Carla yacía contra la fría pared del sótano, demasiado débil y adolorida para moverse. Su herida, apenas atendida con los pocos recursos que tenían, la consumía lentamente. Sus ojos estaban entrecerrados por el dolor, y cada respiración era un esfuerzo titánico. A su lado, Bryan apenas podía mantenerse en pie. Después del brutal enfrentamiento con el hombre del martillo, había perdido mucha sangre, y su pierna, golpeada y herida, apenas respondía. El dolor lo recorría en oleadas, pero su determinación era más fuerte que cualquier sufrimiento físico.
Los demás sabían que el tiempo no estaba a su favor. Bryan y Carla no resistirían mucho más en ese estado, y con el hombre acechando en las sombras, cada minuto contaba. Aun así, estaban decididos a detenerlo, pero sabían que debían tener un plan sólido si querían sobrevivir.
"Tenemos que llegar al laboratorio", insistió Daiana, con la mirada fija en los documentos esparcidos a su alrededor. "Bryan encontró a Lucía allí, y es donde creemos que están los secretos del Dr. Moreau. Debe haber algo que podamos usar para acabar con él."
"Pero no podemos simplemente correr hacia allí sin pensar", advirtió Uriel, mientras revisaba un cuaderno viejo y polvoriento. "Ese lugar es un laberinto, y él conoce cada rincón. Tenemos que trazar un plan para llegar al laboratorio sin que nos atrape."
Pablo, que hasta ese momento había estado organizando la poca información que tenían, se detuvo al ver que Uriel había encontrado algo interesante entre los papeles. "Espera... ¿Qué es eso?"
Uriel levantó un recorte de periódico amarillento, frágil por el paso del tiempo. "Es de hace 15 años", dijo, con una mezcla de sorpresa y horror. "Habla sobre el incendio en el manicomio donde el hijo menor de los Moreau estaba internado."
Los demás se acercaron rápidamente, escuchando atentos mientras Uriel leía en voz alta.
"Incendio en el manicomio: Se da por muerto a una veintena de pacientes"
El recorte detallaba un incendio devastador que había arrasado con el manicomio donde el hijo menor de los Moreau, el único sobreviviente de la fatídica noche de 1965, había sido internado en estado catatónico. El fuego consumió gran parte del edificio, y más de veinte pacientes habían sido dados por muertos. Sin embargo, el artículo mencionaba algo crucial: el cuerpo del hijo de los Moreau nunca fue identificado entre los restos.
"¿Su cuerpo nunca fue encontrado?" preguntó Bryan, con la voz débil, pero atento. "¿Y si... no murió en el incendio? ¿Y si escapó?"
Daiana lo miró con los ojos llenos de comprensión. "Eso tendría sentido. Si él sobrevivió al incendio y escapó del manicomio, su única opción sería volver a esta mansión. Es el único hogar que conocía."
"Pero eso fue hace 15 años", añadió Pablo, pensativo. "Si ahora sigue vivo, tendría casi 70 años..."
Uriel frunció el ceño, su mente lógica tratando de encajar todas las piezas del rompecabezas. "Tal vez, los experimentos a los que fue sometido por su propio padre le permitieron sobrevivir más allá de lo normal. El Dr. Moreau estaba obsesionado con la inmortalidad, y si usó a sus hijos en sus experimentos, podría haber prolongado la vida de su hijo menor de alguna manera."
"Eso explicaría cómo ha podido seguir cazando gente todo este tiempo", reflexionó Daiana. "El hombre que nos está persiguiendo... debe ser el hijo menor. Fue experimentado, torturado, y ahora está atrapado en un ciclo de odio y venganza."
"Lucía lo dijo", murmuró Bryan, recordando las palabras de su amiga antes de morir. "Hijo... venganza. Lo que él sufrió... lo convirtió en el monstruo que es ahora."
El grupo quedó en silencio por un momento, asimilando la horrible verdad. El hombre que los cazaba no era solo un asesino; era una víctima de los experimentos de su padre, condenado a una vida de dolor, odio y soledad. Pero aun sabiendo esto, no podían permitir que continuara con su sed de venganza. Si querían sobrevivir, tenían que detenerlo.
"Tenemos que ir al laboratorio", dijo Uriel finalmente, rompiendo el silencio. "Es allí donde todo comenzó, y tal vez sea allí donde podamos encontrar algo que lo detenga. Si su padre experimentó con él, debe haber registros, algo que explique cómo revertir lo que le hizo."
"Pero no podemos arriesgarnos a ir todos", añadió Daiana, consciente del estado de Bryan y Carla. "Bryan no puede caminar mucho más, y Carla está demasiado débil. Alguien tiene que quedarse con ellos mientras los demás vamos al laboratorio."
Pablo, Uriel y Daiana intercambiaron miradas. Sabían que el tiempo era crucial, pero también sabían que no podían abandonar a sus amigos.
"Yo me quedaré con ellos", dijo Pablo con decisión. "Los protegeré aquí mientras ustedes buscan la manera de acabar con esto. No podemos dejar que él los encuentre en este estado."
"Está bien", respondió Daiana. "Uriel y yo iremos al laboratorio. Trataremos de averiguar cómo detenerlo y volveremos lo más rápido posible."
Antes de partir, Daiana se acercó a Bryan, quien seguía luchando contra el dolor, y le tomó la mano. "Aguanta, Bryan. No nos rendiremos. Vamos a encontrar una manera de salir de esta, todos juntos."
Bryan asintió débilmente, su respiración irregular, pero su mirada llena de gratitud. "Confío en ustedes. No dejen que todo esto sea en vano."
Con esa promesa en mente, Daiana y Uriel se prepararon para enfrentarse a lo que les esperaba en el laboratorio. Sabían que el hijo de los Moreau seguía acechando en los pasillos, y que su próximo movimiento podría ser el último. Pero estaban decididos a terminar con el legado de odio y locura que la mansión Moreau había dejado a su paso.
Con el recorte de periódico como su guía, se adentraron en la oscuridad de los pasadizos, rumbo al corazón de la tragedia de la familia Moreau, donde esperaban encontrar no solo respuestas, sino la clave para detener al monstruo que los perseguía.
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TERROR EN LA MANSION
TerrorPrólogo La mansión Moreau se erige en lo profundo de las montañas como un monolito olvidado por el tiempo. En sus muros de piedra, que alguna vez fueron símbolo de riqueza y prestigio, se esconde una oscuridad que ha crecido durante décadas, aliment...