El sol apenas comenzaba a ocultarse detrás de las montañas cuando los seis amigos llegaron a la cabaña. El aire era fresco, casi helado, y el cielo se teñía de un anaranjado profundo, anunciando la llegada de la noche. Después de meses de solicitudes y proyectos, habían decidido tomarse un descanso y alejarse de la ciudad para disfrutar de un fin de semana tranquilo en la montaña. Sin embargo, la sensación de aislamiento era palpable, y un ligero escalofrío recorrió la espalda de Daiana cuando bajó del auto.
Daiana, una joven de 22 años, era la líder natural del grupo. Estudiaba Arquitectura en la universidad, donde destacaba por su creatividad y precisión en los proyectos. Desde pequeña, había tenido una fascinación por las estructuras antiguas, en especial por las catedrales góticas, y en su tiempo libre solía dibujar edificios con un detalle obsesivo. En esta escapada, llevaba consigo un cuaderno de bocetos, esperando encontrar inspiración en el paisaje montañoso.
Lucía, la mejor amiga de Daiana, era la psicóloga del grupo. Con 21 años, estaba en su tercer año de carrera y su pasión por entender la mente humana la llevaba a observar a los demás con un ojo clínico, aunque siempre con una sonrisa cálida. Disfrutaba leyendo sobre teorías de la personalidad y, en su tiempo libre, se perdía en novelas psicológicas o en sesiones de meditación. Su habilidad para escuchar y aconsejar la convertía en el pilar emocional del grupo, aunque a veces se sentía abrumada por las emociones de los demás.
Carla, la más reservada del grupo, tenía 22 años y estaba inmersa en sus estudios de Literatura. Sus pensamientos eran un torbellino de palabras y frases, siempre buscando la manera perfecta de expresar una idea o sentimiento. Amaba la poesía, y en cada rincón de la cabaña veía una posible fuente de inspiración. Tenía la costumbre de escribir pequeños versos en cualquier papel que tuviera a mano, y no era raro verla ensimismada, perdiéndose en su propio mundo de palabras.
Uriel, el genio de la informática, también tenía 22 años. Estaba a punto de terminar su carrera de Ingeniería Informática y era conocido por su habilidad para desentrañar cualquier misterio tecnológico. Aunque solía ser más introvertido, su pasión por los videojuegos lo hacía entusiasta cuando el tema salía en conversación. Siempre llevaba consigo su computadora portátil, incluso en la cabaña, donde esperaba pasar algunas horas programando o explorando nuevas ideas para proyectos personales.
Bryan, de 23 años, era un entusiasta estudiante de Geología. Su fascinación por la Tierra y sus secretos lo había llevado a explorar cuevas, escalar montañas y coleccionar rocas desde niño. A lo largo del viaje, no dejaba de observar las formaciones rocosas a su alrededor, señalando con emoción las capas geológicas y explicando su origen a cualquiera que estuviera dispuesto a escuchar. Para él, este viaje era más que un simple descanso; Era una oportunidad para estudiar el terreno.
Finalmente, Pablo, de 24 años, era el mayor del grupo y estaba en su último año de Medicina. Su vocación por ayudar a los demás era evidente en su carácter protector y su disposición para ofrecer primeros auxilios en cualquier situación, aunque esperaba que en este viaje no fuera necesario. Fuera de la universidad, disfrutaba haciendo ejercicio y corriendo al aire libre, actividades que consideraban esenciales para mantenerse en forma y despejar la mente.
Mientras los amigos descargaban sus pertenencias y se alojaban en la cabaña, la oscuridad comenzó a caer sobre ellos. Las paredes de madera crujían con el viento, y las sombras de los árboles parecían alargarse, rodeando la cabaña en un abrazo silencioso.
Alrededor de la chimenea, comenzaron a hablar de sus planos para el fin de semana. Juegos de mesa, caminatas, noches de película... Pero había algo en el ambiente que los hacía sentir un leve nerviosismo, como si la cabaña misma guardara un secreto.
"Es solo el cansancio", pensó Daiana, mientras trazaba un boceto de la cabaña. Sin embargo, no pudo evitar echar un vistazo por la ventana hacia la densa oscuridad que rodeaba el lugar, preguntándose si realmente estarían solos en esas montañas.
Los amigos no sabían que esa escapada, que debía ser una simple pausa en sus estudios, sería el comienzo de una experiencia que cambiaría sus vidas para siempre.
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TERROR EN LA MANSION
HorrorPrólogo La mansión Moreau se erige en lo profundo de las montañas como un monolito olvidado por el tiempo. En sus muros de piedra, que alguna vez fueron símbolo de riqueza y prestigio, se esconde una oscuridad que ha crecido durante décadas, aliment...