El laboratorio estaba envuelto en caos. El plan que habían trazado con tanta meticulosidad se desmoronaba ante sus ojos. El hombre del martillo, un ser consumido por la locura, se había dado cuenta del engaño, y su furia era tan devastadora como su fuerza. Su mirada inyectada de odio y sus gritos resonaban en la habitación, haciendo temblar las paredes del viejo laboratorio.
Daiana, que estaba cerca de la puerta, observaba con terror la escena. Sabía que cada segundo que pasaba aumentaba el peligro. Mientras tanto, Pablo y Uriel se mantenían en alerta, sus manos aferradas a los fierros que habían traído para defenderse. Bryan y Carla, demasiado débiles para luchar, estaban recostados sobre un viejo mueble. Carla apenas podía mantener los ojos abiertos, y Bryan, con el rostro pálido, intentaba resistir el dolor que lo consumía.
El hombre, alzando el martillo, giró hacia Daiana con una mirada de odio puro. "¡Me engañaste!", gritó con una furia descontrolada. "¡Vas a morir!"
En un instante, todo se desató. El hombre del martillo avanzó rápidamente hacia Daiana, pero Pablo y Uriel, viendo el peligro inminente, se lanzaron sobre él, golpeándolo con todas sus fuerzas. Los fierros chocaron contra su cuerpo, pero el hombre parecía no sentir el dolor. Era como si la rabia lo hubiera transformado en una bestia imparable. Nada lo derribaba. Se giró con una violencia descomunal, lanzando a Pablo y Uriel al suelo con un solo golpe de su martillo.
Daiana vio la escena en cámara lenta. Sus amigos yacían en el suelo, y el hombre del martillo estaba a punto de lanzarse sobre ella. El miedo y la desesperación la invadieron, pero también un profundo sentido de justicia y rabia por todo lo que habían sufrido. Recordó a Lucía, a Carla agonizando, a Bryan peleando por mantenerse en pie. No podían perder ahora.
Con una determinación que nunca había sentido antes, Daiana agarró el cuchillo viejo y oxidado que había traído consigo. Sus manos temblaban, pero en su mente solo había un pensamiento: detener a esa bestia de una vez por todas.
Gritando con todas sus fuerzas, corrió hacia el hombre y, con un movimiento rápido y lleno de furia, hundió el cuchillo en su espalda. El cuchillo penetró en la carne del hombre, pero él solo se giró lentamente hacia Daiana, su mirada llena de locura y rabia.
"¡Tú...!" gruñó con voz ronca, mientras intentaba alcanzarla con el martillo.
Pablo y Uriel, desde el suelo, miraban la escena con horror. No podían levantarse; el dolor de los golpes los había debilitado. Sabían que si no hacían algo pronto, Daiana no tendría ninguna oportunidad.
En ese momento, Bryan, con las pocas fuerzas que le quedaban, reunió el valor para actuar. Cojeando y temblando, se lanzó sobre el hombre desde atrás, agarrándolo por el cuello con todas sus fuerzas. El hombre, sorprendido por el ataque, comenzó a girar violentamente, intentando librarse de Bryan. Los golpes que daba hacia atrás eran brutales, y finalmente, Bryan fue lanzado al suelo, incapaz de seguir luchando.
El martillo cayó de la mano del hombre, pero eso no lo detuvo. Seguía luchando, como si fuera una fuerza de otro mundo, incapaz de sentir dolor o agotamiento. Uriel y Pablo, recuperándose poco a poco, se levantaron y, con los fierros en mano, se abalanzaron sobre él de nuevo, golpeándolo en un esfuerzo desesperado por derribarlo. El hombre vaciló, pero aún seguía de pie, alimentado por una rabia inhumana.
De repente, un ruido seco llenó la habitación.
El hombre del martillo se detuvo de golpe, tambaleándose. Sus ojos, antes llenos de furia, comenzaron a apagarse lentamente. Los chicos se quedaron paralizados, sin entender qué había pasado. El hombre, aturdido, cayó al suelo con un golpe pesado, dejando un silencio aterrador en la habitación.
Fue entonces cuando vieron lo que había sucedido. Carla, quien apenas podía moverse, había reunido la última gota de fuerza que le quedaba. Con una determinación silenciosa, había tomado el martillo que el hombre había soltado, y en un acto final de valentía, lo había golpeado fuertemente en la cabeza.
"Esto es por mis amigos", susurró Carla antes de desplomarse junto al cuerpo del hombre, inconsciente por el esfuerzo.
El silencio en el laboratorio era ensordecedor. Daiana, Pablo, Uriel y Bryan se miraron entre ellos, atónitos por lo que acababa de suceder. El hombre que los había perseguido durante tanto tiempo, que había sembrado terror y muerte en su camino, yacía finalmente inmóvil en el suelo. La pesadilla parecía haber terminado.
Daiana corrió hacia Carla, temiendo lo peor. La joven seguía respirando, aunque débilmente, y Daiana la abrazó con fuerza, lágrimas de alivio corriendo por su rostro.
"Lo logramos..." murmuró Pablo, cayendo de rodillas, exhausto y adolorido.
Uriel se dejó caer contra la pared, sin poder creer que todo hubiera terminado. "Ella... nos salvó."
Bryan, tendido en el suelo, sonrió débilmente, sabiendo que, aunque apenas podía moverse, habían sobrevivido. El hombre del martillo estaba muerto, y la mansión Moreau, con todos sus horrores, había caído finalmente.
La batalla había terminado, pero las cicatrices que les dejaría durarían toda la vida.
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TERROR EN LA MANSION
HorrorPrólogo La mansión Moreau se erige en lo profundo de las montañas como un monolito olvidado por el tiempo. En sus muros de piedra, que alguna vez fueron símbolo de riqueza y prestigio, se esconde una oscuridad que ha crecido durante décadas, aliment...