El aire en los oscuros pasillos de la mansión Moreau era denso y opresivo, cargado de miedo y desesperación. El plan de los chicos había comenzado a desmoronarse desde el momento en que Bryan se había desviado del camino, pero aún había una chispa de esperanza que los mantenía luchando por sobrevivir.
Bryan, con el corazón latiendo frenéticamente y el dolor punzante en su pie lastimado, se encontraba en aquella habitación siniestra donde el horror superaba cualquier pesadilla imaginable. La luz tenue que se filtraba por las rendijas de las paredes apenas iluminaba el entorno, pero lo suficiente para revelar la aterradora escena que tenía ante sí.
En el centro de la habitación, sobre una mesa metálica y oxidada, yacía Lucía. Su cuerpo estaba despojado de fuerza y su piel pálida contrastaba con las oscuras manchas que la rodeaban. Al acercarse, Bryan notó con horror que el abdomen de Lucía estaba brutalmente abierto, con heridas profundas que revelaban el alcance de la crueldad que había sufrido. Sus ojos, vidriosos y llenos de dolor, se fijaron en Bryan mientras lágrimas silenciosas surcaban sus mejillas.
Con una mezcla de terror y desesperación, Bryan se apresuró a desatar las correas que la mantenían inmovilizada. Sus manos temblaban mientras retiraba con cuidado la cinta adhesiva que cubría la boca de Lucía, permitiéndole respirar con más libertad.
Lucía intentó hablar, pero su voz era apenas un susurro, frágil y entrecortado. Con un hilo de voz, logró pronunciar palabras que parecían no tener sentido inmediato para Bryan.
"Hi...jo... Venganza..." murmuró ella con esfuerzo, sus ojos buscando desesperadamente comprender.
Bryan frunció el ceño, confundido y angustiado. "¿De qué hablas, Lucía? Tranquila, te sacaré de aquí", dijo con voz urgente, aunque él mismo no sabía cómo lograrlo en esa situación tan precaria.
El sonido distante pero inconfundible del martillo arrastrándose por el suelo helado resonó en los pasillos, indicando que el hombre se acercaba peligrosamente. El tiempo era escaso, y Bryan sabía que debía actuar con rapidez.
Buscó a su alrededor y encontró una vieja y sucia tela que utilizó para cubrir el abdomen de Lucía, intentando detener la hemorragia y brindarle algo de dignidad en medio de tanta barbarie. Intentó levantarla, pero un gemido de dolor escapó de los labios de ella, indicando que el movimiento era insoportablemente doloroso.
Con los ojos llenos de agonía, Lucía volvió a hablar, esforzándose por que sus palabras fueran entendibles. "Deben... salir... Está loco... Hijo... Venganza... Su padre...", balbuceó antes de que su voz se quebrara por completo.
La confusión en Bryan crecía con cada palabra. "¿Hijo? ¿Padre? ¿De quién hablas, Lucía?", preguntó desesperado, intentando encontrar sentido en aquel enigma que quizás era la clave de todo.
Lucía, con sus últimas fuerzas, levantó una mano temblorosa y acarició suavemente la mejilla de Bryan. Sus ojos, cargados de tristeza y resignación, se cerraron lentamente mientras su último aliento escapaba de sus labios.
"¡No, Lucía! ¡No te vayas, por favor!", gritó Bryan con la voz rota, las lágrimas deslizándose por su rostro mientras la realidad de la pérdida lo golpeaba con una fuerza abrumadora.
En ese momento, una risa fría y siniestra llenó la habitación, haciendo eco en las paredes y helando la sangre de Bryan. Al voltear, vio la imponente figura del hombre del martillo de pie en el umbral de la puerta, sus ojos brillando con una locura desenfrenada.
"Jamás. Ella ahora es mía, al igual que todos aquellos que intentaron arrebatarme lo que es mío invadiendo mi casa", declaró el hombre con una voz profunda y escalofriante antes de lanzarse violentamente hacia Bryan con el martillo alzado.
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TERROR EN LA MANSION
HorrorPrólogo La mansión Moreau se erige en lo profundo de las montañas como un monolito olvidado por el tiempo. En sus muros de piedra, que alguna vez fueron símbolo de riqueza y prestigio, se esconde una oscuridad que ha crecido durante décadas, aliment...