Daiana, Lucía y Bryan avanzaban con cautela por los pasillos cada vez más oscuros y lúgubres de la mansión Moreau. La tensión en el aire era palpable, y el peso de la oscuridad parecía oprimirlos, haciéndoles sentir que cada paso los llevaba más lejos de la salvación y más profundamente en la pesadilla.
De repente, en un rincón sombrío de uno de esos interminables pasadizos, vieron una figura que les heló la sangre: el hombre del martillo, su silueta oscura destacando en la penumbra. El terror se apoderó de ellos en un instante.
"¡Corran!" gritó Daiana, su voz rasgada por el miedo. Sin pensarlo dos veces, comenzó a correr, arrastrando a Bryan con ella. Pero Lucía, atrapada en una ola de pánico paralizante, no pudo moverse. Sus piernas parecían de plomo, y sus ojos, fijos en el hombre que avanzaba hacia ellos, no podían apartarse de la figura aterradora.
Bryan, corriendo detrás de Daiana, se dio cuenta de que Lucía no los seguía. Se giró bruscamente y, al no verla, su corazón se hundió en el pecho. "¡Lucía no viene con nosotros!" gritó, deteniéndose en seco.
Daiana, con el corazón acelerado, miró hacia atrás, buscando a su amiga. "¿Dónde está?" preguntó con desesperación en su voz.
"¡Tú corre y busca a los demás!" le dijo Bryan con urgencia. "¡Yo volveré por ella!"
"No, no te dejaré solo," respondió Daiana, intentando seguirlo.
Pero Bryan la agarró con firmeza, empujándola hacia adelante. "¡Hazme caso! Si los encontramos, podremos salvarla. ¡Corre, Daiana!"
Con una mezcla de miedo y culpa, Daiana asintió y continuó corriendo, dejando a Bryan atrás. Bryan, decidido a salvar a Lucía, se dio la vuelta y corrió con todas sus fuerzas en dirección a donde la había visto por última vez.
El hombre del martillo se acercaba peligrosamente a Lucía, cuyos pies parecían pegados al suelo. El pánico la había dejado inmóvil, incapaz de gritar o moverse. Bryan gritaba su nombre mientras corría hacia ella. "¡Lucía, corre! ¡Ven, rápido!" Pero su voz parecía perderse en la inmensidad de los pasillos, y el miedo de Lucía solo crecía al ver al hombre acercándose.
Antes de que Bryan pudiera alcanzarla, el hombre llegó primero. En un movimiento brusco y aterrador, la agarró y la cargó sobre su hombro como si no pesara nada. Lucía soltó un grito desgarrador mientras intentaba liberarse, pero su fuerza era insignificante comparada con la del hombre.
Bryan redobló sus esfuerzos, corriendo a toda velocidad detrás de ellos, pero los pasadizos oscuros y enrevesados se convirtieron en su enemigo. El hombre del martillo, con Lucía en su poder, se desvaneció en la oscuridad, perdiéndose entre las sombras antes de que Bryan pudiera alcanzarlos. Desesperado, Bryan gritó su nombre una y otra vez, pero el eco de su voz fue la única respuesta que recibió.
Mientras tanto, Daiana, corriendo con el corazón desbocado, se encontró de frente con Pablo y Uriel, que venían buscándolos. Al verla, la preocupación en sus rostros se intensificó.
"¡Daiana! ¿Dónde está Bryan?" preguntó Uriel, con la mirada cargada de ansiedad.
"¡Volvió por Lucía! ¡El hombre del martillo nos seguía!" respondió Daiana, sin aliento, su voz temblando.
Los tres se quedaron paralizados por un momento, procesando la magnitud de lo que estaba ocurriendo. Pero antes de que pudieran reaccionar, Bryan apareció corriendo, casi sin aliento, el miedo y la desesperación reflejados en su rostro.
"¿Dónde está Lucía?" preguntó Pablo con urgencia.
Con su último aliento, Bryan respondió, con la voz quebrada: "El hombre... se la llevó. Los seguí, pero los perdí en estos malditos pasadizos..."
El grupo quedó devastado. La realidad de lo que acababa de ocurrir los golpeó como una losa de piedra. Lucía, su amiga, había sido arrebatada por la figura sombría que los acechaba, y ahora estaba sola en algún lugar de ese laberinto infernal.
El silencio que siguió fue pesado, cargado de impotencia y dolor. Sabían que habían fallado en protegerla, y la culpa los envolvía a todos.
Daiana fue la primera en hablar, con la voz apenas un susurro. "Debemos regresar... ver cómo sigue Carla."
Aunque cada fibra de sus seres quería buscar a Lucía, sabían que estaban en una situación desesperada. Carla seguía herida de gravedad, y estaban agotados, tanto física como emocionalmente. Sin saber qué más hacer, y sintiéndose impotentes ante la situación, decidieron regresar al lugar donde habían dejado a Carla, esperando que al menos pudieran protegerla de la maldad que los rodeaba.
El camino de regreso fue silencioso y sombrío, sus mentes atrapadas en un torbellino de miedo, culpa y desesperación. La mansión Moreau había cobrado otra víctima, y ahora el peso de la oscuridad era más aplastante que nunca.
Llegaron donde habían dejado a Carla, y el dolor en sus corazones se hizo aún más intenso al ver su frágil estado. La desesperación los envolvía, pero sabían que no podían rendirse. A pesar de todo, se aferraron a una tenue esperanza: si encontraban una salida, tal vez, solo tal vez, aún podrían salvar a Lucía.
Pero la mansión seguía acechando, y en su corazón, los jóvenes sabían que la batalla por su supervivencia estaba lejos de terminar.
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TERROR EN LA MANSION
HorrorPrólogo La mansión Moreau se erige en lo profundo de las montañas como un monolito olvidado por el tiempo. En sus muros de piedra, que alguna vez fueron símbolo de riqueza y prestigio, se esconde una oscuridad que ha crecido durante décadas, aliment...