Los ojos del hombre se llenaron de una furia incontrolable, y antes de que Uriel pudiera reaccionar, ya lo tenía agarrado por el cuello. El martillo se levantó, amenazante, a punto de caer con toda la brutalidad que el hombre podía reunir. Uriel intentó moverse hacia la salida que había visto, pero su plan se desmoronaba tan rápido como había comenzado. Los gritos del hombre resonaban en la habitación: "¡Ustedes mienten! ¡Solo quieren destruir a mi familia!"
El pánico se apoderó de Uriel, sus fuerzas flaqueando mientras luchaba por respirar bajo la poderosa mano del hombre. Pero Daiana, viendo a su amigo al borde de la muerte, reaccionó instintivamente. Sabía que no podía dejar que ese fuera el fin de Uriel, y con el miedo transformándose en adrenalina, superó su asco y horror.
Tomó una decisión desesperada.
Con determinación, Daiana se acercó a uno de los cuerpos momificados, ignorando el pavor que le producía, y lo apoyó sobre su propio cuerpo. Sus manos temblaban, pero se mantuvo firme mientras agarraba un cuchillo de la mesa y lo colocaba justo en el cuello del cadáver. "¡Si le haces daño a mi amigo, mato a tu hermano!" gritó, su voz llena de determinación, aunque temblorosa.
El hombre, que estaba a punto de golpear a Uriel con su martillo, se giró bruscamente hacia ella. Su rostro, distorsionado por la ira, se congeló de repente. El terror inundó sus ojos al ver el cuchillo amenazando la integridad de uno de los cuerpos momificados. Todo su ser parecía petrificado ante la escena. Con una voz aterradora, que resonaba como el eco de un monstruo herido, le dijo a Daiana: "¡Suelta a mi hermano!"
Daiana, sin dudar, respondió con el mismo tono feroz. "¡Suelta a mi amigo o le cortaré el cuello a tu hermano!"
El hombre dudó, sus ojos oscilando entre Uriel, quien seguía luchando por respirar, y el cuerpo momificado que Daiana sostenía. Después de lo que pareció una eternidad, el hombre soltó a Uriel, quien cayó al suelo, tosiendo y tratando de recuperar el aliento.
"¡Uriel, ven aquí!" le ordenó Daiana con firmeza, sin apartar la vista del hombre. Uriel, aún debilitado, se incorporó rápidamente y se colocó detrás de ella, temblando pero agradecido por su intervención.
El hombre, con los ojos llenos de odio y desesperación, repitió con voz temblorosa: "¡Deja a mi hermano! ¡Déjalo ahora!"
Daiana sabía que el único modo de salir vivos de allí era mantener al hombre bajo control. Sus emociones estaban a flor de piel, pero había encontrado la manera de utilizar su locura contra él. Sin apartar el cuchillo del cuerpo, susurró a Uriel: "Toma otro cuerpo y un cuchillo. Ponte a mi lado."
Uriel, entendiendo la gravedad de la situación, rápidamente tomó otro de los cadáveres momificados y un cuchillo de la mesa. Lo sostuvo junto a Daiana, replicando la amenaza.
El hombre, enfurecido más allá de lo imaginable, comenzó a gritar, sus palabras llenas de rabia y desesperación. "¡Los mataré si los sueltan! ¡No toquen a mi familia!"
Pero Daiana, ahora segura de que tenía la ventaja, respondió con calma, aunque con una mirada de acero. "Vamos a salir de aquí con ellos. Y si nos sigues o tratas de hacernos daño, los mataremos. Sus muertes caerán sobre ti."
El hombre, aunque lleno de furia, no podía soportar la idea de perder lo único que le quedaba. Sus "hermanos" eran todo lo que tenía. Daiana y Uriel podían ver el conflicto en su rostro. Finalmente, con un rugido de frustración, el hombre se hizo a un lado, todavía con el martillo en la mano, pero incapaz de actuar.
Daiana y Uriel, manteniendo siempre sus cuerpos entre ellos y el hombre, comenzaron a caminar lentamente hacia la salida. Sus corazones latían con fuerza, pero sabían que cualquier paso en falso podría significar la muerte. No podían perder de vista al hombre, cuyo odio irradiaba desde sus ojos, llenando el ambiente con una oscuridad palpable.
Lentamente, cruzaron el umbral de la puerta, llevando con ellos dos de los cuerpos momificados. El hombre los miraba con una mezcla de furia y miedo, consciente de que no podía actuar sin arriesgar la "vida" de sus hermanos.
Cuando finalmente estuvieron fuera de la habitación, Daiana dio una última advertencia, su voz firme y segura: "Si nos sigues, acabaré con ellos. Si quieres que vivan, no te acerques."
El hombre no respondió, pero su respiración agitada y su mirada llena de odio dejaban claro que su furia no había disminuido. Sabían que no se rendiría fácilmente, pero por ahora, habían ganado algo de tiempo.
Con los cadáveres en sus manos, Daiana y Uriel comenzaron a moverse lo más rápido que pudieron hacia el refugio donde estaban Pablo, Bryan y Carla. Cada paso era doloroso, cada mirada hacia atrás les recordaba que el hombre podía decidir atacarlos en cualquier momento.
Finalmente, llegaron al refugio. Pablo, Bryan y Carla los vieron aparecer, aliviados de que estuvieran vivos, pero aterrados al ver los cadáveres que traían consigo.
"¿Qué... qué pasó?" preguntó Pablo, sorprendido por la escena.
Daiana y Uriel, todavía respirando con dificultad, dejaron los cuerpos momificados en el suelo y se giraron hacia los demás. "Él cree que su familia aún está viva", explicó Daiana. "Estos cuerpos son su único vínculo con la realidad. Los está protegiendo... y ahora, estamos usando eso para protegernos."
Bryan, aunque aún adolorido, comprendió de inmediato. "¿Eso significa que...?"
"Sí", interrumpió Uriel. "Por ahora, no se atreverá a atacarnos mientras tengamos a sus 'hermanos'. Pero no sé cuánto tiempo más podremos mantener esta ventaja. Está lleno de furia y odio. Y sabe que estamos intentando escapar."
El ambiente se llenó de tensión. Sabían que habían ganado tiempo, pero la amenaza del hombre seguía latente. La furia y el odio que vieron en sus ojos cuando los dejaron escapar eran aterradores. Sabían que no se detendría hasta acabar con ellos.
"Tenemos que pensar en nuestro próximo paso", dijo Daiana, agotada pero decidida. "No podemos quedarnos aquí para siempre. Tenemos que encontrar una manera de destruir este ciclo de locura... o acabar con él de una vez por todas."
El grupo, ahora reunido, entendía que la batalla aún no había terminado. La furia del hombre seguía acechando, y aunque por el momento estaban a salvo, sabían que la próxima confrontación sería inevitable.
La mansión Moreau los había atrapado, y ahora tenían que enfrentarse a la oscura realidad de su destino.
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TERROR EN LA MANSION
Kinh dịPrólogo La mansión Moreau se erige en lo profundo de las montañas como un monolito olvidado por el tiempo. En sus muros de piedra, que alguna vez fueron símbolo de riqueza y prestigio, se esconde una oscuridad que ha crecido durante décadas, aliment...