El laboratorio estaba listo. Las luces parpadeaban con una frialdad siniestra, los cuerpos momificados de los hijos del Dr. Moreau, conectados a los viejos equipos, parecían sufrir los efectos de una macabra simulación de vida. Todo estaba preparado para que el hombre del martillo creyera que los cuerpos de sus hermanos estaban en peligro. Ahora, el siguiente paso del plan era atraerlo hacia la trampa.
Daiana, consciente del peligro que corría, fue quien se ofreció para salir a buscarlo. Sabía que era arriesgado. El hombre podría atacarla antes de que tuviera la oportunidad de explicarle la situación, pero no había alternativa. Si no lograban hacerle creer que sus hermanos necesitaban ayuda, todo su esfuerzo habría sido en vano.
Pablo, Uriel, y Bryan la miraron con preocupación mientras se preparaba para salir. Sus manos temblaban ligeramente, pero su mirada era firme. Sabía que no había lugar para el miedo ahora.
"Ten cuidado, Daiana", le dijo Pablo, su voz seria pero cargada de apoyo. "Si sientes que no puedes hacerlo, no arriesgues más de la cuenta."
Daiana asintió, tragando el miedo que sentía en su pecho. "Lo sé. Pero esta es nuestra mejor oportunidad. Si logramos que se enfoque en el estado de sus hermanos, tendremos la ventaja."
Con un último suspiro, se giró hacia la puerta y salió del laboratorio, sabiendo que todos dependían de ella. Cada paso que daba por los oscuros y lúgubres pasillos de la mansión la hacía sentir más pequeña, pero se repetía una y otra vez que no podía fallar. No tenían otra opción.
El eco de sus pasos resonaba en la mansión vacía, solo interrumpido por los lejanos crujidos de la estructura envejecida. A medida que avanzaba, su mente estaba concentrada en una sola cosa: encontrar al hombre del martillo. El terror latente de un ataque inesperado la acompañaba a cada momento, pero ella tenía que seguir adelante.
Después de lo que pareció una eternidad, escuchó el sonido inconfundible del martillo arrastrándose por el suelo de piedra. Un escalofrío recorrió su cuerpo, pero sabía que este era el momento.
Con el corazón en la garganta, se dirigió hacia donde provenía el sonido. Al doblar una esquina, lo vio. La figura imponente del hombre del martillo, cubierto con su largo abrigo y esa máscara de locura en sus ojos, caminaba lentamente por el pasillo. El terror que emanaba era palpable, pero Daiana supo que no podía mostrar miedo.
Dio un paso adelante y, con una voz temblorosa pero decidida, lo llamó: "¡Espera!"
El hombre se detuvo de golpe, girando lentamente la cabeza hacia ella. Sus ojos, llenos de furia y confusión, la taladraron. El martillo en su mano se alzó ligeramente, listo para atacar si lo consideraba necesario.
"¿Qué haces aquí?" gruñó, su voz profunda y cargada de odio.
Daiana tragó saliva y avanzó un paso más, levantando las manos en señal de paz. "Tus hermanos... están en peligro."
El hombre frunció el ceño, pero no dijo nada. Su mirada seguía clavada en ella, midiendo cada uno de sus movimientos. Daiana sintió cómo su corazón latía a mil por hora, pero continuó.
"Algo salió mal con el experimento de tu padre", continuó Daiana, sus palabras saliendo con un tono de urgencia. "Los cuerpos de tus hermanos... están sufriendo. El experimento está fallando y necesitan tu ayuda. ¡Tienes que venir al laboratorio!"
Por un instante, el hombre pareció confundido. Su respiración se volvió más pesada, y su agarre en el martillo se aflojó un poco. La mención de sus hermanos lo había afectado, tal como lo habían planeado.
"¿Qué... qué les pasa?" preguntó con una voz ronca, dando un paso hacia Daiana. "¿Qué les has hecho?"
"Yo no les hice nada", respondió ella rápidamente, asegurándose de mantener un tono de sinceridad. "Es el experimento de tu padre. Algo está fallando y no podemos detenerlo. Tienes que venir, o morirán de nuevo."
El hombre la miraba con los ojos inyectados de furia y confusión, como si su mente luchara por entender si lo que ella decía era verdad o no. Pero la desesperación en su voz, la mención de sus hermanos, estaba logrando el efecto deseado.
Daiana notó cómo su respiración se aceleraba, su ansiedad evidente. Sus ojos se movían frenéticamente, como si estuviera buscando una explicación en la mente perturbada que lo consumía. Finalmente, con un grito de frustración, el hombre golpeó el suelo con su martillo.
"¡Llévame con ellos! ¡Ahora!" rugió, avanzando hacia ella con pasos amenazantes.
Daiana sintió que las piernas le temblaban, pero mantuvo la compostura. "Sígueme", dijo, y comenzó a caminar hacia el laboratorio, consciente de que cada segundo que pasaba la situación se volvía más peligrosa.
A cada paso que daban, Daiana sentía el peso de la responsabilidad. Sabía que en cualquier momento el hombre podría cambiar de opinión y atacarla. Sabía que la furia en su interior era incontrolable, pero también sabía que el apego a sus hermanos lo cegaba.
Cuando finalmente llegaron al laboratorio, Daiana se detuvo en la puerta y lo miró. "Aquí están. Están sufriendo. Necesitas ayudarlos."
El hombre entró en la habitación con una mezcla de urgencia y pavor, y cuando vio los cuerpos de sus hermanos conectados a los viejos equipos del laboratorio, los cables y luces que simulaban el colapso de los cuerpos, su rostro se deformó en una expresión de terror.
"¡No! ¡Padre, no!" gritó, corriendo hacia la mesa. El hombre dejó caer su martillo, arrodillándose junto a los cuerpos y tocando uno de ellos con manos temblorosas.
Daiana se retiró lentamente hacia la pared, observando cómo el hombre se derrumbaba emocionalmente. Sus gritos llenaron el laboratorio mientras intentaba "salvar" a sus hermanos de un sufrimiento imaginario. El plan estaba funcionando. Su mente se quebraba ante la idea de que el experimento de su padre, el mismo que creía que los mantenía "vivos", estaba fallando.
Desde el rincón, Uriel y Pablo observaron con tensión, esperando el momento adecuado para intervenir.
Ahora era cuestión de tiempo.
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TERROR EN LA MANSION
HorrorPrólogo La mansión Moreau se erige en lo profundo de las montañas como un monolito olvidado por el tiempo. En sus muros de piedra, que alguna vez fueron símbolo de riqueza y prestigio, se esconde una oscuridad que ha crecido durante décadas, aliment...