Un año había pasado desde aquella aterradora noche en la mansión Moreau, pero las cicatrices físicas y emocionales seguían presentes en la vida de los chicos. Sin embargo, a pesar del trauma, se habían mantenido unidos, apoyándose mutuamente para superar lo que había sido la experiencia más oscura de sus vidas. Cada uno de ellos había cambiado, pero su amistad se había fortalecido de una manera que nadie, ni siquiera ellos, habría imaginado.
El grupo había decidido reunirse en el aniversario de aquella noche, en un pequeño parque donde solían pasar tiempo juntos antes de que sus vidas dieran un giro inesperado. El ambiente era tranquilo, las hojas de los árboles caían suavemente con el viento otoñal, y el sonido lejano de los niños jugando les daba una sensación de normalidad que, por momentos, aún les costaba aceptar.
Daiana había retomado sus estudios de arquitectura, pero la experiencia en la mansión le dejó una nueva perspectiva sobre la vida. Ahora trabajaba como voluntaria en una organización de apoyo psicológico para personas que habían pasado por traumas graves. Aunque seguía luchando con sus propios recuerdos, sentía que ayudar a otros le daba una razón para seguir adelante.
Sentada en el césped, Daiana miraba a sus amigos con una sonrisa suave. Habían logrado seguir adelante, aunque no siempre era fácil. "Nunca pensé que estaríamos aquí, juntos, un año después. Pero lo logramos", dijo, rompiendo el silencio.
Bryan, quien casi perdió la vida esa noche, había tenido una recuperación larga, tanto física como mental. Después de meses de terapia física por las heridas que sufrió, había vuelto a sus estudios de geología. Aunque el dolor físico había disminuido, los recuerdos de la mansión y del hombre del martillo aún lo perseguían en las noches.
"Es raro pensar en eso", respondió Bryan, mirándose las manos como si todavía sintiera el dolor en ellas. "A veces, siento que fue un sueño. Pero luego... recuerdo a Lucía, y sé que no lo fue."
Bryan nunca había dejado de pensar en su amiga. Lucía era una parte importante de su vida, y la culpa de no haber podido salvarla lo perseguía. Sin embargo, con la ayuda de sus amigos, había aprendido a lidiar con esa carga, sabiendo que Lucía nunca hubiera querido que se culpara por su muerte.
Uriel había sido el más racional durante la experiencia en la mansión, y aunque su lógica le había ayudado a sobrevivir, las noches sin sueño lo seguían acompañando. Después de la mansión, había decidido hacer un cambio en su vida: comenzó a estudiar psicología además de su carrera en ingeniería informática, buscando entender cómo el trauma afecta la mente. Ayudar a otros a comprender y superar sus miedos le había dado un propósito renovado.
"Hay algo que siempre recuerdo", dijo Uriel, rompiendo la reflexión silenciosa. "Lucía... siempre fue la más valiente de todos. A veces, pienso que su fortaleza es lo que nos sigue impulsando a seguir adelante."
Pablo había sido el líder improvisado durante la pesadilla de la mansión, y esa responsabilidad le había dejado cicatrices profundas. Aunque seguía con sus estudios de medicina, había empezado a centrarse en la psiquiatría, tratando de entender mejor los efectos del trauma en el cuerpo y la mente. Su experiencia con sus amigos en aquella mansión había cambiado su enfoque completamente.
"Creo que Lucía nos sigue acompañando", dijo Pablo con una sonrisa nostálgica. "No la veo como una pérdida, sino como una presencia. En cada momento difícil, cuando siento que las cosas se ponen duras, me acuerdo de ella. De su risa, de cómo siempre estaba ahí para nosotros, y eso me da fuerza."
Carla, quien estuvo más cerca de la muerte que nadie, había tenido un año difícil. La recuperación física fue lenta, y las secuelas emocionales aún la afectaban. Sin embargo, había encontrado un refugio en la escritura. Comenzó a escribir sobre su experiencia en la mansión, no solo como una forma de terapia, sino como un tributo a su amiga Lucía. Escribir le había dado una salida para procesar el dolor y la tristeza que sentía.
"Estoy trabajando en un libro sobre lo que nos pasó", les dijo Carla, un brillo de emoción en sus ojos. "No es fácil revivirlo, pero siento que contar nuestra historia es una manera de honrar a Lucía. Y quizás, al contarla, podamos ayudar a otras personas a entender que, aunque el horror nos toque, siempre hay una manera de seguir adelante."
Lucía, aunque físicamente no estaba con ellos, seguía siendo una presencia constante en sus vidas. Habían decidido, desde aquel terrible día, que nunca olvidarían a su amiga. En cada reunión, en cada conversación, siempre encontraban la manera de recordar algo bueno de ella: una broma, una sonrisa, un momento que habían compartido juntos.
"Lucía estaría orgullosa de nosotros", dijo Daiana, mirando al cielo. "Ella nunca se rindió, y nosotros tampoco lo hicimos."
Mientras el sol se ponía lentamente, los amigos se tomaron de las manos, unidos por un lazo indestructible que ninguna pesadilla podría romper. Sabían que las heridas nunca desaparecerían por completo, pero también sabían que habían sobrevivido gracias a su amistad y a la memoria de Lucía, quien siempre los acompañaría en sus corazones.
Un año después, seguían siendo los mejores amigos, unidos no solo por el trauma compartido, sino por la esperanza de seguir adelante, recordando a Lucía con amor y gratitud, y viviendo la vida que ella hubiera querido para ellos.
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TERROR EN LA MANSION
HorrorPrólogo La mansión Moreau se erige en lo profundo de las montañas como un monolito olvidado por el tiempo. En sus muros de piedra, que alguna vez fueron símbolo de riqueza y prestigio, se esconde una oscuridad que ha crecido durante décadas, aliment...