Qué estoy haciendo?
Entonces lo cogí en brazos, ocultándolo en mi pecho, y desaparecimos de aquel horrible lugar. Lo dejé con una amable anciana que se encargó de darle una feliz vida. Luego me marché para vivir en soledad, con las muertes que causé persiguiéndome. Cambié mi dieta y empecé a alimentarme de animales, lo que me ayudó a aprender a controlarme y así poder convivir entre los humanos.
Siempre anhelé algo que nunca me atreví a buscar, por las últimas palabras que me frenaban, dichas por mi padre con burla. Decía que era débil por querer asentarme y formar una absurda familia, que era signo de debilidad. En la actualidad, veo lo equivocadas que estaban sus palabras. En todo este tiempo junto a mi esposa Paula y todos nuestros amigos, me han enseñado a ver las cosas con claridad, que la familia no te hace débil, sino fuerte.
Hoy me odio a mí mismo y me arrepiento completamente de mi pasado. Pero, a pesar de mis demonios que siempre me atormentarán, Paula me ha ayudado a avanzar y ver la vida con otros ojos.
Sus padres, Leonel y Sasha, vendrán a la manada a desayunar y pasar el día con nosotros; de hecho, están por llegar. Mientras mi esposa aún duerme, bajé después de arreglarme para recibirlos. He preparado un amplio desayuno con café, zumo de naranjas, tortas con miel, fruta picada, huevos y bacon. Iba colocando la mesa cuando tocaron la puerta. Eran ellos. No los hice esperar y rápidamente fui a abrirles.
-Buenos días, gracias por haber venido. ¿Cómo están? -pregunté.
-Buenos días, hijo, perfectamente. ¿Qué huele tan bien? -preguntó Leonel.
-Leonel, cariño, no seas grosero -le regañó Sasha.
-Perdón, es que no hemos comido nada esta mañana -se quejó, haciendo pucheros, y yo reprimí una risa.
-Perdónalo, Ezequiel, cariño, es que no tiene remedio él y su glotonería -se disculpó Sasha con un abrazo.
-No te preocupes, entonces ya sé a quién salió Paula -nos reímos al unísono-. Por favor, pasen, que el desayuno se enfría.
-Tenéis una casa preciosa -añadió Sasha, admirando el recibidor, el pasillo y la cocina. Pero entonces...-. ¡Leonel! -chilló. Se acercó hasta él y le dio un pequeño tirón de orejas. Me carcajeé ante la situación, cuando lo hizo soltar lo que comía y lo llevó a la isla de la cocina, obligándole a sentarse en la silla.
-¡Auch!, mujer... -se quejó él, frotándose la oreja colorada.
-¿Qué has hecho esta vez, papá? -intervino Paula, con una sonrisa de lado, ceja alzada y brazos cruzados, recargada en el marco de la puerta de la cocina.
-¿Qué va a ser? No sabe comportarse ni tener las manos quietas -añadió Sasha.
-Haberme dejado comer algo antes de salir de casa -respondió Leonel con molestia.
-No seas dramático, te dije que desayunaríamos con los chicos hoy -reprochó su mujer.
-Ja, ja, ja, parad ya los dos -dijo Paula, dándole un beso en la mejilla a su madre y un abrazo de oso a su padre. Por último, a mí-. Buenos días, cariño -dijo, plantándome un delicado beso, percatándome por el rabillo del ojo de que robaba un poco de bacon de los platos.
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La Cara Oculta [Saga Resiliencia • 1]
Hombres LoboMi nombre es Matías. Desde que era un niño, he conocido el peso del dolor y la pérdida. Crecí sabiendo que algún día sería Alfa, entrenándome para llevar sobre mis hombros la carga de mi manada. Pero nada pudo prepararme para el giro que tomaría mi...