Capítulo 7: El Laberinto Subterráneo

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El sótano de la mansión Moreau parecía más vasto y oscuro de lo que cualquiera de ellos podría haber imaginado. Después de haber explorado el laboratorio del doctor Moreau, con sus horribles secretos y celdas aterradoras, los seis amigos se encontraron de pie ante otra puerta, esta vez en el extremo de un largo pasadizo que parecía extenderse hacia lo desconocido.

Uriel, quien llevaba el martillo que habían usado para romper los primeros candados, se adelantó con una mezcla de determinación y temor. Sabía que cada vez que abrían una nueva puerta en ese lugar, se adentraban más en un misterio que probablemente no querrían resolver. Pero la curiosidad, el deseo de saber qué había realmente detrás de las tragedias que rodeaban la mansión, era demasiado fuerte.

Con un golpe fuerte y seco, Uriel rompió el candado que aseguraba la puerta. El eco del metal resonó a lo largo del pasillo, un sonido que parecía arrastrarse por las paredes de piedra, amplificándose en la oscuridad. Daiana, como la líder natural del grupo, observaba la escena con una creciente sensación de peligro, pero sabía que no podían detenerse ahora.

Cuando la puerta finalmente cedió, se quedaron boquiabiertos. Del otro lado no solo había una simple habitación, sino un intrincado laberinto de pasillos y puertas que se extendían en todas direcciones. El sótano era mucho más grande de lo que cualquiera de ellos había imaginado, como si hubieran descubierto otra mansión bajo tierra, oculta y olvidada.

"Esto... esto es imposible", murmuró Lucía, mirando alrededor con incredulidad. "¿Cómo es posible que haya algo tan grande bajo la mansión y nadie lo sepa?"

Los pasillos estaban construidos con la misma piedra fría y húmeda que el resto del sótano, pero a medida que avanzaban, comenzaron a notar puertas que llevaban a pequeñas habitaciones, algunas llenas de muebles cubiertos de polvo, otras con estanterías llenas de libros y documentos. La atmósfera se volvía más opresiva con cada paso, como si el mismo aire estuviera cargado de la historia oscura del lugar.

Carla fue la primera en encontrar algo significativo. En una de las habitaciones, descubrió un conjunto de viejos diarios y documentos. Los abrió con cuidado, y lo que leyó la dejó sin palabras.

"Chicos, esto es increíble", dijo Carla, llamando la atención del grupo. "Estos documentos hablan de la tragedia de la mansión, de la desaparición de los hijos y de lo que ocurrió aquí... pero... ¿cómo es posible que estos papeles estén aquí si la familia desapareció?"

Bryan se acercó para mirar los documentos, frunciendo el ceño. "Eso significa que alguien más estuvo aquí después de la tragedia. ¿Pero quién? Y... ¿por qué dejaron esto aquí?"

El grupo se quedó en silencio mientras la realidad comenzaba a asentarse. La mansión Moreau no estaba tan deshabitada como habían pensado. Alguien más había estado aquí, alguien que quizás aún estaba cerca, observando sus movimientos. La sensación de ser vigilados se hizo más fuerte, y el nerviosismo comenzó a apoderarse de ellos.

Daiana, siempre la más sensata y protectora del grupo, sintió un escalofrío recorrer su espalda. "Esto no es seguro. Debemos salir de aquí, ahora mismo. Algo no está bien, y no podemos arriesgarnos a seguir explorando. Es demasiado peligroso."

Los demás asintieron, compartiendo su inquietud. La idea de estar atrapados en un laberinto subterráneo con la posibilidad de que alguien, o algo, los estuviera acechando, era demasiado aterradora.

Rápidamente, comenzaron a regresar por el pasillo hacia la escalera por la que habían bajado. El ambiente se había vuelto aún más tenso, y el silencio era perturbador. Cada crujido, cada sombra en las esquinas, parecía esconder un peligro inminente.

Pero cuando llegaron a la base de la escalera, algo inesperado ocurrió. Justo cuando Daiana extendía la mano para empujar la puerta y salir de ese sótano infernal, la pesada puerta de madera se cerró de golpe con una fuerza sobrehumana, haciendo que el sonido retumbara en sus oídos y en sus corazones.

"¡No puede ser!", gritó Uriel, lanzándose hacia la puerta y tratando de abrirla con todas sus fuerzas. Los demás se unieron a él, empujando y golpeando, pero fue en vano. La puerta no se movió ni un centímetro. Estaban atrapados.

De repente, el silencio fue interrumpido por un grito desgarrador que surgió de lo profundo del sótano. Un sonido que no pertenecía a este mundo, lleno de dolor y desesperación, y que hizo que la sangre de todos se congelara. El grito resonó en las paredes, reverberando en sus cuerpos, haciendo que el terror se apoderara de ellos.

Y entonces, como si fuera una respuesta al grito, el sonido de un piano comenzó a resonar a lo lejos. Las mismas notas que habían escuchado la noche anterior, pero esta vez, eran más fuertes, más insistentes, como si algo en la oscuridad estuviera tocando una melodía para ellos, una melodía que anunciaba su perdición.

"¡Tenemos que salir de aquí!" gritó Pablo, golpeando la puerta con desesperación, pero la madera vieja y gruesa no cedía.

El miedo se apoderó de todos ellos. La realidad era ineludible: estaban atrapados en el sótano, con algo inexplicable y aterrador acercándose a ellos desde las profundidades. Los intentos de abrir la puerta se volvieron más frenéticos, pero el pánico les impedía pensar con claridad.

"¡No puede ser que estemos atrapados aquí!" exclamó Bryan, con la voz quebrada por el terror.

Pero por más que lo intentaron, la puerta seguía firme, inmóvil, como si una fuerza invisible la mantuviera cerrada. Y el grito, el grito desgarrador que no pertenecía a ningún ser humano, continuaba resonando en la oscuridad, mientras el piano, lejano pero constante, tocaba la melodía de su inminente pesadilla.

En ese momento, los seis amigos entendieron que estaban atrapados en el corazón de algo mucho más siniestro de lo que podían haber imaginado. La mansión Moreau no los iba a dejar escapar fácilmente, y los horrores que acechaban en sus profundidades estaban a punto de revelarse.

TERROR EN LA MANSIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora