El peso de la verdad

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Karime salió del salón como un rayo, apenas controlando el torbellino de emociones que la invadía. La traición de Gala, por segunda vez, la había golpeado mucho más fuerte de lo que esperaba. A pesar de que había intentado prepararse mentalmente para cualquier cosa, verla en la pantalla besándose con Agustín nuevamente la dejó sin aire. Era como si el suelo hubiera desaparecido bajo sus pies.

Briggite, que estaba sentada cerca, observó la escena con el ceño fruncido. Había visto lo que todos habían visto: Gala y Agustín besándose en la suite, una repetición de la traición anterior. Sin perder tiempo, se levantó de su asiento y salió detrás de Karime. Sabía que su amiga no estaría bien y no pensaba dejarla sola en ese momento.

Cuando finalmente la alcanzó en el pasillo, Karime estaba parada, inmóvil, como si intentara procesar lo que acababa de suceder. Briggite se acercó con cautela, sin decir una palabra, hasta que finalmente Karime rompió el silencio.

—¿Lo viste, verdad? —preguntó Karime con una voz apenas audible, su espalda aún hacia Briggite.

Briggite asintió, aunque Karime no pudiera verla. Sabía que su amiga estaba sufriendo más de lo que dejaba ver.

—Sí, lo vi —respondió Briggite suavemente—. Y no lo puedo creer, Kari. Pensé que después de lo que pasó la primera vez... no volvería a hacerte esto.

Karime soltó una risa amarga, que no tenía nada de alegría.

—Yo también lo pensé, Briggi. Pero parece que me equivoqué de nuevo.

Se dio la vuelta para enfrentar a su amiga, y Briggite pudo ver el dolor en sus ojos. Karime, siempre fuerte y segura de sí misma, ahora parecía vulnerable, rota por dentro.

—Dime, ¿cómo se supone que siga adelante después de esto? —preguntó Karime, su voz temblando de ira y tristeza—. La amo, Briggi. La amo tanto que me duele. Pero... ¿cómo puedo confiar en ella si sigue haciéndome esto?

Briggite dio un paso hacia adelante y la abrazó sin decir nada. Sabía que no había palabras que pudieran arreglar lo que había pasado, pero al menos podía ofrecerle su apoyo incondicional.

—Kari, no tienes que tomar una decisión ahora —le dijo Briggite en voz baja—. Pero mereces ser feliz, y si Gala no puede respetarte ni valorarte, tienes que pensar en lo que es mejor para ti.

Karime permaneció en silencio por un momento, abrazada a Briggite. Sabía que su amiga tenía razón, pero la idea de dejar ir a Gala, de aceptar que su relación tal vez no tenía futuro, era insoportable.

—¿Qué harías tú? —preguntó finalmente, separándose del abrazo lo suficiente como para mirar a Briggite a los ojos.

Briggite suspiró. Sabía que cualquier consejo que le diera a Karime sería difícil de seguir, porque el corazón no siempre obedece a la razón.

—Sinceramente, Kari, no sé qué haría —admitió Briggite—. Pero sé que si alguien me hiciera lo que Gala te hizo, dos veces, me costaría mucho volver a confiar en esa persona. Creo que mereces a alguien que te valore de verdad, que no te haga daño. Y Gala... no parece estar siendo sincera contigo.

Karime apretó los labios, sintiendo cómo una nueva ola de emociones la invadía. Briggite no estaba equivocada. Gala le había demostrado que, aunque decía amarla, sus acciones no reflejaban lo mismo.

—No puedo más, Briggi —dijo Karime, sintiendo que las lágrimas volvían a subir—. No puedo seguir así, con esta incertidumbre, con este dolor. La noche en la suite... esa noche me dolió más de lo que pensé, pero aún así la perdoné. ¿Y ahora esto?

Briggite la miró con compasión, su rostro reflejando la preocupación que sentía por su amiga.

—Tienes todo el derecho de sentirte así, Kari. Gala rompió tu confianza, y no es justo para ti seguir sufriendo por algo que no depende de ti.

Atracción bajo reflectores Donde viven las historias. Descúbrelo ahora