Capítulo 16: El Cebo y la Trampa

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Los chicos sabían que su plan era arriesgado, pero no veían otra opción. El laberinto subterráneo de la mansión Moreau era un lugar peligroso y confuso, pero tenían que intentar cambiar las tornas y atrapar al hombre del martillo antes de que él acabara con todos ellos. Bryan, decidido a proteger a sus amigos y salvar a Lucía, se ofreció como cebo para atraer al hombre hacia una trampa que habían planeado meticulosamente.

"Recuerda, Bryan", le dijo Pablo con seriedad, "debes traerlo hasta las celdas que vimos antes. Una vez allí, nosotros lo golpearemos y lo encerraremos. Tienes que ser rápido y preciso. No podemos cometer errores."

Bryan asintió, aunque la tensión era evidente en su rostro. Sabía que tenía que mantener la calma y actuar con precisión. Cualquier error podría ser fatal, no solo para él, sino para todos. Con un fierro en una mano y una antorcha en la otra, Bryan salió por los pasadizos oscuros, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho.

Sus pasos resonaban en las frías paredes de piedra mientras avanzaba lentamente, tratando de controlar el miedo que le envolvía. Sabía que el hombre estaba en algún lugar cercano, y que lo único que lo mantenía con vida era la distancia entre ellos.

De repente, al doblar uno de los tantos desvíos, Bryan lo vio. El hombre del martillo caminaba lentamente hacia él, arrastrando su arma por las frías piedras, produciendo un sonido aterrador que reverberaba en los pasillos. La silueta del hombre se destacaba en la penumbra, y su presencia era como una sombra de muerte.

Por un momento, el terror se apoderó de Bryan, congelándolo en su lugar. Pero enseguida reaccionó, recordando que sus amigos dependían de él. Sin perder más tiempo, giró sobre sus talones y comenzó a correr, gritando para llamar la atención del hombre.

"¡Aquí estoy, maldito! ¡Sígueme!" gritó Bryan, su voz resonando en los pasillos mientras corría hacia el lugar donde sus amigos lo esperaban, listos para atacar.

Pero mientras corría por el oscuro laberinto, la desesperación comenzó a apoderarse de él. Sabía que debía mantenerse en el camino correcto, pero los pasillos se volvían cada vez más confusos y la oscuridad más densa. De pronto, en su carrera, Bryan tropezó con una enorme piedra que no había visto en la oscuridad y cayó pesadamente al suelo.

El impacto fue brutal. Un dolor espantoso recorrió su pie, como si algo se hubiera roto. Bryan soltó un grito ahogado, sintiendo como si su pie hubiera sido aplastado. Alzó la vista y vio al hombre acercándose, cada vez más cerca, arrastrando su martillo con lentitud y con una presencia tan aterradora que parecía venir directamente de sus peores pesadillas.

A pesar del dolor punzante en su pie, Bryan se obligó a levantarse. Sabía que no podía quedarse allí. La antorcha que llevaba había caído al suelo y se había apagado en la caída, dejándolo en una oscuridad casi total. Pero no había tiempo para encenderla de nuevo. Tenía que correr.

Cojeando y con el dolor haciéndolo casi insostenible, Bryan comenzó a correr nuevamente, pero en la oscuridad se desorientó. Perdió el sentido de la dirección y, sin darse cuenta, tomó un desvío equivocado. Corrió por un pasadizo que no era el que llevaba a las celdas, sin darse cuenta de que se alejaba cada vez más de sus amigos.

El miedo lo empujaba hacia adelante, y cuando vio una puerta al final de un pasillo, pensó que era el lugar donde lo esperaban los demás. Con la esperanza de haber llegado al lugar correcto, Bryan corrió hacia la puerta y la abrió de golpe, esperando encontrar a Pablo, Uriel, Daiana y Carla listos para actuar.

Pero lo que encontró al otro lado lo aterró más allá de lo imaginable.

La habitación en la que entró estaba completamente diferente a lo que esperaba. No era un lugar seguro, ni siquiera se parecía a las celdas donde había planeado llevar al hombre del martillo. En su lugar, Bryan se encontró en una especie de cámara macabra. Las paredes estaban cubiertas de símbolos extraños y perturbadores, dibujados con lo que parecía ser sangre seca. Había mesas llenas de herramientas afiladas y oxidadas, muchas de ellas manchadas con algo que parecía carne seca y ennegrecida.

Y en el centro de la habitación, atada a una camilla de metal con correas de cuero, estaba Lucía. Sus ojos estaban abiertos, llenos de terror, pero su boca estaba sellada con cinta adhesiva. Su cuerpo temblaba de miedo, y lágrimas de desesperación corrían por sus mejillas. Alrededor de ella, había restos de lo que parecían ser otros desafortunados que habían caído en manos del monstruo. La visión era un espectáculo de horror puro.

Antes de que Bryan pudiera reaccionar, la puerta detrás de él se cerró de golpe, y en la penumbra, escuchó el sonido inconfundible del martillo arrastrándose una vez más. El hombre del martillo estaba justo detrás de él, habiéndolo seguido hasta su propio matadero.

El terror se apoderó de Bryan. No había salida, y no tenía tiempo para pensar en un plan. Solo podía mirar a Lucía, sintiendo una desesperación absoluta al ver la situación en la que ella se encontraba. Sabía que si no actuaba rápido, ambos estarían condenados.

Pero el hombre ya estaba allí, y Bryan supo en ese instante que el monstruo había ganado esta ronda.

TERROR EN LA MANSIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora