Capítulo 11: La Decisión Desesperada

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Los pasos del hombre resonaban con una ominosa lentitud detrás de ellos, el sonido del martillo arrastrándose sobre las piedras era un recordatorio constante del peligro que los acechaba. El grupo corría a toda velocidad, sus corazones latiendo con fuerza en sus pechos mientras intentaban encontrar una salida de ese laberinto de pesadilla. La mansión Moreau parecía estar viva, distorsionando la realidad a su alrededor y jugando con su desesperación.

De repente, después de lo que pareció una eternidad, llegaron de nuevo al lugar desde donde habían salido, la entrada original al sótano. La familiaridad del lugar les dio un respiro momentáneo, pero sabían que no podían detenerse allí.

"¡Cierren la puerta!" gritó Daiana, mientras Pablo y Uriel se apresuraban a empujar la pesada puerta de madera, cerrándola detrás de ellos con un fuerte golpe. "¡Busquen algo para trancarla rápidamente!"

Lucía y Daiana, sin perder tiempo, comenzaron a arrastrar un viejo mueble de madera que había en el rincón del cuarto. Con un esfuerzo conjunto, lograron colocar el mueble frente a la puerta, bloqueándola de manera improvisada. Todos respiraban con dificultad, el pánico aún fresco en sus mentes.

Entonces, el silencio cayó sobre ellos. Los pasos que habían escuchado detrás de ellos, el sonido del martillo arrastrándose por las piedras, todo cesó de repente. El silencio era ensordecedor, y aunque los había librado momentáneamente del miedo inmediato, solo hacía que el terror se volviera más tangible.

"¿Qué ha pasado? ¿Por qué se detuvo?" susurró Lucía, su voz temblando.

"Nunca lo sabremos, pero no podemos quedarnos aquí", dijo Daiana, aunque sabía que las palabras eran más fáciles de decir que de cumplir. "Tenemos que seguir buscando una salida."

Pablo, sin embargo, tenía una preocupación más urgente. Se acercó rápidamente a Carla, que se encontraba apoyada contra la pared, respirando con dificultad. Su rostro estaba pálido, y el sudor perlaba su frente mientras intentaba soportar el dolor que emanaba de su hombro destrozado.

Pablo revisó su brazo y su expresión se volvió aún más grave. El hueso del omóplato sobresalía de la carne desgarrada, la herida era profunda y la hemorragia era alarmante. La clavícula estaba rota en tres partes, y prácticamente el brazo de Carla había sido arrancado de su lugar. La situación era crítica.

"Esto es muy grave", dijo Pablo, tratando de mantener la calma. Sabía que no podía mostrar su verdadera preocupación, pero era evidente que Carla estaba en peligro de perder el brazo... o algo peor.

Bryan se acercó a Pablo, la preocupación escrita en su rostro. "¿Puedes ayudarla? ¿Qué podemos hacer?"

Pablo llevó a Bryan y a Uriel a un lado, alejándose ligeramente de los demás para que Carla no escuchara. Habló en voz baja, su tono sombrío. "El daño es serio. El hombro está destrozado, y la hemorragia es abundante. Si no conseguimos ayuda pronto, Carla podría perder el brazo... o podría ser peor. Si la hemorragia no se detiene, podría perder la vida en cuestión de horas."

El rostro de Uriel palideció aún más si eso era posible. "¿Qué podemos hacer aquí? ¿Hay alguna manera de detener la hemorragia?"

Pablo negó con la cabeza, la desesperación filtrándose en su voz. "No tenemos los suministros adecuados. Necesitaría algo para estabilizar el hueso y detener la hemorragia, pero con lo que tenemos aquí, solo puedo intentar reducir el daño. Necesitamos salir de aquí cuanto antes. Cada minuto cuenta."

Bryan asintió con gravedad. "Entonces tenemos que encontrar una salida ahora mismo. No podemos perder más tiempo."

Mientras discutían, Daiana se acercó y les escuchó. Al comprender la gravedad de la situación, supo que tenían que hacer algo drástico. Carla no podría soportar mucho más, y estaban atrapados en un lugar que no solo era un laberinto, sino una trampa mortal.

"Vamos a encontrar esa salida, y lo haremos rápido", dijo Daiana, tomando el liderazgo de nuevo. "Nos dividiremos y buscaremos en todas las direcciones. No podemos dejar que Carla muera aquí. No se lo permitiré."

"Daiana tiene razón", agregó Uriel, tratando de mantener la compostura. "No podemos rendirnos. Hay que moverse rápido y con cuidado."

Los amigos se reunieron rápidamente, conscientes del peligro que aún los acechaba. La mansión estaba jugando con ellos, pero no podían permitirse caer en la desesperación. La vida de Carla pendía de un hilo, y cada segundo que pasaba sin que encontraran una salida la acercaba más al abismo.

Decidieron que Uriel y Pablo se quedarían con Carla para intentar detener la hemorragia lo mejor posible mientras el resto, Daiana, Bryan y Lucía, se separarían de nuevo para explorar los alrededores en busca de cualquier indicio de una salida.

El terror seguía acechando en cada esquina, y sabían que el hombre con el martillo aún estaba en algún lugar, esperándolos. Pero la desesperación por salvar a Carla era más fuerte que el miedo.

Mientras Daiana, Bryan y Lucía se adentraban nuevamente en el oscuro laberinto, el silencio a su alrededor se volvía cada vez más opresivo. El tiempo era su enemigo, y la mansión, su carcelero. Sabían que no podían permitir que esta casa maldita se cobrara otra vida.

Y mientras las sombras se cerraban sobre ellos, una determinación feroz comenzó a crecer en sus corazones. No se rendirían, no ahora. Tendrían que vencer el miedo, superar las trampas del laberinto, y encontrar la manera de salir... antes de que la mansión Moreau los reclamara a todos.

TERROR EN LA MANSIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora