La mansión parecía más fría esa noche. El viento aullaba fuera de las ventanas, haciendo que las ramas de los árboles golpearan suavemente contra los vidrios, como si intentaran advertir a los ocupantes de algún peligro inminente. Después del extraño incidente con el piano y el grito inexplicable, el grupo decidió que lo mejor era retirarse a descansar, aunque ninguno de ellos estaba realmente en paz.
Uriel, sin embargo, no pudo conciliar el sueño. Algo en aquella mansión le resultaba profundamente perturbador, y su mente racional necesitaba respuestas. Después de asegurarse de que los demás estaban en sus habitaciones, se deslizó fuera de la cama, encendió su laptop y comenzó a investigar.
La conexión a internet era inusualmente lenta, como si la misma casa intentara impedir que descubriera sus secretos. Sin embargo, después de varios intentos, finalmente logró acceder a algunos registros históricos y artículos antiguos relacionados con la propiedad. Lo que encontró lo dejó helado.
La mansión había pertenecido a una familia rica y poderosa, los Moreau, desde su construcción en 1820. La casa, originalmente una obra maestra de la arquitectura victoriana, había sido un símbolo de opulencia y prestigio durante más de un siglo. Los Moreau habían sido una familia influyente en la sociedad, conocidos por su filantropía y su elegancia.
En 1950, la mansión pasó a manos del doctor Alain Moreau, un cirujano renombrado por su brillantez, pero también por su carácter reservado y un tanto excéntrico. Se decía que el doctor Moreau realizaba investigaciones médicas revolucionarias en su laboratorio privado, el cual se encontraba en el sótano de la mansión, la misma puerta que Uriel y sus amigos habían visto cerrada con candados.
La esposa del doctor, Madeleine, era una maestra de piano muy respetada, que había enseñado a generaciones de niños y jóvenes. Tenía una belleza y un talento que eran elogiados en todas las esferas sociales. Juntos, el doctor Moreau y Madeleine tuvieron cinco hijos, todos criados en la mansión familiar.
Pero a pesar de la apariencia perfecta de la familia, las cosas comenzaron a desmoronarse. Según los registros que Uriel logró encontrar, algo oscuro y siniestro había comenzado a acechar la mansión a medida que los años pasaban. Los rumores locales hablaban de gritos en la noche, luces que parpadeaban inexplicablemente, y una presencia inquietante que parecía envolver la casa.
El punto culminante de esta tragedia ocurrió en una fatídica noche de 1965. La policía fue llamada a la mansión después de que los vecinos reportaran haber escuchado un estruendo seguido de un silencio sepulcral. Lo que encontraron dentro fue escalofriante.
El doctor Moreau y su esposa fueron hallados muertos en el estudio de la mansión, el mismo lugar donde sus amigos habían escuchado el piano sonar esa noche. Según los informes, el doctor tenía en sus manos un bisturí, y Madeleine estaba sentada frente al piano, con las manos aún posadas sobre las teclas, como si hubiera estado tocando justo antes de morir. De los cinco hijos, solo uno fue encontrado, el menor, escondido y catatónico en un armario del sótano. Los otros cuatro habían desaparecido sin dejar rastro.
El único hijo sobreviviente fue llevado a un hospital psiquiátrico, donde pasó el resto de su vida. Nunca se supo qué ocurrió exactamente esa noche, y la mansión fue abandonada poco después. Ninguna familia quiso habitarla, y se mantuvo vacía durante décadas, con los pocos que intentaron entrar reportando haber sentido una presencia maligna en su interior.
Uriel sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras leía los detalles. La historia de la mansión no solo era trágica, sino profundamente perturbadora. La combinación de la brillantez del doctor con la tragedia que asoló a su familia pintaba un cuadro de horror y locura.
Desconectó la laptop y miró hacia la oscuridad de su habitación, sintiendo como si algo, o alguien, estuviera observándolo. El sonido del piano todavía resonaba en su mente, y las imágenes del doctor Moreau y su esposa fallecida, frente a ese mismo instrumento, lo invadieron con un terror que nunca antes había experimentado.
Sabía que debía contarle a los demás lo que había descubierto, pero algo le decía que no sería fácil. La mansión estaba viva con los ecos del pasado, y había comenzado a envolverlos en su trampa. Mientras se recostaba en su cama, intentando mantener la calma, no podía evitar pensar que habían cometido un grave error al entrar en ese lugar.
Esa noche, Uriel apenas durmió, inquieto por las revelaciones y temiendo lo que pudiera suceder a continuación. Los secretos de la mansión Moreau habían comenzado a salir a la superficie, y él sabía que era solo el comienzo de algo mucho más oscuro.
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TERROR EN LA MANSION
TerrorPrólogo La mansión Moreau se erige en lo profundo de las montañas como un monolito olvidado por el tiempo. En sus muros de piedra, que alguna vez fueron símbolo de riqueza y prestigio, se esconde una oscuridad que ha crecido durante décadas, aliment...