Miradas que Queman

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Era viernes por la noche, y la casa se encontraba envuelta en la habitual euforia de las fiestas semanales. Las luces parpadeaban con colores vibrantes mientras la música resonaba por todos los rincones. Los habitantes se entregaban a la celebración, tratando de dejar a un lado las tensiones acumuladas durante la semana.

Karime, aunque estaba físicamente presente, se sentía distante. Había logrado mantenerse en la casa gracias a su promesa a Briggite, pero el ambiente festivo no hacía más que aumentar su ansiedad. Estaba de pie junto a Gomita, fingiendo participar en la conversación, pero en realidad su mente estaba en otro lugar. Más específicamente, en Gala y Agustín.

Desde el inicio de la noche, Karime no había podido evitar notar cómo Agustín no se alejaba de Gala ni un segundo. La atención de él hacia ella era obvia, y la forma en que Gala respondía, aunque discreta, era lo que más la lastimaba. Karime intentaba no mirar, pero cada vez que lo hacía, su corazón se rompía un poco más.

Gomita, mientras hablaba animadamente sobre lo que había ocurrido en la semana, no se percataba de la distracción de Karime. La fiesta, para ella, era un escape de la realidad, una forma de soltarse y olvidarse de todo lo que estaba pasando en la casa. Pero Karime no compartía esa misma sensación de alivio.

De repente, el movimiento de Gala y Agustín llamó su atención. Estaban bailando muy juntos, más de lo que Karime hubiera querido ver. El mundo alrededor de ella pareció detenerse cuando vio cómo Agustín se inclinaba hacia Gala, sus manos en su cintura, acercándose lentamente a su rostro.

Karime lo sabía. Sabía lo que iba a pasar. Y aún así, no pudo apartar la mirada.

Agustín y Gala se besaron.

El beso fue rápido, quizás por la música alta y las luces deslumbrantes que los rodeaban. Pero para Karime, el tiempo se detuvo. El dolor fue inmediato, una puñalada en el pecho que la dejó sin aire. Aunque había intentado prepararse para este momento, verlo en vivo y en directo era mucho peor de lo que había imaginado.

Mientras el beso ocurría, Karime solo pudo quedarse quieta, como una espectadora en una escena que nunca quiso presenciar. Intentaba mantenerse calmada, mantener una expresión neutral, pero su mirada delataba el dolor y la traición que sentía.

—¿Estás bien? —preguntó Gomita de repente, notando que Karime había dejado de responder a sus comentarios.

Karime parpadeó rápidamente, forzando una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—Sí, sí... estoy bien —respondió, su voz apenas audible.

Gomita, sin notar la tensión en Karime, siguió hablando, aunque su conversación se desvanecía en el fondo mientras Karime no podía apartar la vista de Gala y Agustín. Ellos siguieron bailando como si el beso no hubiera tenido ninguna consecuencia, ajenos a la tormenta interna que Karime estaba viviendo.

Cada risa compartida, cada mirada entre ellos, era como una herida abierta que no dejaba de sangrar. Karime sentía cómo la rabia y la tristeza se mezclaban en su interior. ¿Cómo podía Gala actuar así después de todo lo que habían pasado juntas? ¿Cómo podía Agustín, sabiendo lo que Karime sentía, seguir acercándose a Gala?

Era como si todo lo que había hecho para mantenerse fuerte hasta este punto no hubiera servido de nada. Había decidido quedarse en la casa, había soportado la presión, y ahora, aquí estaba, viendo cómo la persona que amaba se entregaba a otra, sin siquiera mirar atrás.

—Voy por una bebida —dijo Karime de repente, sin esperar la respuesta de Gomita.

Se alejó rápidamente, necesitaba espacio. No podía estar cerca de ellos, no después de lo que acababa de ver. Caminó hasta la barra improvisada, buscando algo que la distrajera, aunque fuera por un momento.

Mientras tomaba un vaso de agua, escuchó a lo lejos cómo la música seguía retumbando, las risas y los gritos de los demás participantes llenando el aire. Todos estaban inmersos en la celebración, en la diversión... todos menos ella.

Karime respiró hondo, cerrando los ojos por un momento. Sabía que no podía seguir así, que no podía dejar que el dolor la consumiera. Pero era tan difícil. Cada vez que intentaba alejarse de esos sentimientos, algo la arrastraba de nuevo, como si estuviera atrapada en un ciclo interminable de dolor y traición.

Cuando abrió los ojos, notó que Briggite la estaba observando desde el otro lado de la barra, con una mirada de preocupación. Se acercó a ella, sabiendo que su amiga era la única persona con la que realmente podía ser honesta en ese momento.

—¿Qué pasó? —preguntó Briggite suavemente, notando la expresión devastada de Karime.

Karime tomó un sorbo de su vaso, intentando ganar tiempo antes de responder. Pero las palabras le salieron antes de que pudiera detenerlas.

—Los vi... besándose —dijo con la voz quebrada, sin poder ocultar más el dolor—. Gala y Agustín.

Briggite cerró los ojos un momento, suspirando. Sabía que esto era lo que Karime más temía, y verlo hecho realidad era algo que ninguna de las dos había querido enfrentar.

—Lo siento, Kari... —murmuró, extendiendo una mano para tocar el brazo de Karime—. No te mereces esto.

Karime asintió, sintiendo cómo las lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos. Pero se negó a dejarlas salir. No en la fiesta, no frente a todos. Había aguantado hasta ahora, y no iba a derrumbarse en público.

—Voy a estar bien —dijo finalmente, más como un intento de convencerse a sí misma que a Briggite—. Solo... necesito un poco de tiempo.

Briggite asintió, respetando su espacio, pero sin dejar de estar cerca de ella, como una amiga leal que siempre había sido.

Karime, por su parte, miró hacia la pista de baile una última vez, viendo a Gala y Agustín riendo juntos, como si nada hubiera pasado. El dolor seguía ahí, profundo e intenso, pero había algo que también empezaba a surgir en su interior: una determinación de no dejar que esto la derrotara.

Había sobrevivido a cosas peores, y aunque ahora todo parecía desmoronarse, no iba a permitir que su corazón se rompiera completamente.

Atracción bajo reflectores Donde viven las historias. Descúbrelo ahora