Bajo la luz tenue

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La suite era todo lo que cualquier concursante soñaría: una cama enorme, una decoración lujosa y la privacidad que tanto faltaba en la casa de los famosos. Gala y Agustín subieron en silencio, aunque el aire entre ellos estaba cargado de una tensión que Gala no podía ignorar. Sabía que Agustín no iba a desperdiciar esta oportunidad. Lo había visto en su mirada desde el primer día, pero ahora, aquí, a solas, las intenciones de Agustín eran aún más claras.

—Qué lugar, ¿no? —comentó Agustín mientras recorría la habitación con la mirada, deteniéndose en la cama perfectamente hecha.

—Sí, es bastante impresionante —respondió Gala, intentando sonar despreocupada. Pero no podía evitar que una parte de ella se sintiera tensa.

Agustín se sentó en el borde de la cama, mirando a Gala con una sonrisa que mezclaba diversión y algo más oscuro.

—¿Y qué piensas hacer ahora? —preguntó él, con ese tono de voz que dejaba claro que no hablaba solo de la suite.

Gala sabía que estaba jugando con fuego. Hasta ese momento había logrado mantener una distancia prudente, pero el magnetismo de Agustín era real. Y en la privacidad de la suite, las reglas del juego parecían cambiar.

—No lo sé, supongo que dormir —respondió Gala, aunque su corazón latía más rápido de lo que quería admitir.

Agustín se levantó lentamente y se acercó a ella, sus ojos clavados en los de Gala, cada paso que daba aumentando la tensión en la habitación. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, alzó una mano y acarició suavemente su rostro.

—No tienes que resistirte, Gala —susurró—. Estamos aquí, tú y yo. Nadie tiene por qué saber lo que pase.

Gala sintió su respiración acelerarse. Sabía que esto estaba mal. Karime, aunque no lo había dicho en voz alta, confiaba en ella, pero la cercanía de Agustín estaba nublando su juicio. Durante un segundo, pensó en apartarse, en decirle que no. Pero entonces, sus labios se encontraron en un beso lento, lleno de la tensión acumulada durante semanas.

El beso duró más de lo que debería. Gala cerró los ojos, dejándose llevar por el momento, pero al instante siguiente, la culpa empezó a llenar su pecho. Cuando se separaron, Agustín la miró con una sonrisa satisfecha, mientras Gala retrocedía un paso, su mente ya preocupada por lo que acababa de pasar.

—Agustín... —murmuró, intentando encontrar las palabras adecuadas—. Esto no está bien.

—¿Por qué no? —preguntó él, todavía sonriendo—. Estamos en el mismo juego, Gala. Esto es parte de la competencia, ¿no crees?

Pero Gala no lo veía así. No era solo el juego; era Karime. Había algo real entre ellas, algo que Gala no podía ignorar por mucho que Agustín intentara persuadirla. Y lo peor de todo era que el martes, en el día de cine, las cámaras podrían haber captado todo. La suite no era completamente privada, y las grabaciones eran una parte esencial del programa.

—Las cámaras... —susurró Gala, su preocupación creciendo. Si el beso se emitía, Karime lo vería, y todo lo que habían construido podría derrumbarse.

Agustín se encogió de hombros, sin mostrar ninguna preocupación.

—Es solo un beso, Gala. Si lo pasan, lo pasamos bien; si no, sigue siendo parte del show.

Pero Gala sabía que no era "solo un beso". Era una traición silenciosa a Karime, algo que podía cambiar todo lo que estaba en juego entre ellas. Se apartó de Agustín, claramente perturbada.

—Voy a dormir —dijo, tratando de poner fin a la conversación. Se metió en la cama, pero su mente no podía descansar. El miedo de lo que podría pasar el martes en el día de cine la carcomía.

Atracción bajo reflectores Donde viven las historias. Descúbrelo ahora