El cansancio había vencido a todos, y aunque intentaron resistir, el agotamiento fue más fuerte. Uno por uno, cayeron en un sueño profundo y agotador, sus cuerpos y mentes sobrecargados por la tensión, el miedo y el dolor de la última jornada. El sótano, oscuro y lúgubre, se convirtió en un refugio temporal donde la única paz que encontraron fue en los brazos del sueño, aunque este no durara mucho.
De pronto, el silencio fue destrozado por gritos desgarradores que resonaron en la oscuridad. Los gritos de Lucía. Los chicos se despertaron de golpe, con el corazón en la garganta y el cuerpo paralizado por el terror. La voz de Lucía resonaba por todo el sótano, un grito desesperado pidiendo ayuda, mezclado con súplicas llenas de pánico.
"¡No! ¡Ya no, por favor! ¡Basta!" gritaba Lucía, su voz quebrada por el dolor y el miedo. El sonido era insoportable, cargado de una angustia que les heló la sangre. Los chicos se miraron unos a otros, con la desesperación reflejada en sus rostros, sin saber qué hacer. Los gritos eran tan vívidos, tan llenos de dolor, que no podían evitar imaginar lo que aquel monstruo le estaba haciendo.
"¿Qué le estará haciendo? ¿Cómo podemos ayudarla?" murmuró Daiana, su voz temblorosa.
Un silencio desolador siguió a los gritos de Lucía. Un silencio que parecía arrastrar a los chicos a un abismo de desesperanza. Estaban estáticos, congelados en el lugar, temiendo lo peor. ¿Acaso Lucía estaba herida de gravedad? ¿Qué horrores estaba sufriendo en ese momento?
Finalmente, fue Pablo quien rompió el silencio, su voz llena de una determinación feroz. "Escuchen", dijo, obligándose a mantener la calma. "No podemos dejarnos vencer. Ese maldito loco nos está cazando uno a uno, y si seguimos así, acabará con todos nosotros. Debemos cambiar la situación. Debemos ser nosotros quienes lo cacemos a él."
Las palabras de Pablo cayeron como un rayo en medio de la oscuridad. Aunque la idea de enfrentar a ese monstruo les aterraba, sabían que era la única manera de tener alguna oportunidad de sobrevivir.
"¿Cómo haremos eso?" preguntó Daiana, con la voz aún cargada de miedo, pero con una chispa de esperanza en sus ojos. "¿Cómo podemos cazarlo nosotros?"
Pablo respiró hondo. "No lo sé... pero tenemos que pensar juntos. No podemos seguir huyendo. Mientras él esté ahí afuera, rondando por esos pasadizos, no tenemos oportunidad de salir. Pero si lo enfrentamos, si lo atrapamos, entonces podremos encontrar una salida."
Uriel y Bryan, aunque aún temblaban por el miedo, asintieron con convicción. "Es verdad", dijo Uriel. "Nosotros debemos cazar a ese maldito. No podemos seguir siendo sus presas."
"Exactamente", añadió Bryan. "Si nos mantenemos unidos y lo enfrentamos, podremos acabar con esto. No podemos dejar que Lucía y Carla sufran más."
Con la decisión tomada, los chicos comenzaron a buscar cualquier cosa que pudieran usar como arma. Estaban decididos a atrapar al hombre del martillo, a cambiar las tornas y convertirse en cazadores en lugar de ser las víctimas.
Pablo encontró una vieja barra de hierro, probablemente parte de alguna estructura del sótano que se había desmoronado hace años. Era pesada, pero sólida, y podría servir como un arma contundente. Bryan encontró un par de herramientas oxidadas, una llave inglesa grande y un martillo pequeño, que aunque estaban desgastados, aún podrían causar daño.
Uriel, por su parte, se armó con un trozo de tubería que había arrancado de una de las paredes, mientras Daiana improvisó una especie de lanza utilizando una pieza de madera afilada y un cuchillo que habían encontrado en el laboratorio. No eran las armas ideales, pero en su situación, cualquier cosa serviría.
"Estamos listos", dijo Pablo, aunque su corazón latía con fuerza. "Vamos a encontrarlo, y vamos a acabar con él."
Los chicos, armados con su coraje renovado y sus rudimentarias armas, comenzaron a trazar un plan. Sabían que el hombre del martillo tenía la ventaja en ese laberinto oscuro, pero también sabían que si lograban atraparlo por sorpresa, podrían tener una oportunidad.
"Tenemos que atraerlo hacia nosotros", sugirió Daiana. "Hacer que piense que somos nosotros los que estamos huyendo, y cuando esté lo suficientemente cerca, lo atacamos."
"Es peligroso, pero es nuestra mejor opción", añadió Uriel. "Él no sabe que estamos armados, y podemos usar eso a nuestro favor."
Pablo asintió. "Vamos a separarnos en dos grupos. Uno atraerá su atención, y el otro se encargará de emboscarlo. Debemos actuar rápido y con precisión. No podemos permitir que nos atrape desprevenidos."
Con el plan decidido, se prepararon para lo que sabían que sería una confrontación final. El miedo seguía presente en sus corazones, pero ahora estaba acompañado de una furia ardiente, un deseo de justicia por todo lo que habían sufrido en esa mansión maldita.
"Lucía, aguanta", susurró Daiana, apretando su improvisada lanza. "Vamos a sacarte de aquí, cueste lo que cueste."
Y así, con las sombras como sus únicas compañeras, los chicos se dispusieron a enfrentarse al hombre del martillo, decididos a poner fin a la pesadilla y a recuperar su libertad... o morir en el intento.
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TERROR EN LA MANSION
HorrorPrólogo La mansión Moreau se erige en lo profundo de las montañas como un monolito olvidado por el tiempo. En sus muros de piedra, que alguna vez fueron símbolo de riqueza y prestigio, se esconde una oscuridad que ha crecido durante décadas, aliment...